El tesoro

Redacción

Por Redacción

Cuando buceo en busca de algún recuerdo alegre con mi papá se me viene a la mente una imagen: primero aparece un médano, luego nosotros dos arrodillados en la arena. El resto de la información va surgiendo progresivamente, como un rompecabezas cuyas piezas están en el baúl de la memoria. ¿Cuándo fue? ¿Dónde estábamos? ¿Qué hacíamos ahí? ¿Había alguien más? Algunas preguntas tiene respuestas más precisas que otras.

Fue en Pinamar a fines de los ‘80, cuando íbamos de vacaciones en familia. En ese rincón de la Costa Atlántica aún no asomaba el glamour –ni el champán, los políticos, la farándula, los empresarios y los escándalos– que lo convertirían en uno de los símbolos de la década siguiente.

Pero en esas vacaciones, las únicas que recuerdo en familia, no me enteraba de nada de eso: a los siete años, todo era muy simple, más aún en la playa en verano. Eso era sinónimo de jugar a la pelota, enterrarme en la arena o construir castillos, entretenimiento que también dejó una foto mental: construcciones con una arquitectura sofisticada. La dirección de esas obras de arena estaban a cargo de mi papá o de mis hermanos, mientras que a mi me tocaba hacer los pozos y llenar los baldes de arena.

Eran castillos grandes. Tenían dos torres altas a los lados para vigilancia y algunas otras dentro de la estructura, que estaba rodeada por un paredón y circundada por una zanja a la que llegaba el agua del mar. Era una fortaleza. Ahora, cada vez que veo a alguien armando un castillo de arena en la playa me da alegría.

Pero de aquellas vacaciones una de las cosas que más me quedaron grabadas es que el último día fuimos con papa a un médano cerca de donde nos hospedábamos. Él tenía una bolsa de plástico transparente donde guardó un ladrillo rojizo y un billete –no sé de qué valor, pero era simbólico y eran australes–. Cavamos un pozo y allí metimos la bolsa, que dejamos escondida bajo la arena. “El año que viene la buscamos, ¿decís que estará?”, propuso papá. Lo debo haber mirado con sorpresa y fascinación. Luego no volvimos a ir y me olvidé del asunto; pero desde hace varios años me pregunto si el tesoro aún seguirá ahí. Lástima que ya no recuerdo dónde era.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios