Héctor Ordóñez pone en palabras sus sueños

El escritor habló con “Río Negro” sobre su nuevo libro, el que presentará hoy en la Legislatura del Neuquén

Ya era tiempo de ver a Héctor Ordóñez en Neuquén, donde dejó huella en los años ochentas y noventas como escritor y periodista. Instalado en Chos Malal, su norte natal, desde hace casi veinte años, “Torcho”, como lo llaman sus amigos, regresa esta vez para presentar hoy en el hall central de la Legislatura del Neuquén “El libro de los sueños” (ver aparte), un libro sin “horizontes inducidos”, donde sus textos provienen de un universo sin un correlato lógico. “Hace mucho que escribo sin signos de puntuación. El que me dio fuerzas para seguir insistiendo en esta forma fue José Saramago”, dice Ordóñez en la charla con “Río Negro”.

“Me gusta este mecanismo de complicidad con el lector. El hecho de que tenga la libertad para leer los textos sin puntuación, lo obliga a generar el propio espacio y silencio. La palabra, cuando dice algo, desprende más de un significado. En el fondo toda lectura es una recreación. El objetivo de un libro es encontrar a ese lector que se apropie de él”.

Consultado sobre los años en que dejó de escribir, Ordóñez es contundente en decir que no tuvo la necesidad. Llegó a creer que la escritura había sido una etapa superada en su vida. Fue entonces cuando, en distinto tiempo, recibió la visita de dos grandes amigos: Irma Cuña y Alejandro Finzi. Fueron ellos quienes le insistieron en volver a escribir.

“Hay determinadas cosas en la vida que te debilitan, que te hacen mutar”, dice el escritor mientras mira las bardas que rodean al que fuera su barrio, Rincón de Emilio.

“La misma palabra no tiene igual significado cuando tenés ocho años, a cuando tenés cuarenta. La palabra se construye y cuando no hay necesidad de ella, tampoco aflora. Pasó mucho tiempo para que me convenciera de que lo mío era escribir. Nunca dejé de leer, pero sí de escribir. Hasta que un día sentí desde lo más profundo que las ganas estaban volviendo. Fue a partir del encuentro con el haiku, esa estructura breve, lo que me permitió regresar desde un convencimiento totalmente honesto. La cultura oriental fue reveladora para mí. Trasladarla a mi universo fue fundamental para volver a creer en la poesía”.

El escritor Raúl Mansilla, dice sobre Ordóñez: “El poeta está solo, pero acompañado de la luz que lo hace brillar, canta, grita en el desierto, a pesar de que sabe que todo termina en olvido. Pero la empresa de contar, de narrar, de poetizar, siempre estará para que estemos menos solos. La compañera de caminos, de vida, y los hijos, la hija, están presentes, con versos mínimos, exactos, sin artilugio: son respiraciones de vida. Es un viejo habitante del Neuquén, de miles de años, nació acá, apenas se enfrió la tierra, vio nacer la cordillera del viento, Héctor Ordóñez es probablemente el poeta más sofisticado que ha tenido y que tendrá por mucho tiempo la provincia del Neuquén”.


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