Hugo Aristimuño: “El teatro es una formidable herramienta”

Premios a la Trayectoria. La Hormiga Circular de Regina y el director teatral Hugo Aristimuño fueron galardonados, esta semana, por el Instituto Nacional del Teatro en el marco de la Fiesta Nacional en Mendoza. “Río Negro” dialogó con ambos referentes.

El director rionegrino Hugo Aristimuño recibió el premio a la trayectoria en la Fiesta Nacional del Teatro, como representante de la Patagonia, un galardón que evaluó en una charla con “Río Negro”.

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La Patagonia. “Hace un tiempo, vinieron a mi casa (en Viedma) estudiantes de teatro, jóvenes investigadores, y me preguntaron cuál era la sensación más fuerte que percibía en esta Patagonia, en este lugar que habito, y me nació decirles: la desolación”.

El premio. “Y cosas que sin duda reconfortan, como este premio, me hacen ver la soledad en la que me encuentro trabajando en un espejismo construido por otros, que para mí es esta realidad. En ella subyacen otras existencias bajo una especie de apariencia, como digo siempre, de realidad aparente. La desolación como estado necesario para la expresión. Me gratifica mucho, pero también me reconcilia, esa es la palabra. Me hace sentir y percibir una suerte de consenso para con mi trabajo que siempre he tratado de situar en el contexto que habito. Si eso se reconoce a través de un premio es alentador y me siembra esperanza en el alma ya que, quizás, haya muchos más que elijan estos caminos, volviendo sus ojos y su alma al lugar que moran”.

Los lugares. “A mí me interesa y siempre me ha gustado estar ubicado y observar desde otra perspectiva, casi supersticiosa, todo aquello que me rodea. La sociedad, la geografía a la que pertenezco, las historias de los lugares que transito, las personas y personajes, sus culturas, sus cosmovisiones. Por eso es que algunos estudiosos llaman a mi teatro como situado. Como le dije a una estudiante de teatro, paradojalmente, a ese teatro situado le agregaría el calificativo de distanciado, ya que la ubicación y aprendizaje del lugar en que vivo me brinda elementos que me permiten descubrir y emprender nuevos senderos, éticos y estéticos, que me despegan, me distancian y me posibilitan construir nuevos vínculos con otros espacios y otras culturas que ponen en crisis al supuesto teatro situado del que provengo”.

El teatro. “Con el teatro me comunico y siento mi posición y la del equipo-grupo con el que trabajo, en estos mundos nuestros en movimiento, las posturas, mutaciones, contradicciones; compartir obsesiones y visiones con el público en un acontecimiento artístico. Por eso, en este premio hablo de un consenso social. Alguien se fijó en lo que hago y la desolación, la soledad en la que a veces trabajo, ya no es tanto. Por eso hace bien el que diga lo contrario, miente (sonríe Hugo).

P- ¿A qué altura de tu trayectoria creativa te encuentra?

R- En principio, sin falsos pudores ni falsas modestias, me creo un artista y no desde una postura de vanidad, de sectarismo… Nunca dejo de pensar y vivir el arte del teatro, es natural para mi vida, por eso no puedo imaginar la concepción de un ciclo cumplido, de una etapa, porque lo vivo desde un oficio, un modo de estar en el mundo, de percibir lo real y trabajar para dar forma a las obsesiones que me pueblan y quiero compartir con los demás. Mientras mi salud y mi lucidez me lo permitan seguiré creando desde el teatro. No sólo en su forma espectacular, o sea pensando en espectáculos, sino también en todo lo que implica, lo que lo rodea, la enseñanza, la reflexión, la investigación. Para mí, el teatro es una herramienta predilecta, integral para la resistencia, para mi manera de estar en la tierra, lleno de dudas, de preguntas, de inconformismo. Y esta pasión no tiene edades ni ciclos. Es mi vida. Ya no puedo pensar en el teatro como algo que me saco y me pongo como una ropa sobre mi cuerpo y mi espíritu. Está dentro de mí, es parte mía, absolutamente.

P- Herramienta integral para mi resistencia dijiste, ¿política, para sostenerte en la vida, para ser, mantener la expresión alerta?

R- Trato de desarrollar una práctica de percibir el mundo, entonces levanto desde lo que hago y desde mi vida, la concepción del hombre que alguna vez me enseñó un amigo sociólogo, como ente biopsicosocial, histórico y geográfico. Procuro lograr coherencia entre el decir y el hacer, ante ese ser global y despersonalizado que generalmente construye relaciones con lo que lo rodea, manipulándolas para su conveniencia y necesidad. Ya hay bastante con los desastres ecológicos, mentales, sociales y políticos que señalan un fracaso estrepitoso de la omnipotencia humana. Está sucediendo. Volver a personalizar, profundizar en las personas y trasladarlo a los trabajos teatrales es, en cierto modo, resistir.

Trabajando para adquirir, mucho más allá de la erudición o de lo acumulativo, un saber integral que quizás es el mismo que tiene nuestra gente paisana. Ese conocimiento que proviene de observar el universo desde otro lugar. Un material importantísimo que se registra en la memoria de cualquier creador y nos personaliza, nos hace diferentes, desde conocer quiénes somos. Sirve y nos hace cultos. Como decía Aimé Painé, culto es saber quién es uno. Esta sabiduría plena me llena de ideas, no de conceptos. La idea, el signo, el símbolo, permiten una convivencia y un respeto por el otro, una predisposición al verdadero diálogo, también en lo artístico. Para lograrlo y para conseguir la riqueza de la diversidad, el teatro es una formidable herramienta.

P- De tu expresión, abrevio, “comunico en mundos en movimiento”, me surgen dos aristas: una, la arquitectura –tu otro oficio–, es estática, proyectás inmuebles; dos, la acción teatral es dinámica. ¿Cómo articulás esta dualidad, si la ves así?

R- Es bastante complejo explicar la supuesta dualidad. En principio, no creo que la arquitectura sea estática, soy de los que piensan que hay un mundo en movimiento y lo digo desde un acercamiento casi irreverente, impertinente, provocativo y bastardo (Aristimuño ríe) al mundo de la teoría cuántica. Todo se mueve y a partir de la atenta observación de los elementos que intervienen en un hecho arquitectónico, la forma, el lugar donde está implantado, la luz, el entorno paisajístico, el uso que se le da, la relación que se establece con él, creo que todos los objetos tienen una vida interior que se proyecta en el espacio. De allí que, desde mi condición de arquitecto, me metí con la ciencia tan nueva, tan reciente de la proxemia o proxémica, que analiza la relación que el hombre establece con los espacios y el uso significativo que hace de él. Las distancias entre individuos van desde las de carácter íntimo hasta las sociales. El espacio vital de una persona se amplía o se reduce según las circunstancias que lo rodean.

Entonces, no creo en la arquitectura estática. No lo creía cuando trabajaba sólo como arquitecto y menos ahora. En lo escénico, se relaciona con la concepción de que el espacio mítico del teatro está lleno de fluidos que cruzan, se atraviesan y participan de su estructura lógico-sensorial. Mediante la proxémica paso de la arquitectura al teatro, un ritual dramatúrgico fundamental del actor para la creación. Es una herramienta muy interesante y una forma de percibir el mundo, donde me alejo de la omnipotencia del ser humano y de su forma de relacionarse. Hay una frase de César Brie que me gusta mucho, el actor es un artista cuyo privilegio consiste en dar forma al dolor que el mundo le provoca, para que los demás vean los fantasmas. Formidable definición.

Mundos en movimiento

“Alguien se fijó en lo que hago y la desolación, la soledad en la que a veces trabajo ya no es tanta”,

resume Aristimuño sobre el valor de este premio.

Datos

Hugo Aristimuño realizará “un taller experimental de investigación que llamé ‘La teatralidad en la danza’, con vista a otro espectáculo como ‘Dibaxu’ (del idioma sefaradí: lo que subyace, lo que está abajo, inspirada en la vida y obra del poeta argentino Juan Gelman) que sigue vivito y coleando conmovedoramente, en todas las funciones que tenemos por delante”. El 7 y 8 de julio estará en la sala Quetren Quetren, de Río Colorado, y se están organizando funciones en Trelew y Rada Tilly; en agosto será el turno, por tercera vez, de Bariloche.
También contó Aristimuño que tiene en carpeta “la obra que generosamente me autorizó a usar Eusebio Calonge del teatro La Zaranda de Jerez, España. Se llama ‘Perdonen la tristeza’. Es un proyecto muy grande por el que vamos a trabajar duro”.
“Alguien se fijó en lo que hago y la desolación, la soledad en la que a veces trabajo ya no es tanta”,

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