Ina Morales, tiempo de los objetos

“CasaWoodman”, la obra con la que Ina Morales regresa a la región, propone un espacio donde los objetos pierden su condición inanimada y protagonizan un relato en el que representan simbólica y metafóricamente la estética de la fotógrafa estadounidense Francesca Woodman. En la estructura desgastada de una vivienda transitan de modo atemporal y sutil, elementos desdeñados de un pasado que aún late. Una invitación íntima y personal, mezcla realidad y ficción sobre la existencia de Woodman, que podrá verse hoy a las 21 en el Teatro Media de Luna, Sarmiento 274, Neuquén; y mañana y el sábado a las 22 en Teatro El Biombo, Rodhe 1432, Roca.

La entrevista de “Río Negro” con Ina y el guitarrista roquense Pablo Boltshauser, ocurrió en el departamento que comparten en el porteño barrio de Villa Crespo, ni bien ambos terminaron una jornada completa de dar clases.

“Sí, es una vuelta, concretamente, señala Ina con énfasis, llevando una propuesta artística diferente. Yo venía de la actuación y ahora voy al Valle con una obra objetual que resulta de mi actividad de tesis para un postgrado que cursé en la UNA y coordina Ana Alvarado, una de las fundadoras de El Periférico de Objetos allá por fines de los años 80. Es una historia atravesada, contada por objetos que en la ficción que yo me cree, son parte del legado que dejó la fotógrafa Francesca Woodman, y me sirve como punto de partida para investigar”.

P-¿Te sirve su vida, sus fotos?

Ina Morales- Sus fotografías, el tratamiento estético que plantea con sus imágenes.

Pablo Boltshauser-“CasaWoodman” no es una reconstrucción de su vida, una biografía, nada de eso. En base al análisis de diferentes fotos, se trató de recrear el mundo reflejado en ellas. Entonces, a lo largo de la obra, esos objetos empiezan a habitar los espacios como si estuvieran vividos por una especie de fantasma que mueve a cada uno. Son cosas que pertenecen al mundo estético de las tomas de Francesca.

P-¿Es tu mirada de su mirada, Ina?

IM-Eso… Seleccioné cinco imágenes de todo el material que ella dejó, que tenían elementos en común, por ejemplo la acumulación de objetos, el espacio que Woodman utiliza mucho, casas… El uso de puntillas, de marcos vacíos. Se repiten y los fui reconociendo. Lo más importante es el cuerpo de Francesca en ese ámbito abandonado, deteriorado, que habita; como una figura que oscila entre sus paredes. Algunas tomas las hace con poca luz, ella se mueve mucho y se desdibuja como un fantasma. Eso es lo que analizamos y tratamos de llevar a la tridimensión espacial.

P-¿Se percibe así como estás explicando?

IM-Mi visión es la de la creación. Te cuento lo que la gente ha dicho al verla. Lo fantasmagórico aparece reflejado en unos videos que se proyectan en la obra. La detención del tiempo que se percibe en las imágenes de Woodman, se ve en la animación del objeto. Cuando comenzamos a investigar, mi tutora de tesis me marcó de manera muy radical que respetara el tiempo de los objetos, que no me apresurara si una tela demoraba en caer tres minutos, si una silla tardaba determinada cantidad de segundos en pararse… Y esa especie de vida propia que parecen tener, en el pequeño espacio escénico que yo me inventé, denota si se percibe en el traspaso de las fotos de Francesca a la escena.

P-Partió de una tesis y ahora es una obra con la que te estás expresando. ¿Cuánto de vos hay ahí?

IM-Un montón… La obsesión, por ejemplo, y la precisión que requiere la técnica de la marioneta. Como te decía, vengo de la actuación pura y exclusivamente, así que fue un universo nuevo en el que tuve que alejarme y tratar de comunicar, de expresar a partir de los hilos. Sí, y un poco, la historia, ¿por qué no? Mi tiempo desde que llegué a Capital, transcurre de otro modo…

Ya no estoy yo en escena, como cuerpo activo, sino que empecé a estar atrás, lo que significó adquirir una mirada más completa, más global, y tomar decisiones. Por lo tanto, me requirió tiempo tomarlas… En la actuación uno está activo, está enfrente representando y siempre hay alguien desde afuera mirando e indicando el camino.

P-Aparece además la distancia, como parte de tu vida.

IM-La distancia de la familia, de los amigos. La locura que se escucha acá, afuera, y el silencio que tenemos en esta casa. Esas cosas influyen muchísimo.

FICHA TÉCNICA

Idea original, diseño y realización de objetos, manipulación y dirección: Ina Morales.

Diseño lumínico y fotografía: Matías Kedak.

Asistencia técnica: Pablo Boltshauser y Kedak.

Diseño de vídeo: Morales, Kedak, Helen Ceballos.

Edición de vídeo y sonido: Boltshauser.

Producción general: Polaina.

Funciones: Hoy a las 21 en el Teatro Media de Luna, Sarmiento 274, Neuquén. Mañana y el sábado, a las 22 en Teatro El Biombo, Rodhe 1432, Roca.

Perfil

Fotógrafa luminosa

Francesca Woodman nació en Denver, Colorado, en abril del 58 en una familia de artistas plásticos que hoy gestionan un archivo de más de ochocientas imágenes.

A los trece empezó con sus primeros trabajos, adoptando un estilo característico, casi siempre en blanco y negro, con formato cuadrado, y priorizando la iluminación para centrar la atención sobre el sujeto principal, y generalmente único, de la escena.

De 1975 al 79 estudió en la Rhode Island School of Design (RISD) de Providence, y al ser aceptada en el Programa de Honores pudo vivir un año en la escuela romana de Palazzo Cenci.

A Nueva York se trasladó en 1979, donde envió portafolios a algunos fotógrafos de moda, pero no fueron considerados y entró en depresión.

Tras intentar suicidarse en septiembre del 80, en una carta a una ex compañera de la RISD, escribió: “Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven dejando varias realizaciones… En vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas…”.

El 19 de enero de 1981 Francesca saltó por una ventana del Lower East Side de Manhattan. Tenía 22 años.