Jairo y Baglietto en Neuquén: entrevista con “Río Negro”

“Historias con voz” es el show que trae a ambos artistas a la región. Antes de su llegada, el cordobés recibió a “Río Negro”.

El tour Jairo-Baglietto comenzó en marzo a sala repleta en Santa Fe hace casi tres meses. Siguió por distintas ciudades del interior y por la Capital Federal. Ahora es el turno de la Patagonia. “Historias con voz” hará escala mañana en Viedma y el fin de semana en Neuquén con dos fechas en el Cine Teatro Español, sábado a las 21 y domingo a las 20, ofrendando más de dos horas de música con obras de autores rosarinos como Adrián Abonizio y Jorge Fandermole, de Paco Ibáñez, Antonio Machado, Miguel Hernández, Daniel Salzano, Chico Buarque, Atahualpa Yupanqui, Eduardo Falú-Jaime Dávalos, Sui Generis y Simon & Garfunkel.

La charla con Jairo (1949, Cruz del Eje), en su casa de Buenos Aires, comenzó con el recuerde de un añejo encuentro tras el escenario central del Festival de Cosquín, allá por 1988, un calurosísimo mediodía bajo el sol de enero, después que concluyera su minuciosa prueba de sonido. Un claro ejemplo de profesionalidad y dedicación.

“Es normal, muy normal…” responde el cordobés, luego de sonreír por el recuerdo. “Son cosas que ya se han incorporado cuando se llevan tantos años cantando y salen con mucha naturalidad. Como cuidar la emisión o respirar diafragmáticamente… Yo respiro de una manera cuando canto y de otra al hablar. Eso sale natural. Comienzo a cantar y ya manejo el aire de un modo diferente. Yo no necesito reparar en eso, sino que el cuerpo responde solo, es una cuestión de memoria física. Y entonces, funciona muy bien, afortunadamente, porque de lo contrario no hubiera podido cantar tanto tiempo”.

P- También tu memoria afectiva trabaja sobre las características para expresar la letra y la melodía.

R- Sí, claro. Por eso, la tarea física, la técnica, digamos así, hay que dejarla de lado. Es algo que se debe incorporar muy rápido, si no es imposible meterse en la historia y demás que no implica respirar de una forma u otra; debe ocurrir con soltura, con fluidez para ocuparme en lo que estoy contando. No conozco otro modo de trabajar. Cuando comencé en esto, lo primero que hice fue estudiar canto, técnica vocal, ese tipo de saberes. Me pasé años estudiando y estudiando… Después las cosas salen con naturalidad porque ya funcionan en la memoria –como te decía- y ya están. En los inicios, yo iba destinado a cantar otra clase de música, me gustaba la de cámara. Era un gran admirador de voces de ese género. Me encantaba porque estaba a un paso de la ópera. Interpretar (Robert) Schumann, (Franz) Schubert, (Gabriel) Fauré, me parecía sublime. Toda la técnica aprendida en función de un destino posible, me sirvió para aplicarla después en los repertorios que abordé.

P- En estos tiempos aparecen a diario voces que se transforman en el éxito de venta del verano y no se ve en ellas, un trabajo como el tuyo…

R- Porque son formaciones distintas, son épocas diferentes también. Ahora, parece que no necesitan tener tanta preparación…

P- Ni afinar, por ejemplo.

R- La afinación ahora se corrige. Hay programas que lo hacen sin necesidad de grabar nuevas tomas. Hay muchos que hacen así, en algunos se nota más y en otros menos, cuando tienen que presentarse en vivo. Bueno, yo entiendo que eso forma parte del cambio de las cosas. La tecnología es eso y debemos saber servirnos de ella, pero no que nos maneje y nos haga comportarnos como estúpidos, no? El grado de dificultades que se va enfrentando es distinto ahora. Los chicos que hoy empiezan a cantar, tienen acceso a estudios de grabación, a micrófonos tremendos. Pero no es una queja, sino una constatación de que los tiempos van cambiando, nada más.

P- En los capítulos documentales “Calle Descartes, número 16”, dedicados a José y Jacqueline Pons (argentino él, francesa ella), que en su casa del barrio latino de París, albergaron a tantos artistas argentinos que pisaron suelo francés por razones políticas o por búsquedas personales, aparecen Atahualpa Yupanqui, Astor Piazzolla, Mercedes Sosa, Horacio Guarany, Horacio Ferrer, los Quilla Huasi, Cacho Tirao, Susana Rinaldi, Horacio Salgán y vos entre todos ellos.

R- El que no estuvo ahí, se lo perdió (ríe Jairo). Son dichas de la vida, avatares que van llevando de un lado a otro y de repente me encontré con gente que conocía y admiraba y me recibieron de maravilla, me tenían en cuenta. La mayoría de las personas a las que me he acercado, a la edad que tenía entonces (28), era más grande que yo y sin embargo me consideraban como un igual. Salvo Facundo Cabral que era una suerte de hermano mayor y de mi mujer (Teresa) también. Teníamos una relación casi fraternal y él nos trataba como hermanos menores, íbamos al cine, salíamos a comer, todo lo que nos decía y hacía. Yo he seguido, por fortuna, un camino de aprendizaje permanente y estoy de acuerdo con lo que dicen que el artista nunca termina de aprender y el del arte es un camino de aprendizaje continuo. Así que todo aquello me vino muy bien.

Con Piazzolla me pasó algo muy particular. Yo tenía muchísimo éxito en Francia, descomunal. Creo que no hay en la historia, cantante latinoamericano que lo haya tenido. Nunca jamás. Tuve programa de televisión que presentaba en francés e invitaba a otros cantantes, fue fantástico. Tan fuerte que en octubre sale un nuevo disco mío allá y cuando viaje me reencontraré con un par de generaciones que me van a ver. Sigo estando presente. Entonces, cuando llegué a París en el 77, fue besar el santo, como dicen los españoles… Porque desde el primer programa de tevé, con mi primer disco cantando en francés, fue una repercusión inmensa. Qué sé yo, son casualidades. Eso sucede porque no hay nadie que cante de esa manera.

P- O tenga tu voz.

R- Bueno, y empecé a salir en todos lados, me reconocían por la calle en un país desconocido, cuyo idioma no hablaba. En fin. Al principio me costaba mucho, pero fue tan deslumbrante, tan potente. Astor vivía ahí en aquellos años y fue testigo de todo eso. No nos conocíamos personalmente. Un día llamaron de Buenos Aires, del programa “Almorzando con Mirtha Legrand” que volvía después de no sé cuánto tiempo por ATC, en la época de los militares, año 79. Yo tenía una relación nula con el gobierno argentino. Es más, con mi éxito tan increíble en Francia, de la embajada no querían saber nada conmigo, no me llamaban porque yo hablaba de la situación que se estaba pasando en Argentina.

Y me convencieron que volviera para hacer solo ese programa. Vine y me iba a quedar tres, cuatro días para ver a mis amigos, pensaba viajar a Córdoba para estar con mis padres y en el canal me encontré con que uno de los invitados era Piazzolla, venido exactamente por la misma causa. (N. de la.R.: Jairo cantó “Liberté” , gran éxito en sus primeros pasos parisinos, y eludiendo la censura, un empleado de la televisora subtituló su letra en castellano. Otro invitado fue Diego Maradona, que tenía dieciocho años y había sido la revelación del campeonato, jugando en Argentino). ¿Quién se ocupó de contar lo que me ocurría en Francia? Astor Piazzolla. No nos conocíamos personalmente, pero él veía lo que pasaba. Sabía que yo cantaba en el Olimpya, actué ochenta veces allí. Lo relato de una manera muy fehaciente. ¡Imaginate un aval como ése! Fue extraordinario. Acá tenía una repercusión relativa más producto del eco de lo que me acontecía afuera o de lo que llegaba por noticias de agencias extranjeras. Astor contó y a partir de ahí, la gente me empezó a dar más bolilla. Me dejó su tarjeta y me dijo que nos viéramos en Europa. Nos hicimos muy amigos. A Yupanqui sí lo conocía de antes. A Julio Cortázar lo ví recién a los tres años de ir a cantar a París por primera vez…

P- Te llevé a esos encuentros porque ahora estás recorriendo escenarios a dúo con Juan Baglietto. Un nuevo desafío en momentos que el trabajo no abunda, con dificultades para los músicos, los teatristas.

R- Sí, muy difícil, complicado. Por eso me asombra que la idea venga funcionado tan bien. Estamos poniendo el cartelito “No hay más localidades” en todos los teatros… Tremendo.

P- ¿Por qué te asombra?

R- Mirá, cuando surge una idea que se te ocurrió a vos o a cualquiera, novedosa dentro del mundo del espectáculo, te manejás porque tenés una experiencia que juega mucho, evidentemente, pero también obliga a plantearse muchas preguntas. ¿Por qué funcionará? Un día fuimos a un programa de Telefe (”Morfi, todos a la mesa” conducido por Gerardo Rozín) que tuvo una repercusión enorme, a tal punto que en domingo al mediodía tuvo once puntos de rating cuando nosotros cantamos. Fue tan fuerte lo que pasó que Gerardo nos propuso por lo menos charlar sobre presentarlo en algún teatro.

Con Juan somos amigos hace tantos años, pero los contactos profesionales han sido circunstanciales. El más grande quizá fue un espectáculo que hice en el Coliseo del que él hizo la puesta en escena. Una experiencia maravillosa. Juan es uno de los artistas argentinos que más talento tienen. No solo canta bien, su voz es un privilegio del que lo ha dotado la naturaleza, como un don. Pero sus puestas en escena, su buen gusto, se van cultivando con el tiempo, se van adhiriendo de acuerdo al camino que se transite. Aquella vez me impresionó muchísimo como un tipo brillante, extraordinario. Bueno, le propuse juntarnos y charlar. Entonces, nos reunimos acá, en mi casa, tres o cuatro veces para hablar del asunto, ver los pro, los contra, las posibilidades reales, las imaginarias, las fantasmales, lo que podía surgir de una juntada de esta naturaleza…

Terminamos convenciéndonos que sí podía ser pero trabajando muy duro en la selección del repertorio, primero, y después en la preparación de una versión distinta de ese material a la ya conocida. Fue una tarea ardua, complicada, difícil y sobre todo muy física porque estuvimos ensayando mucho tiempo, alquilamos un estudio de grabación que está cerca de aquí, y tiene característica de teatro. Montamos allí tarimas, sonido, el monitoreo entre todos, y después nos juntamos con tres músicos (Introini, Charras y su hijo Yaco) que necesitábamos por tocar nosotros distintas guitarras, para enriquecer el resultado, darle una coloratura musical diferente.

P- ¿Cómo es el juego de voces?

R- En las voces de Juan y mía hay similitudes en el registro, en la tesitura, pero diferencias desde el punto de vista tímbrico. El es más tenor ligero con muchos agudos, muy potente; y yo soy un tenor dramático. Juntar ambas características, darnos cuenta de eso, discutir, mirar qué función cumple cada una de esas voces en un dúo, nos llevó a concluir que podíamos hacer el espectáculo y luego de mucho trabajo y de muchos ensayos, seguros de hacerlo, comenzamos a planear dónde cantar por primera vez, dónde presentarlo. Enseguida nos salieron propuestas de todas partes. Si fuera por nosotros, estaríamos haciendo esto y nada más, hasta fin de año tranquilamente.

Hicimos funciones que agotaron entradas, tuvimos que repetir en el Ópera, en setiembre volvemos por dos presentaciones más, repetiremos en Córdoba, en Neuquén, Rosario, Mar del Plata. Eso primero sorprende y luego si lo pensás fríamente, si se lo analiza –como debe ser- abre bastante camino. Es posible si se emplea todo el rigor necesario y un laburo inmenso musical, organizativo y sobre todo estético.

“Historias con voz”,

la ficha y la gira

Voces y guitarras: Jairo y Juan Carlos Baglietto.

Bajo y contrabajo: Leonardo Introini.

Teclados: Adrián Charras.

Percusión: Yaco González.

“Historias con voz” se presentará mañana jueves en el Centro Municipal de Cultura, de Viedma; y el fin de semana en el Cine Teatro Español, de Neuquén: el sábado a las 21 con entradas agotadas y el domingo a las 20, con las localidades a punto de agotarse.

“Fue una tarea ardua, complicada, difícil y sobre todo muy física porque estuvimos ensayando mucho tiempo”,

revela Jairo sobre la gestación del show con Baglietto.

Jairo y Baglietto en Neuquén: entrevista con “Río Negro”

Datos

“Fue una tarea ardua, complicada, difícil y sobre todo muy física porque estuvimos ensayando mucho tiempo”,

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