Los monólogos de las madres

Las actrices Laura Azcurra, Victoria Onetto y Celeste García Satur protagonizan “Postparto”, una obra que habla de ese momento que cambia radicalmente la vida de una mujer.

Tres mujeres hablan sin tapujos del “Postparto”.

Eduardo Rouillet

eduardorouillet@gmail.com

Tres mujeres, tres actrices, Laura Azcurra, Victoria Onetto y Celeste García Satur protagonizan “Postparto”, que se presentará en la zona el 27, a las 21, en el Teatro La Baita de Bariloche y el 28 en Casino Magic de Neuquén.

Son tres historias contadas en escenas y monólogos, de mujeres cuyas vidas cambiaron radicalmente desde que devinieron madres. ¿Cómo enfrenta una exitosa arquitecta –Sabrina– la crianza de su hijo sola? ¿Qué sucede con su trabajo, con su vida, sus valores, sus seguridades? Carol es una muñequita hermosa, abusada en la infancia, con enormes dificultades para relacionarse con su bebé, a la que se le desplomaron sus acuerdos de pareja. Soledad, que ya tiene una hija de cinco años, tiene tendencia a las depresiones y con su nuevo crío toma por primera vez las riendas de la vida, siguiendo su dormido instinto.

“Postparto” –de Ignacio Apolo, Laura Gutman y Florencia La Rosa– discurre sobre el silencio posterior al nacimiento. Es una pequeña luz sobre esa oscuridad, una puesta amorosa, artística y política del cuerpo en escena, una comedia sobre esa tan valiosa etapa vital de la que poco se habla.

Laura interpreta a la arquitecta, Victoria a una consentida por su nana y marido, tratando de aprender el rol maternal que la desborda, y Celeste, a la más tranquila de todas, suave, delicada, complaciente. En la tranquilidad de su casa en Buenos Aires, Onetto (41) dialogó con “Río Negro”, en una pausa de sus tareas cotidianas como mamá de Eva (6). “Los actores podemos hacer personajes no relacionados con el momento que vivimos, porque de lo contrario no nos sería factible encarar un montón de roles. Si me llaman para representar una asesina, en ningún período de la vida me convierto en alguien así para interpretarla. Sí es verdad que hay cierto tipo de personajes que acompañan al propio desarrollo personal y los invoco de acuerdo con el tiempo personal que vivo, a la edad cronológica que voy transitando. No es lo mismo interpretar un rol a los veinte, a los treinta, que a los cuarenta… Entonces, está bueno –como actriz– estar intuitivamente muy consciente de ello para atraer personajes relacionados con el tiempo en que una está madura para resolverlo”, dice.

–Esto último que definiste, supongo que te sucede en “Postparto”. Como ocurre con un libro, al leer o actuar, hay elementos que podemos encajar en nuestra vida o nos sirven como herramienta para pensar sobre ella.

–Sí. En definitiva, esto fue hasta más concreto todavía. Cuando se armó el proyecto de “Post…”, una de las condiciones primordiales que existían para integrar el elenco, era ser madre en la vida real. Porque, aparte de contar una historia, en la obra también está planteado un espacio en el que cada una habla desde su propia experiencia con la maternidad. Por lo tanto, una actriz que no fuera mamá no podía interpretar este rol en estas circunstancias… No porque no pudiera hacerlo, sino que en este caso –en particular– era condición ser madre.

–El argumento plantea las dificultades que un nacimiento propone en la vida que la mujer viene desarrollando; pero también crea placeres, contactos novedosos, una unión definitiva con el nuevo ser.

–¡Totalmente! Para mí, la maternidad fue un antes y después, la experiencia más transformadora que me ocurrió en la vida y la más linda sin duda. Acá volvemos a encontrarnos con esta obra, en nuestro cuarto año con “Postparto”. Mi nena tiene seis años, así que mi postparto me queda un poco lejos, pero los textos no porque cada vez que subimos al escenario a decirlos nos reencontramos con esa etapa tan maravillosa y tan tremenda de las madres primerizas, sobre todo. De armonizar con nuestro bebé y todo lo que eso conlleva. Si bien los hombres no pueden vivirlo igual, hablamos mucho de la relación entre los miembros de la pareja, qué pasa, qué lugar ocupa él, cómo podemos incorporarlo para que no se sienta ajeno a la situación. La obra tiene tres personajes concretos, abordando la maternidad desde tres mujeres distintas. Laurita Azcurra hace una mamá soltera que decide tener su hijo de una relación ocasional y criarlo igual, con lo que implica. El personaje de Celeste García Satur tiene a su segundo hijo y entra en depresión, lo que afecta la relación con su marido y el nuevo bebé. Y el mío, Carol, es una mujer muy bien posicionada que se casa con un señor de mucha plata y enfrenta la maternidad no por deseo propio, sino casi por imposición social. Bueno, se casó y ahora tiene que ser madre. Y cuando se enfrenta con el niño, siente que le quita todo el protagonismo y entra en conflicto grave con él, tanto que lo quiere acogotar en un momento. A veces la maternidad nos sorprende… Hablamos de muchas madres distintas, por lo que las mujeres se identifican siempre con algún pasaje de la pieza. Y los hombres se sienten bien porque así los tratamos y pueden ver que no sólo su compañera estaba un poco alterada en el postparto. Como a todas les pasa más o menos lo mismo, se ven aliviados.

Al terminar la función o durante su desarrollo, la gente hace su devolución… ¿Recordás alguna que te haya conmovido particularmente?

–Nos ha pasado de todo y la hemos hecho ante muchísimos públicos distintos. Hay risas, carcajadas, situaciones dramáticas, y recuerdo, en una de esas funciones, que una mamá se puso a llorar a los gritos, diciendo que a ella también le había pasado lo que estábamos actuando. Pero… ¡desaforada! Así que toca en fibras íntimas de las mujeres que transitan esto. Mucho no se habla de la maternidad ni, precisamente, del tiempo posterior al parto. Durante el embarazo, qué divina la panza, nos dan lugar en la cola del supermercado, el asiento en el colectivo, y después, cuando el bebé está presente, él pasa a ser el divino, el centro de todas las atenciones, y la mamá se convierte en una pequeñez humana, fofa, gorda, que chorrea leche… Toda la consideración está puesta en el recién nacido y nosotras quedamos a un costado, mirando, preguntándonos ¿y yo qué, ahora qué hago?

–¿Cuántas cosas suyas, de la relación, te han embellecido, te han nutrido, han aportado a tu vida para que sea –como dijiste– un antes y un después?

–Soy una mamá muy devota con ella desde que nació y no me pierdo nada; de ese tipo de madres que cría. Y los primeros años de un humano, son todo, lo constituyen. Que yo esté cerca le da la seguridad de que va a tener el resto de su vida. Estos seis años de Eva han sido increíbles (la voz y la mirada de Victoria se endulzan) y siguen siéndolo porque cada día es un milagro. Es maravillosa. Está en una etapa donde lo que me dice y sus pensamientos hasta filosóficos, me deslumbran. Hace poco, hizo un viaje con su padre (Juan Blas Caballero) a Dinamarca y yo me tuve que quedar porque me salió otra obra, “La mujer justa” (de Sándor Márai, junto a Graciela Dufau, Hugo Urquijo, Arturo Bonín y Pochi Ducasse, en el Centro Cultural de la Cooperación). Y antes de subir al avión, me dijo: mami, no te preocupes; yo miro las cosas, después hago de cuenta que mis ojos son tus ojos y veo por vos… ¡Eso dijo! Imaginate que en su cabecita yo veo a través de sus ojitos… ¡Son cosas que maravillan! Yo trato de estimular toda la ingenuidad de su infancia porque hoy por hoy, en muchos casos, se pasa por arriba. Los niños tienen algo de lo que los grandes tenemos que seguir aprendiendo. Hay que estar muy atentos a su sabiduría…

Laura Azcurra y Victoria Onetto en escena, madres al borde de la desesperación.


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