Martín Sivak y la búsqueda más dolorosa de su vida

El periodista habló con “Río Negro” de su último libro, “El salto de papá” (Seix Barral), donde explora las posibles respuestas a por qué su padre, Jorge Sivak, se suicidó el 5 de diciembre de 1990.

Martín Sivak recurrió a la palabra escrita para encontrar alguna respuesta o explicación al hecho trágico que marcó su vida. En la actualidad él es uno de los periodistas de investigación más relevante y fundamentales de la Argentina. Ahora, con su libro “El salto de papá” (Seix Barral) comparte su búsqueda amorosa de reconstrucción de la figura de su padre para intentar entender por qué éste se suicidó.

“Antes de tirarse de palito de un piso dieciséis, papá se despidió de la clase obrera argentina.

Un grupo de albañiles que levantaba el hotel Hyatt a treinta metros no le retribuyó el saludo. Intentó detenerlo con gritos cuando puso el pie derecho sobre el alféizar de la ventana. El diario Crónica lo consignó en su edición de la tarde:

«¡Cuidado, loco, te vas a matar!»

«No, no, no.»

«¡Entrá para adentro!»

«¿Qué hacés, flaco? No te tirés.»

Les mostró la palma derecha y una media sonrisa. Soltó un berrido y se dejó caer”.

Así empieza su obra.

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Corría el 5 de diciembre de 1990. Los trabajadores no tuvieron tiempo de hacer nada. Jorge Sivak era financista, abogado, marxista-leninista, miembro de la clase alta y también de las FAL, preso político y defensor de presos políticos y exiliado. También fue heredero de un imperio que se alimentaba de fondos secretos del Partido Comunista. Su hermano mayor, Osvaldo, había sido secuestrado en 1985 por una banda integrada por policías de la Federal y dos años después aparecía su cadáver, previo pago de un rescate. Horas antes de ese 5 de diciembre Jorge se había enterado de que el Banco Central había decretado la quiebra de Buenos Aires Building, el banco de su familia.

Martín tenía 15 años y su papá 48. El guerrillero urbano que se ilusionaba con la revolución nunca había logrado alcanzar la destreza de ser un buen administrador ni satisfacer las demandas y expectativas de su padre Samuel, con quien pasó las últimas horas de su vida. Ese 5 Jorge llegó al departamento de su padre, en la calle Posadas, a almorzar. Tomó un vaso de Coca-Cola y fumó uno de sus sesenta cigarrillos diarios. Cuanta Martín que en actas no quedó asentado que llamó a “nuestra casa y pidió hablar con mi hermano Gabriel y conmigo. Pero no estábamos. A Lily, la empleada doméstica, le deseó buen viaje a Santiago del Estero. Se encerró con llave en la habitación que había sido de su hermano menor, Horacio. Después de cinco o diez minutos, ya sin el saco, se asomó a la ventana”.

El día después, Clarín interpretó el tema en tapa titulando:

“Liquidan el bando de Sivak

Creen que el empresario se suicidó por eso”

“La empresa de mi abuelo empezó el mismo año que nació mi padre, 1942, y quebró con el suicidio de mi padre en 1990. O sea que la vida de mi padre es la vida también del imperio, de aquel imperio de Samuel Sivak”, interpreta Martín.

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Sin odios ni rencores. Los hechos hablan por sí solo de esos años ´70 y ´80 que fueron tan intensos y convulsionados en la Argentina, como siempre. Por esto de atar un hecho con otro para encontrar explicaciones, de vincular un testimonio con otro para darle sentido a las presunciones, medio siglo después de aquellos días revulsivos Martín no deja escapar nada diciéndolo todo –todo es todo, en esta historia–.

“El salto de papá” también es un formidable ajuste de cuentas. Posiblemente sea el más implacable pase de facturas de toda la literatura testimonial argentina. Practica una demolición sobria, rigurosa de cada uno de los que defraudó a su padre, de los que no lo ayudaron o directamente lo perjudicaron. Desde Martha Oyahnarte al abuelo Samuel, pasando por testaferros, empleados infieles, gerentes que salvaron su posición, ministros menemistas, Gorriarán Merlo o José Luis Manzano. Como si le hubieran inoculado el suero de la verdad, sin cargar tintas (no necesita del énfasis), pero sin ocultar ni maquillar nada. No hay lugar para los eufemismos ni para el camuflaje de identidades. No deja pasar su chance, era el momento de decirle a cada uno lo suyo pero con cara de póker, sin levantar el tono”, consideró el crítico literario Matías Bauso.

Sin temor a exagerar, a la altura de Paul Auster, Phillip Roth y Carver, entro otros, Martín sabe recuperar la voz de su padre no de un modo autobiográfico sino desde la práctica más sofisticada del “nuevo periodismo”, que no solo le permite montar testimonios y recuerdos sobre el protagonista sino también saber en qué andan hoy los que siguen vivos. Nunca lo hace con tono de víctima, vale aclarar. “Si bien la historia que relato es trágica tuvimos como familia muchos momentos de felicidad”, recupera Martín.

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P- ¿Qué desencadenó que empezaras a escribir esta obra?

R- Escribí sobre mi padre por primera vez 11 años después de su muerte cuando ya tenía 26 años. Pasó un buen tiempo hasta que decidí a empezar este libro.

P- ¿Desde cuándo empezó este proyecto “El salto de papá”? ¿Cómo fue evolucionando ese proyecto?

R- Varió mucho. Durante siete años fue incorporando ideas, imágenes y palabras.

P- ¿Es novela, documental, literatura del yo, autobiografía, un libro de historia?

R- Una memoria sobre mi papá. Una memoria familiar.

P- ¿Tomabas distancia en algún momento de la figura de tu padre mientras escribías? ¿Sivak padre llegó a ser un personaje en algún tramo de la escritura?

R- No sé si la palabra es un personaje. Es, en el libro, un protagonista; el protagonista.

P- El mercado editorial así lo pide… hablar del libro para darlo a conocer… ¿esto te remueve tanto el corazón como cuando lo escribías? ¿Tu cuerpo lo registraba de algún modo?

R- No sé si lo registra. Es un honor que mucha gente se haya interesado por el libro. Hablar sobre el libro es parte del trabajo de escritura. La continuación.

P- ¿Te hubiese gustado que tu mamá leyera esto o el hecho que ella ya no esté te permitió escribirlo?

R- Me preguntó eso mismo Hinde Pomenariec en Infobae, Creo que lo hubiese escrito igual.

P- Me impactó el descubrimiento del psicoanalista de tu padre… que otro supiera la historia de él tanto o más que vos es increíble… ¿Cómo fueron las entrevistas con este profesional?

R- Fueron extrañas: hablar con un desconocido sobre un tema que ambos conocíamos bastante. Mi papá.

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Seco, sin cargar las tintas. Así es en su historia y así habla a “Río Negro”. Es tan explosiva y conmovedora que tiene el atino de no subrayar nada. De los distintos diálogos que ha tenido con la prensa en estos días, “Río Negro” incluido, Martín ha dicho:

– que cuando nació su hijo en 2010, viviendo en EE.UU., hubo “un momento muy catártico que fue contar la historia del secuestro y asesinato de mi tío. Pero después a veces pasaba mucho tiempo sin escribir. También había algo que a mí me resultaba muy incómodo y es que es yo siempre escribí sobre la vida de los otros, entonces toda esa parte me resultaba como un acto de exhibicionismo. Escribía y decía: me estoy convirtiendo en un exhibicionista. Porque estas cosas no se cuentan, pensaba. O sea, es para un mail para los amigos, no para publicar”.

– que la figura del psiconalista fue más que movilizadora. Su hermano Gabriel, que vive desde hace 20 años en Francia y que cada “tanto tenía sus arrebatos de querer hablar con la señora que trabajaba en la casa cuando mi papá se suicidó me sugirió que hablara con el analista y lo hice. Y hablé con él y fue muy extraño porque era alguien totalmente desconocido que tenía tantos detalles. Hasta ese momento, mi hermano y yo teníamos el monopolio de la historia más privada de mi papá. Fue una situación bastante extraña y también me ayudó a pensar algunas cosas”.

– que la figura del padre depresivo en los últimos años, no logrando satisfacer jamás a su padre como hombre de negocios, obtiene esta apreciación del abuelo Samuel: “Samuel Sivak fue un hombre muy pero muy cruel, absolutamente cruel y egoísta que abandonó a su hijo porque esperaba que su hijo fuera un buen empresario como lo fue él. Así que es una de las cosas que a mí más me dolieron de mi vida familiar, encontrar a ese abuelo tan, tan cruel con su hijo y que no lo haya ayudado en los meses finales y en el final y sobre todo haberlo culpado por el fracaso empresarial. Que era un fracaso previsible por varias razones, aparte de que era un mal administrador era una empresa que estaba en muy mala situación desde el secuestro de Osvaldo. O sea, había una serie de variables que no eran su única responsabilidad. Pero Samuel se quedó con esa idea. Lo que pude establecer, que fue una casualidad en la recopilación de material y en los documentos desclasificados en Washington que consulté, es que la empresa de mi abuelo empezó el mismo año que nació mi padre, 1942, y quebró con el suicidio de mi padre en 1990. O sea que la vida de mi padre es la vida también del imperio, de aquel imperio de Samuel Sivak”.

Queda bien explícito que este libro no tiene la intención de cerrar ningún duelo o dolor sino el contar una historia. “Este es un libro muy transpirado y muy reescrito que me sirve para resignarme a saber que no iba a haber una gran respuesta”, admite Martín.

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En un tramo del libro, Martín escribe: “Al comienzo –durante los primeros años, diría– quise saber por qué se había suicidado. Como quien resuelve una ecuación o las palabras cruzadas.

Conseguí hipótesis prestadas. Mi mamá responsabilizaba a la familia Sivak por haberlo abandonado. Horacio, su hermano científico, sostenía que hubo mala praxis de los psiquiatras y psicoanalistas. Su amigo Daniel Viglietti, en una carta, escribió que el sistema capitalista se va comiendo a las buenas personas.

“Sumé otras hipótesis.

(…) Me resigné, sin embargo, a no encontrar una respuesta definitiva”.

P- Por último, Martín, ¿qué pensás del suicidio?

R- No tengo respuesta.

Uno de los mejores periodistas de investigación del país

“En la foto de tapa papá le propone pelea al capitalismo frente al Hotel Nacional de Moscú, mientras una camarada limpia las ventanas”.

Textual de la página 302, cuando el relato está por finalizar.

“Papá se entregó un 5 de diciembre y no dejó cartas con explicaciones. Llamó, nos llamó, no nos encontró. Quería escucharnos las voces”,

se lee en el capítulo final de “El salto de papá”.

Con las técnicas de contar la realidad en formato novelado, Martín Sivak consigue conmover con su propia historia que refleja una parte de la historia de Argentina.

Datos

De la mayoría de sus libros de investigaciones se ha dicho que son trabajos fundamentales para entender la Argentina. “El salto de papá”, en otro tono y registro, también está en esta línea de trabajo, la reconstrucción rigurosa. Martín Sivak está convencido de que todos quienes trabajan en periodismo de algún modo relacionan sus producciones con sus vidas privadas.
Martín Sivak nació en Buenos Aires en 1975.
Es licenciado en Sociología (Universidad de Buenos Aires) y doctor en Historias de América Latina (Universidad de Nueva York).
Ha publicado, entre otros libros, “El dictador elegido: biografía no autorizada de Hugo Banzer Suárez (2001); “Santa Cruz: una tesis” (2007); “Jefazo: retrato íntimo de Evo Morales” (2008) y los tomos “Clarín, el gran diario argentino: una historia” (2013) y “Clarín, la era Magnetto” (2015).
Docente universitario, lleva ya 20 años de profesión periodística.
“En la foto de tapa papá le propone pelea al capitalismo frente al Hotel Nacional de Moscú, mientras una camarada limpia las ventanas”.
“Papá se entregó un 5 de diciembre y no dejó cartas con explicaciones. Llamó, nos llamó, no nos encontró. Quería escucharnos las voces”,
Con las técnicas de contar la realidad en formato novelado, Martín Sivak consigue conmover con su propia historia que refleja una parte de la historia de Argentina.

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