Método Ubriaco

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Hay una época del año en la que Antonio Ubriaco se siente solo y harto. Es un momento que reconoce con claridad: todo se vuelve gris y triste, como sin sentido. Ante esos pozos, tiene un método: entregarse, que no es lo mismo que rendirse.
Este hombre, ya cerca de jubilarse, plantea que todo aquello –al igual que el hastío y la decepción– se los combate redoblando la apuesta: siendo doblemente creativos, generosos y comprensivos con uno mismo. La vida siempre nos está hablando, dice. Como la tristeza es parte de la vida, también nos viene a decir algo.
Ubriaco recuerda que hasta la mitad de su vida, en esos momentos, su reacción era abrazar los excesos para no sentir dolor. Cocaína, alcohol y más de 60 horas de trabajo semanales. Pero sabía que esos analgésicos no podían durar mucho.
Un día, Ubriaco probó abrirle la puerta a la tristeza y preguntarle quién era, qué quería. Escuchó un rumor impreciso pero firme que lo convenció: había una herida amorfa que sangraba. ¿Qué pasará si la escucho?, pensó. Sintió una brisa que direccionó la vela y empezó a navegar. Con los años, hizo de esto un método, su método, al que llama “escuchar el silencio”. Asegura: “Tras aguantar un rato, siempre pasa algo. El silencio está cargado de señales”.
Ubriaco sabe que hay momentos en que uno se desespera y siente que nunca va a llegar a deshacerse de sus miedos, de las preocupaciones… “Pero el punto es el camino”, insiste. Por si hiciera falta, aclara que está lejos de sentir la vida resuelta. Al contrario, como contamos al principio: hay épocas en las que está agotado. Entonces, baja la guardia y le habla a la vida usando palabras simples, pero con intenciones genuinas. Con paciencia, abriendo el corazón y apagando el cerebro, dice.
Tras eso, afirma, siente la certeza de que la vida le responde. “Me dice que está todo bien, y la mayoría de las veces no entiendo. Pero acepto. Siento cosas que no sé describir. Empiezo a percibir indicios. Es como un GPS que me redirige, sin importar cómo ni dónde esté: siempre hay señal”, dice. Le funciona, y vuelve a hacerlo cada vez que lo invade el mismo estado. Que es parecido, pero diferente.

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