Palimpsestos: comienzos (II)

Datos

Sabemos que el comienzo literario más extendido y famoso es el “había una vez” de los cuentos maravillosos que poblaron nuestra infancia. Hay otros que seguramente tendrás en tu memoria o son tan célebres como aquel “En un lugar de la Mancha…” con el que sale de aventuras el gran Don Quijote.
García Márquez es un experto en comenzar y cerrar historias; quién no recuerda el comienzo de “Cien años de soledad”, una larga frase de ritmo lento que nos anticipará los prodigios y la violencia política de la novela; también el uso caótico del tiempo. Y por otro lado, el final de “El coronel no tiene quien le escriba”, con aquella palabra seca, terrible, un verdadero cross a la mandíbula como quería Roberto Arlt.
“Escribo: un tumor me pudre la lengua. Y el tumor que la pudre me asesina con la perversa lentitud de un verdugo de pesadilla”. Con estas palabras de Juan José Castelli se inicia una novela fundamental en las letras argentinas “La Revolución es un sueño eterno”, de Andrés Rivera. Ese comienzo funciona como una verdadera metáfora de la historia argentina: Castelli, el orador de la Revolución de mayo, la voz encendida de esa revolución termina apagada y podrida. Nuestra historia comienza con un fracaso, parece decir Rivera.
“El señor presidente” de Miguel Ángel Asturias inaugura en las letras latinoamericanas las novelas sobre dictadores. El comienzo nos sumerge en una atmósfera diabólica, irracional como la que se vive en ese país dominado por el terror. “…¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de oídos persistía el rumor de las campanas a la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra, lumbre de alumbre, sobre la podredumbre, Luzbel de piedralumbre!”
“El cuaderno de notas estaba abierto, en medio de la mesa. Había una sola frase escrita en esas dos páginas que quedaban a la vista. Decía: ‘¿A partir de qué edad se puede empesar a torturar a un niño”? Así inicia la novela de Martín Kohan, “Dos veces junio” que relata el operar de las fuerzas armadas, especialmente con la tortura, durante ese mes del 78 en el que también se jugaba el mundial de fútbol.

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