Palimpsestos: Despedida de solteros

a maldad no cambia; pero los malvados mutan de acuerdo con las épocas. El romanticismo nos hizo ver que los malos son siempre malos y que uno los distinguía a leguas de distancia, ya sea por su vestimenta, los rasgos faciales o alguna alteración en su cuerpo. Una variante de estos malvados eran aquellos que tenían una excepcionalidad física o psíquica que los volvía verdaderos monstruos.

El mal está diluido en las aguas de la actualidad, se enmascara bajo personajes comunes, banales, insospechados; esto lo hace doblemente siniestro y perverso. Con más certezas que dudas, creo que hoy el mal se ha encarnado en los productores y productoras de televisión; especialmente en los que se ocupan de los llamados “reality shows”. Semejante conclusión fue producto de observar algunas emisiones del programa “Despedida de solteros”.

Ya no nos basta el morbo que nos generaba “Gran Hermano”, necesitábamos hacerlo más perverso, sin importar para nada la humillación causada a los participantes. “Despedida de solteros” tiene un fin claro: tratar de romper los vínculos entre las parejitas que están allí por el sueño de una boda mediática y de una casa. Nuestras miserias más hondas salen a relucir mediante situaciones que ponen a prueba la voluntad, el deseo y las convicciones de los/as participantes. El resultado suele ser situaciones comprometidas, comportamientos cercanos al adulterio o directamente adulterio. Esto luego se lo muestran a su pareja que está aislada en otra casa.

Presencié una escena en el estudio que me dio vergüenza como televidente. Enfrentada una pareja por una supuesta infidelidad de la chica, un grupo de “sesudos” panelistas analizaba las imágenes e interpretaba las intenciones que la chica tenía en darle los masajes a otro participante, mientras Marley y Zampini metían el dedo en la llaga. El resultado fue desolador, el muchacho lloraba como un niño en cámara mientras pedía por favor irse. Seguramente detrás de cámara los/as productores se frotaban las manos de satisfacción.

Y uno se pregunta, no sin cierto temor, ¿Qué seguirá ahora? ¿Con qué nos sorprenderán en los próximos años? ¿Hay límites? ¿Cuáles son?


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