Palimpsestos: ¡Qué plantita, Bartolo!

Néstor Tkaczek

ntkaczek@hotmail.com

@ntkaczek

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Cuando niño o niña seguramente fantaseaste con obtener aquello que la realidad imperturbable te negaba. Soñaste con la bicicleta, o la muñeca o el juguete ese que tenía la nena o el vecinito de enfrente, tan grandes todos para los diminutos bolsillos de tus padres. ¿Quién no imaginó que venía Aladino y frotaba la lámpara y uno pedía los tres deseos, o tener en el fondo de tu casa o en algún lugar secreto una planta que diera bicis, muñecas, autitos, caballos o lo que tu fantasía sembrara?
A Bartolo se le cumplió el sueño, él en una maceta sembró un cuaderno (me imagino la risa de los demás cuando lo veían regando o acomodándole tierrita en la maceta). Con el tiempo tuvo una hermosa planta que daba cuadernos que luego regalaba a los chicos pobres que no tenían para ir a la escuela. Esto le creó, por increíble que parezca, muchos problemas, especialmente con el vendedor de cuadernos y con la policía.
El párrafo anterior es un resumen imperfecto de ese cuento magnífico llamado “La planta de Bartolo”, publicado hace medio siglo y un año por Laura Devetach (1936), dentro de un libro emblemático de la literatura infantil, “La torre de cubos”. El bonachón de Bartolo o la curiosa Irene que ingresa a otra dimensión por la torre de cubos fueron prohibidos por la última dictadura militar. Uno de los argumentos—increíble por cierto—para censurarlo fue “la ilimitada fantasía” que contenía el texto. En un trabajo de 2001, Judith Gociol afirma:“…hubo un espacio que el ojo del censor vigiló con firmeza: el de la literatura infantil. Los militares se sentían en la obligación moral de preservar a la niñez de aquellos libros que —a su entender— ponían en cuestión valores sagrados como la familia, la religión o la patria. Gran parte de ese control era ejercido a través de la escuela”.
Al igual que las medicinales, la plantita de Bartolo sirve para combatir la injusticia, la desigualdad social y para reflejar el rostro avariento del capitalismo. Estimula la caridad, la generosidad y el sueño de poder sembrar tu propia planta de los deseos no cumplidos.

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