Una olla de presión aquí, otra allá

“El mundo educativo está en movimiento y lleno de preguntas”, reflexiona Axel Rivas en su libro “América Latina después de PISA”. En uno de los capítulos de su investigación sostiene, entonces, que en el marco de las “grandes y diversas transformaciones” dadas en las última década en el conjunto de los sistemas educativos de América Latina surgen tensiones que resumen “los interrogantes centrales” que emanan de los estudios realizados por PISA en el continente. Éstas “hablan de un tiempo de incertidumbre, propio de los grandes cambios atravesados y de los que se avecinan”. Del grupo de tensiones sobre las que reflexiona Rivas, se extrae aquí una que, sin establecer una jerarquía superior al resto, sí se torna definidamente visible en la cotidianidad en Argentina y el resto del continente: la escuela como olla de presión. Veamos siguiendo la investigación de Rivas: • En una misma etapa histórica, que se inicia a mediados de los 90 y sigue, la región impuso una doble demanda a sus escuelas: atender a más nuevos alumnos y mostrar resultados. Mientras que se les pedía a las escuelas que contengan la desbordante cuestión social puertas adentro, también se les hacían reversibles las ventanas de sus aulas para mirar los resultados mediante las evaluaciones de calidad. • La escuela se transformó en una olla a presión: demandas sociales de contención y demandas políticas de eficacia. El doble movimiento sacudió a docentes y directivos. El dilema se tradujo en preguntas abiertas: ¿qué tanto puede integrarse adentro lo que se desintegra socialmente afuera de las aulas?, ¿qué tanto se puede pedir a las escuelas?, ¿de qué son responsables? • La nueva etapa histórica se experimenta entre mezclas inciertas. Las escuelas viven las derivaciones de la compensación, la contención, la compasión y las nuevas ideas de justicia. En esas mezclas quedaron especialmente atrapadas las escuelas públicas, que perdieron alumnos en la mayoría de los países y que debieron abrir sus puertas cuando otros las cerraban.


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