Unas “hojitas” que echaron hondas raíces en la cultura occidental

–En sus memorias, Winston Churchill confiesa que cuando leyó “Mein Kampf” concluyó: un programa político concreto, un peligroso programa político. Con Adolf Hitler en el poder, dijo: “Ya sabemos lo que hará”. Hoy se sabe que Churchill, en carta a su máximo colaborador Anthony Eden, le dijo que había estado tan concentrado en el nazismo que se había olvidado –digamos– del “Manifiesto Comunista”, “otro programa político peligroso”. En su ensayo usted reflexiona sobre el “Manifiesto”, pero ¿es un programa político?

–Trasciende ese encasillamiento y muchos otros que se han hecho y harán sobre su naturaleza, proyección. Isaiah Berlin, liberal de buena madera, en su trabajo sobre Karl Marx, porque como liberal inteligente que era leyó a Marx sin anteojeras ni prejuicios, dice, y así está en mi ensayo, que en la modernidad ninguna fuerza política ni causa moderna alguna ha producido algo comparable en elocuencia, en fuerza. Encuentra en el “Manifiesto” un “vigor dramático” terminante destinado a denunciar las razones del orden existente. Jacques Derrida –demos un salto en el tiempo– encastra el “Manifiesto” en la tradición filosófica. Y detecta una fuerza casi única en ese espacio. Dice que la lección que deja el “Manifiesto” hace a la “urgencia del hoy, del presente.

–Vía Berlin o Marshall Berman, según usted tenemos en el “Manifiesto” un dato primero, esencial, entre los que ofrece la mudanza que implicó la modernidad…

–Berman lo define como un texto fundamental de ese proceso.

–Pero ¿cómo medir esa gravitación a 160 años de su publicación?

–Nos habla de hoy. Mucho del lenguaje político presente sigue abrevando en el “Manifiesto”. Cuando desde la historia vamos a la política o viceversa, hablamos de luchas de intereses, de “clase” concretamente, aunque algunos hagan alguna pirueta dialéctica para eludir el término “clase”. Hablamos de “hegemonismos”, “dominación”… de la imposición del más fuerte, de lucha por la distribución, de un capitalismo que en tren de consolidar posiciones agudiza contradicciones. Hablamos en términos que vertebran el “Manifiesto”. No se trata de si se es o no marxista: se trata de algo menos terminante. Se trata de asumir el “Manifiesto” –para criticarlo o no– como una proyección de vinculación permanente con los presentes que le siguieron desde su primera edición.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios