El Depo quiere curar el mal de goles con Mannara

Con la llegada del experimentado delantero, el Naranja intentará recuperar el poder de fuego que no tuvo en el último torneo. “Espero que con mi aporte se abra el arco”, dijo el atacante de 37 años. Mañana se sumará al equipo de Mauro Laspada.

Federal A

Si hay algo que no tuvo Deportivo Roca en la última temporada fue gol. Tal déficit le impidió al Naranja cerrar algunos juegos donde el desarrollo justificaba un mejor final. Goles son amores y sin ellos cualquier formación se trasforma en un equipo desangelado, por más buenas intenciones que pueda tener.

El Naranja se ha armado de atrás para adelante en el primer año del ciclo de Mauro Laspada, pero la asignatura pendiente ha sido la efectividad. Para aprobarla, el Depo concretó en las últimas horas los servicios de Rodrigo Mannara, el experimentado goleador nacido en Lanús que a partir de mañana se sumará a la pretemporada junto al resto de sus compañeros.

“Mi hermano Pablo, que es mi representante, es amigo de Mauro y venían hablando de la posibilidad. Yo no sabía nada, me enteré a último momento. Ellos jugaron juntos en Olimpo y mantienen un vínculo desde aquella época. Mañana (por hoy) estoy saliendo para allá”, cuenta Mannara desde Lanús, su lugar irremplazable, el de sus afectos.

“Acá empecé a jugar a los 8 años, hice todas las inferiores y a los 18 debuté en Primera”, agrega este delantero que actuó además en Arsenal y Racing antes de pasar al fútbol chileno. Jugó en Universidad Católica y en Deportes Puerto Montt, pero fue en Cobreloa donde Mannara se recibió de ídolo.

P- Vas a vestir la segunda casaca naranja de tu carrera…

R- Sí, de a poco voy conociendo al club, sé que es uno de los más importantes del sur. Salió la posibilidad y ni lo dudé. Además está Mauro como técnico, que es amigo de mi hermano… Incluso llegue a jugar en contra cuando yo estaba en Lanús y ellos en Olimpo allá por el 2003. Ahí jugaba de mediapunta y trataba de no ir por el sector donde estaba Mauro… (risas)

P- ¿Era bravo no?

R- Tremendo. Por abajo, por arriba, te pegaba por todos lados.

P- Con 37 años seguramente no podés relajarte con el físico, ¿cómo estás en este aspecto?

R- Estoy bien. Terminé de jugar el Federal C (con el Satsaid, de Moreno) en mayo. Teniendo en cuenta que el A arranca en septiembre, voy a tener tiempo de hacer una buena pretemporada. Para el inicio del torneo voy a estar diez puntos.

P- Roca tuvo poco gol en el torneo pasado y con tu llegada esperan solucionarlo…

R- Cuando hablé con Mauro, me dijo que era un equipo que tenía buena proyección por las bandas, pero que les había faltado la puntada final. Espero que con mi aporte se abra el arco. No tengo problemas para jugar por adentro o por afuera, eso lo decidirá el técnico. He jugado en todos los puestos del frente de ataque y también como volante ofensivo. Sé que vengo para tratar de solucionar los problemas de gol que tuvo el equipo. No soy Luis Suárez pero algunos voy a meter.

P- ¿Qué me podés decir de Sebastián Salomón, roquense y también bien granate?

R- Una gran persona y gran compañero. Compartimos plantel en Lanús entre el 2002 y 2004 y la verdad es que daba gusto ir a entrenar con tipos como Seba porque era muy divertido. Él y el Rengo Díaz eran muy importantes en lo anímico para el grupo. Ahora es técnico en las inferiores. Lo cruzo siempre por el club. Acá, donde nos conocemos todos.

Las desventuras

en Mandiyú

Cuando comenzó a transitar por los clubes del ascenso, Rodrigo Mannara jugó en Textil Mandiyú de Corrientes en el 2014, y vivió una experiencia inolvidable aunque no del todo satisfactoria.

“Me llama Cachín Blanco, que era el técnico de ese equipo. Éramos como nueve lo que había llevado y vivíamos todos en un mismo edificio, en distintos departamentos. Un día estábamos jugando al truco y cayó el presidente del club como con 20 barras, todos encapuchados. La intención era recuperar los documentos que nosotros les entregábamos cada vez que nos pagaban. Yo me escapé por atrás. Una locura. Un día perdimos con Sportivo Patria de Formosa y se metieron como siete barras en los vestuarios. Terminamos todos a las piñas. Los mandaba el presidente. En ningún lado viví nada igual.


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