El Gráfico, esa colección única e indescriptible

La despedida fue hace varias horas y todavía cuesta reponerse del golpe. El Gráfico pasó a la historia, la tristeza será perpetua y los recuerdos, infinitos.

El Gráfico fue la ilusión de niño de llegar a suscribirse, el sueño cumplido de tenerlo todas las semanas, el cruce de las vías zapalinas en pleno invierno para ir a retirarlo a lo de Fito y la suspensión de todas las actividades para leerlo. Desde la tapa hasta la contra.

Ver ese Helou en manuscrito te daba una sensación de poder. El premio de comprarlo siempre era tener la prioridad para asegurarte los ejemplares en Mundiales o Juegos Olímpicos. Y en el medio no sólo había fútbol. También estaban Falucho Laciar o Vilas o Gabi Sabatini.

Más acá en el tiempo, El Gráfico se transformó en una colección indescriptible. Etiquetarlos con el Mati nos llevó un verano: pileta, mates y varias cajas de Pegasola. Él puso los suyos, que eran de los 9,0 y los de Esteban, que tenía los del 78 y los de Diego en Boca en 1981. Yo sumé los del medio y las cajas de archivo explotaron. Se llenaron de campeones y de notas excelsas, como la que Cherquis Bialo escribió cuando Víctor Galíndez venció a Richie Kates.

Ya en el 2002, cuando El Gráfico pasó a ser mensual, la historia cambió y el final se veía venir. Hizo un último intento en formato digital, pero fue tarde. El mundo web se lo llevó puesto.

Su esencia era el papel, con la tapa de Campeones del mundo en 1986 o la negra de Vergüenza luego del 0-5 con Colombia. Hoy, esas portadas son viejas al instante.

Duele, pero hay que admitirlo y habrá que acostumbrarse a pasar por el kiosco y no verla. Por suerte, queda el consuelo de poder ir a pispear esa pila de revistas etiquetadas que marcaron a fuego al deporte argentino.


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