Fausto y los niños que ríen en el aire

Catini está en el Sudamericano nivel A, el más complejo, y es la cabeza visible de un grupo de gimnastas que rompió un molde.

Gimnasia Artística

Un día la mamá de Fausto Catini decidió que algo debía hacer para despejar la angustia que la invadía cada vez que su hijo se lanzaba de cabeza al piso desde el sillón de su casa, imitando a un dibujito animado que daban por la tele. Lo mandó a gimnasia artística “para que aprenda a caer bien”.

Fausto tenía casi cuatro años. Hoy tiene 13 y es una de las mayores promesas de la gimnasia masculina, no sólo de la región sino del país. En el Selectivo realizado hace una semana en Buenos Aires, se clasificó para el Sudamericano (el 18 y 24 de septiembre) de Mar del Plata). El primero en lograrlo en la región.

En el ya mítico gimnasio Patagonia de Alberto de la Rosa, pululan desde hace décadas decenas de chiquilinas de todas las edades. Pero desde hace solo siete años hay un grupo de chicos comandados por el profe Maximiliano Fattori, dispuestos a reclamar un lugar históricamente negado a la gimnasia artística femenina regional: el Nivel A, la elite de la disciplina.

“Tuvimos la suerte de romper con eso a través de Fausto, y ahora también con Giuliano Paz”, cuenta Fattori sobre otro de los jóvenes maravilla del Patagonia, que ya está en la elite y el año que viene comenzará a competir en las grandes citas.

“Me gusta Federico Molinari…”, dice Fausto en medio de su timidez de pibe. Su talento y trabajo sostenido lo han llevado a ser el primer gimnasta regional en clasificarse a un Sudamericano nivel A.

Gracias a él, y al trabajo de Fattori y su equipo, aparatos como las anillas o el potro con arzones comenzaron a compartir espacio con las barras asimétricas o la viga de equilibrio, elementos que son exclusividad de la gimnasia femenina.

Como Molinari, Fausto prueba hacer la cruz en las anillas pero lo que más le gusta son los arzones y el suelo, aunque según revela en medio de su sonrisa de bracket juvenil que la barra tiene una sensación que no experimenta en ningún otro aparato: “Acá volás… cuando cambias de mano o en la salida, vas libre. En el aire. Es como si volaras”. Y de la misma manera, le escapa al micrófono y vuelve a juntarse con los otros chicos. Se divierten, ríen, juegan. En definitiva, lo más importante de todo esto.

Fausto asegura que la rutina no le significa un sacrificio a pesar de que se entrena cuatro horas por día, de lunes a viernes, y tres los sábados.

“A las 6 años practicaba una hora, los martes y jueves, luego sumó una más los otros días de la semana. Más tarde subió a dos horas… y así. Además de tener un gran talento, es muy responsable y disciplinado. No falta jamás”, avala su entrenador.

La proporción entre mujeres y varones que desarrollan la disciplina, al menos en el Patagonia, es de 4 a 1. Quizás allí se explique en parte por qué a las chicas les cuesta llegar al A y a los varones no. “Al ser pocos se hace algo más fácil entrenarlos, capacitarlos. No es lo mismo trabajar con 40 chicas que con 10 pibes”, explica Fattori.

Sea como sea, los chicos son cosa seria y llegaron para ocupar un sitial que estaba desierto. La excelencia ya es suya, aunque todavía falta lo mejor de esta historia.

“Me gusta Federico Molinari…”, dice Fausto en medio de su timidez de pibe. Su talento y trabajo sostenido lo han llevado a ser el primer gimnasta regional en clasificarse a un Sudamericano nivel A.

Gracias a él, y al trabajo de Fattori y su equipo, aparatos como las anillas o el potro con arzones comenzaron a compartir espacio con las barras asimétricas o la viga de equilibrio, elementos que son exclusividad de la gimnasia femenina.

Como Molinari, Fausto prueba hacer la cruz en las anillas pero lo que más le gusta son los arzones y el suelo, aunque según revela en medio de su sonrisa de bracket juvenil que la barra tiene una sensación que no experimenta en ningún otro aparato: “Acá volás… cuando cambias de mano o en la salida, vas libre. En el aire. Es como si volaras”. Y de la misma manera, le escapa al micrófono y vuelve a juntarse con los otros chicos. Se divierten, ríen, juegan. En definitiva, lo más importante de todo esto.

Fausto asegura que la rutina no le significa un sacrificio a pesar de que se entrena cuatro horas por día, de lunes a viernes, y tres los sábados.

“A las 6 años practicaba una hora, los martes y jueves, luego sumó una más los otros días de la semana. Más tarde subió a dos horas… y así. Además de tener un gran talento, es muy responsable y disciplinado. No falta jamás”, avala su entrenador.

La proporción entre mujeres y varones que desarrollan la disciplina, al menos en el Patagonia, es de 4 a 1. Quizás allí se explique en parte por qué a las chicas les cuesta llegar al A y a los varones no. “Al ser pocos se hace algo más fácil entrenarlos, capacitarlos. No es lo mismo trabajar con 40 chicas que con 10 pibes”, explica Fattori.

Sea como sea, los chicos son cosa seria y llegaron para ocupar un sitial que estaba desierto. La excelencia ya es suya, aunque todavía falta lo mejor de esta historia.

Giuliano Paz, el nuevo joven maravilla que pide pista

Si bien Fausto Catini es la punta de lanza de los gimnastas del Patagonia, dentro del grupo de chicos que también apunta alto está Giuliano Paz. Con sólo 8 años, es el gimnasta de menor edad en llegar al nivel A. Está encuadrado en una categoría nueva que dispuso la Federación Argentina, reservada parar los nenes de 8 y 9 años. Giuliano, junto a un chico de Buenos Aires y otro de Rosario son los únicos infantiles de nivel Elite en el país. En el último Nacional de Clubes disputado en Santa Fe, el pequeño gimnasta roquense se quedó con el primer lugar.

Tanto Giuliano como Fausto son el producto de una nueva estructura de trabajo, que ha podido traspasar una barrera por mucho tiempo infranqueable: tener gimnastas en el máximo nivel.

Podio Polideportivo


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