Sampaoli, el hombre de Casilda que dejó todo por ser entrenador

En la localidad santafesina se forjaron las armas con que Jorge Sampaoli, próximo DT de la selección, revolucionó los equipos que tuvo bajo su mando. La metamorfosis del hombre común que se hizo entrenador, contada por uno de sus amigos de aquellos años.

“Desde que tengo uso de razón es que sueño con ser el técnico de Argentina…”, juró Jorge Sampaoli a modo de disculpa la semana pasada cuando se estaba despidiendo del Sevilla para cumplir con el anhelo de toda su vida. No falta a la verdad Sampaoli. En Casilda, la patria chica del entrenador, su pasado avala buena parte de los rasgos distintivos que terminaron de moldear al exitoso DT de hoy.

“Una vez estábamos en el banco charlando y me dice: ‘Algún día voy a ser el entrenador de la selección’ ”, le cuenta a “Río Negro” desde Casilda, Jorge Beltrán, amigo del ‘Zurdo’, tal como lo conocen a Sampaoli en su pueblo. Compañero de colegio y también del primer trabajo formal que tuvo Sampaoli, mientras transitaba sus primeros pasos con técnico, Beltrán fue testigo de la metamorfosis de un hombre común que mientras pasaba sus horas en el viejo Banco Provincial de Santa Fe en los años 80’ y 90’, preparaba mente y cuerpo para dedicarse de lleno a ser entrenador de fútbol.

“¿Viste cómo es en los partidos? Que anda de acá para allá, gesticula, grita, da indicaciones todo el tiempo… Cuando empezó a dirigir acá, era igual. Siempre fue obsesivo, pasional, un tipo con mucho carácter. Si disponía un entrenamiento a las 2 de la tarde y la figura del equipo llegaba tarde, no lo ponía”, cuenta su amigo del colegio Dalmacio Vélez Sarsfied, donde hicieron la secundaria. Fue en el viaje de egresados donde Sampaoli estuvo en Río Negro, más precisamente en Bariloche a principios del año 1977. “Fue un viaje largo, pero nos divertimos mucho”, rememora Beltrán.

Sampaoli hizo inferiores en Newell’s y era un volante con llegada por izquierda que se caracterizaba por su juego aguerrido. Pero una fractura de tibia y peroné de la que no se pudo recuperar, truncó su carrera como jugador profesional, aunque el germen del fútbol siempre se mantuvo vivo en el alma del Zurdo.

“No fue futbolista, no tuvo padrinos y ni apellido ligado al fútbol. Todo lo que Jorge es hoy, lo hizo con sacrificio”, aporta Beltrán. En Casilda todos conocen cómo aquel Sampaoli llegó a ser este Sampaoli.

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El Zurdo jugó de pibe en Newell’s y admira profundamente a Marcelo Bielsa. “Siempre de identifiqué con su filosofía, con su proyecto de fútbol de ataque, de cómo sentir el juego”, declaró Sampaoli alguna vez. Sin embargo, los colores de su corazón de hincha son los de River.

Cuenta Beltrán: “Cuando podíamos nos íbamos a Buenos Aires a ver a River. Seguimos mucho al equipo de Labruna, y todos los que vinieron después. Admirábamos mucho al Beto Alonso. El otro día contra Central (el último domingo) yo fui al Monumental y él también. Volvió a la cancha donde fuimos juntos muchísimas veces. La primera vez fue un clásico ante Boca, en 1976”.

El fútbol en todas sus formas y también el rock ha sido parte de la vida de Sampaoli. “No escucho y sigo porque mucho de lo que está prohibido me hace vivir”, dice uno de los tantos tatuajes que adornan el cuerpo del DT. La frase corresponde a una letra de Callejeros. Sampaoli es muy amigo de Pato Fontanet, aunque desde Casilda no pueden aportar muchos datos sobre el gusto musical del Zurdo, también muy cercano a la obra de los Redonditos de Ricota.

“Ese gusto lo desarrolló de más grande. Mientras estuvo acá, no se hablaba de rock. Imaginate que tenemos 57 años, así que eso le vino después. En aquella época nosotros hablábamos sólo de fútbol y de lo que pasaba en el pueblo”, cuenta Beltrán desde el Club Gentili de Casilda. “Acá nos juntamos a comer. Tiene muy buena gastronomía y canchas de bochas”.

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Desde el 1994, mientras aún trabajaba en el banco, hasta que se fue a Perú solo y con un bolsito bajo el brazo a probar suerte a Juan Aurich, el personaje del que hoy hablan todos, comenzó su carrera desde bien abajo, debutando en el club de toda su vida: Alumni de Casilda, donde fue campeón y al que dirigió en tres ciclos. El último allá por el 2001 al regreso de Argentino de Rosario, por aquel tiempo institución ligada al Newell’s bajo la presidencia de Eduardo López. En el medio, dirigió a Belgrano de Arequito y a Aprendices Casildenses, otro de los equipos de su pueblo.

Luego llegó el exilio en solitario, ya que toda la familia Sampaoli se quedó en Casilda, incluidos los dos hijos del entrenador: Sabrina y Alejandro. El Zurdo quería darle alas a su fantasía y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por su sueño.

“‘Yo me largo, que sea lo que tenga que ser’ ”, me decía el Zurdo. Y la verdad es que dejó todo por ir detrás de su idea de ser técnico. Renunció al banco, le costó la familia, todo”, apunta Beltrán como para trazar el perfil de aquel Sampaoli que se fue de Casilda a conquistar América.

Vaya sí lo hizo. Luego de Perú, su paso por Ecuador y su posterior desembarco a Chile, Sampaoli diseñó su currículum pero fundamentalmente desarrolló una idea: “Presión constante, recuperación inmediata y no resignar la posibilidad de atacar. Que la rebeldía sea un rasgo. Me gusta que me valoren, no por lo que gané, sino como lo gané”.

Sampaoli está en el lugar que siempre quiso estar. Por el bien del fútbol argentino, ojalá pueda poner sus ideales al servicio de un seleccionado dominado hoy por la apatía y el desgano.


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