30.000 fieles oran en la plaza San Pedro de Roma

Actualizado a las 19:51

CIUDAD DEL VATICANO (AFP).- Con gran devoción y lágrimas en los ojos, al menos 30.000 personas participaron en la plaza de San Pedro del Vaticano el viernes por la noche en lo que podría ser el último rosario rezado con el papa Juan Pablo II todavía en vida. «Esta noche, Cristo abrirá las puertas al Papa. Con seguridad, allá le estará esperando María, a la que el pontífice profesa una gran devoción», afirmó al comienzo de la homilía monseñor Angelo Comastri, vicario del Papa para la Ciudad del Vaticano.

Una larga procesión de fieles de todas las edades y nacionalidades, tanto romanos como turistas, con velas en las manos convergió en la plaza de San Pedro y muchos de ellos se arrodillaron repitiendo a coro la plegaria. «Cuando el padre sufre, los hijos se reúnen a su lado y cuando el padre muere, los hijos se arrodillan y rezan. De esta manera le dan afecto, admiración y agradecimiento. Es lo que queremos hacer esta noche, reuniéndonos en torno al Santo Padre», agregó monseñor Comastri.

Los fieles viven una conmoción colectiva ante la inminencia del desenlace fatal de la batalla que a escasos metros el Papa libra contra la enfermedad. Terminado el rosario, la plaza de San Pedro sigue inundada de fieles que tristes y llorosos, en medio de un silencio conmovedor, con las miradas dirigidas a las ventanas de los apartamentos del Papa en el tercer y último piso del Vaticano, algunas de las cuales están iluminadas.

«El Papa siempre luchó por la paz en Irak y fue muy importante en el diálogo de las religiones», destacaron las estudiantes madrileñas Carmen, Laura, Mónica, Sandra, Belén y Sonsoles, todas de entre de 16 y 18 años de edad. Y es que la juventud romana ha preferido desertar cines, bares y discotecas este viernes por la noche para rendir un homenaje a Juan Pablo II, que a lo largo de casi 27 años de pontificado ha dedicado buena parte de su tiempo a dialogar con los jóvenes.

«No podemos faltar», dice Alfio, mientras intenta separar a sus hijos de dos y cuatro años enzarzados en una pelea que rompe momentáneamente el silencio y el sobrecogimiento. «Pero estoy sereno. Nosotros cristianos tenemos una inmensa suerte de creer en el Más Allá», asegurá aliviado.

Para Chiara no ha sido un sacrificio traer a sus dos hijos de cinco y doce años a orar por «un gran hombre»: «Vivimos cerca y es lo menos que podemos hacer», asegura. Richard, nigeriano, trabaja en Roma no se puede hacer a la idea de que Juan Pablo II se acerque al final de su vida terrena: «Me gustaría que viviese más», el mundo necesita paz, asegura.

Poco antes, en la Basílica de San Juan de Letrán en Roma, miles de personas, entre ellas las máximas autoridades de Italia, asistieron a la misa por el Papa. «Juan Pablo II está enfrentando la prueba más difícil de su vida extraordinaria y la vive con íntima serenidad y confianza», aseguró en la breve homilía el cardenal Camillo Ruini, a quien el Vaticano ha encomendado el difícil encargo de anunciar la muerte del Sumo Pontífice cuando ésta se produzca.


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