Evidencia empírica: el dólar, a los precios

El viernes paré en la relojería a la que voy siempre que necesito ajustar cosas de mi reloj. Pilas, limpieza, cosas menores para un pulsera que tiene varios años. Me queda camino a la agencia de Río Negro en Buenos Aires. Son gente amable, que conoce su oficio.

–Estoy necesitando una malla. Está toda cuarteada y ya se está por romper.

Elijo. Negra, de cuero, discreta. Lupa y pinza, el hombre está haciendo su trabajo con destreza y rapidez. Antes de que termine le pregunto descuidadamente cuánto me va a costar.

–250 pesos.

–… Dígame, ¿no es muy caro para una malla? ¿O está todo así?

–Está todo así –responde el relojero a una pregunta bastante estúpida, y después de una queja sobre adónde han llegado los precios completa con un desconcertante– Además, esta semana subió otra vez el dólar.

El dólar cerró ese día 20 centavos por encima de su valor de jueves, a $ 17.66, y alcanzó un nuevo récord. Subió 7,5% en el último mes. El relojero les está dando la razón a los analistas que advierten sobre las primeras señales de un traslado más firme de la suba del dólar a los precios. Es evidencia empírica.

El gobierno insiste en que va por el camino trazado en relación a los precios. Un hombre con poder de decisión de la jefatura de Gabinete asegura que buscan darles “sostenibilidad”, para que no queden anclados a ninguna variable artificial: ni el aumento de tarifas de los servicios públicos, ni el tipo de cambio, ni los controles a lo Guillermo Moreno. “Soluciones de mercado” dice, en terminología de época.

Jorge Todesca admitió hace poco que, desde su normalización, el Indec no le ha dado buenas noticias al gobierno. Esta semana ofreció una nueva muestra de eso. A pesar de que la inflación se desaceleró en mayo (1,3%), el consumo volvió a retroceder ese mes en supermercados (-2,5%) y shoppings (-4,3). Es un registro de la pérdida de poder de compra del salario. O de la suba de precios. O de ambas. Guillermo Oliveto, de la consultora W, proyecta un crecimiento del consumo masivo –alimentos, bebidas, cosmética y limpieza– en un ritmo de entre 1 y 2% promedio en lo que queda del año. El primer caso llevaría a cerrar el año con una caída de 1,5 puntos. El otro, daría crecimiento cero. Se viene de pisos muy bajos: el consumo cayó 4 puntos en el 2016 y otro tanto en el primer semestre de este año. Nada demasiado alentador.

Hay una discusión metodológica sobre esta cuestión. El gobierno y algunos analistas insisten en que los súper ya no explican el comportamiento global del consumo. La gente está yendo más a mayoristas y a chinos y “comercios de proximidad”. En el primer caso porque hay mejores precios. En el segundo, porque ya no se hace más una compra grande, sobre todo aquellos que están en la informalidad y tienen en el bolsillo sólo para la compra del día (aunque la explosión de ventas en supermercados por la promoción del Banco de la Provincia de Buenos Aires de principio de mes altera todo). Además, dicen que el consumo en los súper incluye la venta de electrodomésticos, que concentran las cadenas especializadas. Éstas vienen subiendo sus volúmenes de venta con precios que crecen por debajo de la inflación desde que se redujeron los aranceles a la importación, siempre según la mirada oficial. Pero el círculo no cierra, porque ahí volvería a jugar la suba del dólar.

Primeras mediciones de julio muestran una inflación de 1,6%, con un impacto de las subas en la nafta y el dólar. Algunos economistas hablan de 2%. El gobierno dice que bajar la inflación es prioridad absoluta. Pero anticipa más presión sobre el tipo de cambio.

La malla, aclaro, era de industria nacional.

Una malla discreta. Lupa y pinza, el relojero trabaja con destreza y rapidez. Antes de que termine le pregunto cuánto me va a costar: “250 pesos”.

Datos

Una malla discreta. Lupa y pinza, el relojero trabaja con destreza y rapidez. Antes de que termine le pregunto cuánto me va a costar: “250 pesos”.

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