Autoritarismo por goteo

El comienzo de año no es auspicioso para las instituciones regionales. Los últimos sucesos en Venezuela, Bolivia y Brasil evidencian serios riesgos de regresiones autoritarias para las democracias de América Latina.

En Caracas, el gobierno de Nicolás Maduro decidió terminar con los últimos vestigios de competitividad y pluralismo del sistema político. A las elecciones regionales y municipales, cuestionadas por fraude, agregó esta semana el adelantamiento sorpresivo de una elección presidencial convocada por una Asamblea Constituyente cuestionada en su legitimad, donde irá por la reelección con sus principales competidores proscriptos y con un sistema electoral amañado que hace casi imposible a la oposición presentarse unida. Así, tendría su reelección asegurada, en una pantomima de votación democrática.

En Bolivia, Evo Morales cumplió 12 años en el poder y ratificó su deseo de presentarse a unas presidenciales a las que no tendría derecho, salvo por un fallo del Tribunal Constitucional, que realizó una forzada interpretación del “derecho humano a ser elegido”, anuló disposiciones de su Constitución e ignoró un plebiscito donde la mayoría de los bolivianos ya se había pronunciado en contra de que se postule al cuarto mandato.

Quizás el más opaco sea el caso de Brasil, donde el expresidente Lula quedó casi por completo fuera de la carrera presidencial, luego de que un fallo ratificara y ampliara una condena por hechos de corrupción ligados a la firma estatal Petrobras. El líder del PT y favorito en las encuestas ratificó su postulación y denunció su “proscripción” por parte de la derecha.

La situación de Lula amenaza con tensionar al máximo el sistema institucional de nuestro principal socio comercial. La condena al popular expresidente es quizás la de más flojos fundamentos de las seis causas penales que enfrenta. “Sin pruebas, pero tampoco sin dudas”, dijo el fiscal al acusar a Lula de ser el cabecilla de una organización delictiva. Si bien para muchos brasileños no hay dudas de que Lula es corrupto, muchos cuestionan por qué la severidad en este caso; mientras el presidente Michel Temer, quien admitió el pago de sobornos, fue salvado del juicio por un Congreso donde el 58% del bloque oficialista está procesado o investigado por corrupción, y siguen en sus cargos. En esta tensión entre política y Justicia y el descrédito de los dirigentes crecen los candidatos antisistema que proponen el regreso a la “mano dura” como Jair Bolsonaro.

Pensando en las democracias surgidas de las complejas transiciones democráticas en los 80, el fallecido politólogo Guillermo O’Donnell acuñó el concepto de “democracias delegativas” para analizar sistemas que eran formalmente democráticos pero cuya calidad de gestión de los asuntos públicos es muy deficiente. Quien gana la elección presidencial se arroga el derecho de gobernar como le plazca, “restringido sólo por la dura realidad de las relaciones de poder existentes” y la duración de su período. O’Donnell agrega que estos gobiernos combinan ausencia de “accountability horizontal” (someterse a controles y tener responsabilidad ante los entes auditores y una Justicia independiente) y una “ciudadanía de baja intensidad” donde la opinión de los ciudadanos sólo cuenta a la hora de votar y el “Estado de Derecho rige de manera intermitente” ante las decisiones del poder.

Los casos de Venezuela, Bolivia y Brasil muestran bandos políticos enfrentados en forma irreductible, incapaces de respetar pautas mínimas de procedimiento para resolver sus diferencias dentro de la ley y la institucionalidad y establecer consensos básicos sobre políticas de Estado para sus países. En estas competencias de “cancha inclinada” y árbitros parciales, como señala O’Donnell, nuestras democracias sufren una muerte imperceptible y lenta “como las casas carcomidas por las termitas” que frena su desarrollo. Las libertades “existen en el papel pero son abolidas de hecho” y los derechos políticos, civiles y sociales sufren retrocesos que terminan perjudicando a los sectores más vulnerables de las sociedades, como ocurría en las épocas más autoritarias y nefastas de nuestra historia.


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