El espejo santacruceño

Los penosos incidentes que se produjeron la semana pasada en Santa Cruz, donde la gobernadora Alicia Kirchner y su cuñada, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, fueron sitiadas durante varias horas en la residencia de la Gobernación por manifestantes estatales que reclaman pagos atrasados y aumentos salariales volvió a poner en discusión el modelo económico que aplican varias provincias, consistente en una expansión constante del gasto público, sin tomar en cuenta los ingresos genuinos y la sustentabilidad del sistema a largo plazo.

La solución de este nuevo capítulo de la crisis santacruceña parece calcado de varios otros en los últimos años: la Nación auxiliará con un préstamo del Banco Nación de entre 750 y 900 millones de pesos para apagar el incendio, a cambio ciertas reformas financieras y políticas, como la rediscusión del esquema de gasto público y de coparticipación municipal, el fin de ley de lemas y la reelección indefinida del gobernador, entre otros.

Pese a los encendidos discursos de la gobernadora y sus ministros de que “si el plan serio es echar gente, no lo voy hacer” y las denuncias de que “recibimos una provincia quebrada y con ahogo financiero”, como si no la hubiera administrado el kirchnerismo en los últimos 20 años, a la mandataria no le quedan muchas alternativas que encarar el odiado ajuste.

Es que en los últimos diez años la Provincia acumuló un déficit de 24 a 4.800 millones de pesos, una deuda con Nación que pasó de 200 a casi 8.000 millones de pesos y una planta de empleados públicos que creció de 22.500 a casi 35.000 en el mismo periodo; hoy tiene una relación empleados públicos por cantidad de habitantes que duplica la media y es la más alta del país: 115 empleados públicos por cada 1.000 habitantes.

Todo durante una década que fue supuestamente de las mejores en la historia del país en materia de crecimiento, empleo y con una relación privilegiada con Nación, que le permitió tener un récord de obra pública nacional, los mayores ingresos por aportes extraordinarios del gobierno federal y las más altas regalías hidrocarburíferas por el precio récord del petróleo hasta hace pocos años. Y en una provincia con apenas 320.000 habitantes y un nivel adquisitivo que figura entre los más altos del país. Sin hablar del enorme capital inicial con que contó la gestión en el 2003, con casi 550 millones de dólares de los fondos “repatriados” producto del proceso de privatización de YPF durante el menemismo.

El exgobernador Daniel Peralta admitió que buena parte de los recursos se fue en gastos corrientes: pago de sueldos. Es que apenas comenzado su mandato entró en conflicto con el matrimonio Kirchner y debió soportar un “puenteo” de fondos federales y de financiamiento en obras y servicios, con una verdadera administración paralela que armó el kirchnerismo en todo Santa Cruz, todo financiado con fondos estatales. Su sucesora Alicia Kirchner no parece haber sido más responsable. A pesar de la “provincia quebrada” que recibió, no dudó en engrosar el plantel de personal estatal con “desempleados” kirchneristas del gobierno nacional tras la derrota nacional del 2015
–varios de dudosa necesidad–, ni de aumentarse el sueldo a ella y sus funcionarios. En medio de serias limitaciones para el pago de sueldos estatales, erogó más de 4 millones de pesos para financiar varias fiestas provinciales de intendentes aliados, por citar sólo el caso más escandaloso.

Santa Cruz es el ejemplo más extremo de una tendencia nacional. Entre 2004 y 2015 la cantidad de empleados de las provincias creció un 36% sobre el crecimiento poblacional: de un promedio de 37 empleados por cada 1.000 habitantes se pasó a los 50 actuales. Y las provincias patagónicas figuran entre las diez primeras de la lista, superando a otros distritos con estándares de vida de población mucho más bajos.

Muchos de los errores de gestión se repiten en la zona: falta de previsión de la merma de ingresos petroleros, uso de deuda para pagar gastos corrientes, utilización clientelar y partidaria de los recursos y empleos en el Estado, entre otros. Santa Cruz debiera ser el espejo donde mirar el sombrío futuro que nos espera si no se corrige a tiempo.


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