El valor de las estadísticas

Editorial

El gobierno de Mauricio Macri tuvo que hacer esta semana algo que su gurú comunicacional detesta: dar malas noticias. Desde el martes, el Indec, la entidad oficial de estadísticas, no cesó de brindar índices económicos que confirman que la economía se encuentra en recesión.

La seguidilla comenzó con los datos sobre el desempleo, que creció al 9,3% y afectó a 1.165.000 personas en el segundo trimestre de este año. “Es evidente que estamos ante una situación grave del mercado de trabajo”, admitió el titular del organismo. La segunda tanda de informaciones negativas tuvo que ver con la actividad económica, que según el Indec cayó un 4,3% en forma interanual y cerró el primer semestre con una contracción del 1,3%, su tercera caída consecutiva.

Tras difundirse estos datos, el gobierno apeló a la “pesada herencia” recibida y se mostró confiando en que futuras inversiones mejorarán el panorama hacia fin de año, mientras las críticas opositoras al plan económico no se hicieron esperar, acentuando en la falta de impulso al mercado de trabajo, la demanda doméstica y la elevada inflación que afecta a los ingresos, entre otras.

En medio del debate, un dato pasó casi desapercibido: todos los cuestionamientos se centraron en la política económica y casi nadie criticó las metodologías de medición. En sintonía, consultoras privadas difundieron sus índices sobre empleo y actividad económica, que dieron valores cercanos a los oficiales. A diferencia de otras oportunidades, el espacio que tuvieron en los medios fue bastante menor a años anteriores, y sirvieron para explicar o contextualizar los oficiales, no para refutarlos.

Este es un avance no menor. Hasta hace menos de un año, bajo la administración kirchnerista, el organismo que hoy dirige Jorge Todesca estaba seriamente cuestionado en su credibilidad. Desde el sindicato de empleados del organismo, ATE, hasta el FMI cuestionaban la manipulación de estadísticas como política oficial del organismo, intervenido de hecho desde el 2007 con mano de hierro por el exsecretario de Comercio Interior Guillermo Moreno. Violación del secreto estadístico, conformación de índices que desafiaban la lógica económica más elemental, aprietes y despidos a empleados y técnicos que no aceptaban el falseamiento de datos, denuncias penales a entidades privadas que contrastaban los datos oficiales, entre otros, dejaron por el suelo la credibilidad de las cifras oficiales, no sólo del Indec. De la tergiversación del índice de precios se pasó a extrañas variaciones en otros índices económicos, al cese de la divulgación de los datos de pobreza e indigencia para “no estigmatizar” a la población o incluso, en otras áreas, a subestimar cifras de empleo en negro, deserción educativa o desnutrición infantil.

La nueva administración asumió con el compromiso de eliminar el estado de sospecha permanente que se instaló sobre las cifras que brinda el Estado y, a pesar de algunos tropiezos como la intempestiva salida de una de sus técnicas más prestigiosas como Graciela Bevacqua, lo ha logrado.

La publicación de estadísticas creíbles es un hecho muy importante en el manejo del Estado. No sólo porque la mentira como política de gobierno invalida casi todo el discurso oficial, sino porque la falta de índices acertados sobre los principales problemas que enfrenta el país conlleva el riesgo, para el gobierno, de no acertar con las políticas indicadas para abordarlos y para la oposición, de no tener una base cierta desde la cual hacer sus contrapropuestas alternativas a las iniciativas oficiales. Con estadísticas fieles en materias de inflación, empleo, pobreza y educación, entre otras, el debate político deja de centrarse en chicanas a los instrumentos de diagnóstico para enfocarse en los efectos de las políticas reales, un avance no menor para nuestro desarrollo democrático. Es de esperar que aunque continúen las “malas noticias”, como se prevé al menos en estos meses, el gobierno busque soluciones reales y no ceda a la tentación de retomar prácticas de maquillaje estadístico que ha tenido nefastos efectos en la vida nacional.


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