Tormenta perfecta: una ruta peligrosa e incomunicada

Editorial

Las intensas nevadas recientes en la zona andina actualizaron un problema de cada invierno en la Ruta Nacional 237: en un contexto de uso intensivo por las vacaciones, se evidencia el mal estado de algunos tramos, que sumados a las malas condiciones del clima, la insuficiente señalización y las pésimas comunicaciones complican las actuaciones ante las frecuentes emergencias.

La 237 terminó de pavimentarse en la primera mitad de los 70, pero recién mediados de los 80 se determinó su traza definitiva, debido a modificaciones que hubo que realizar entre Pampa de Alicura y la Confluencia, por las obras en el embalse Alicura.

Desde entonces, esta estratégica vía de comunicación, vital para la conexión del resto del país con Bariloche, la zona turística neuquina de los 7 Lagos y la troncal Ruta 40, ha experimentado un explosivo crecimiento de tránsito que no ha sido acompañado con obras de ampliación y mantenimiento acordes. Los convenios entre Vialidad Nacional y las provincias de Río Negro y Neuquén para definir mantenimiento y responsabilidades, como por ejemplo en el tramo de acceso a Bariloche, han agregado problemas de jurisdicción a la hora de definir y coordinar tareas.

Esta situación ha generado que se transforme en sitio propicio para ser escenario frecuente de siniestros viales en la región, sólo superada en gravedad en nuestra región por la trágica Ruta 22. Entre 2014 y 2015 se produjeron más de 30 muertes en accidentes en la 237, la mayoría concentrados en los tramos de la Pampa de Unco, antes de Piedra del Águila, la bajada y planicie superior del Collón Cura y la zona que conecta con la Confluencia hacia Villa Traful. Según la policía, en invierno la mayoría de los incidentes se producen por vuelcos y derrapes, antes que por choques, por exceso de velocidad y escaso conocimiento de la ruta y sus condiciones. Para prevenir, Vialidad Nacional puso en marcha el concepto de “ruta segura” propiciando un tercer carril en las curvas. Ya hay uno en Collón Cura y prevé hacer otro en la curva de Challacó. Poco, para la magnitud del problema.

A esto se suman los problemas de comunicaciones. No hay señal de telefonía móvil en gran parte de la ruta: se pierde varios kilómetros antes de llegar a Piedra del Águila y recién retoma casi en el cruce con la Ruta 40. Tampoco hay antenas suficientes para transmisiones por VHF y la comunicación de una emergencia de tránsito queda a menudo librada a quienes pasan por el lugar. Bomberos, policías y/o ambulancias acuden “a ciegas” al sitio de los hechos y tampoco pueden comunicar fehacientemente a sus bases lo que ocurre.

El fin de semana pasado se dieron las condiciones para una “tormenta perfecta”, no sólo climática sino de tránsito. En medio de intensas nevadas, viento, lloviznas y fuertes heladas se produjo el esperable recambio turístico con miles de autos transitando desde y hacia las zonas andinas de Río Negro y Neuquén, alentados por las perspectivas de una buena temporada en los centros invernales. El resultado: caminos bloqueados y varios siniestros, con largas filas de vehículos varados y escasa información sobre cómo actuar ante cada situación. Después de una o dos horas de espera en algún bloqueo y sin ninguna instrucción clara, comenzaron las situaciones de anomia. El “boca a boca” y los consejos contradictorios abundaban. Algunos decidían volver a la ciudad más cercana, otros optaban por seguir la espera, mientras algunos imprudentes avanzaban en doble fila para escalar posiciones, lo que generaba nuevos bloqueos, obligaba a maniobras arriesgadas y empeoraba la situación. Tiene razón el ministro de Trabajo y Seguridad neuquino, Jorge Lara, cuando señala que muchas situaciones se dan por imprevisión de los automovilistas: solo uno de cada cuatro tenía cadenas y muchos decidían seguir el viaje a pesar de las advertencias. Pero también es cierto que es el Estado quien debe hacer cumplir las normas y aplicar las sanciones si esto no ocurre. Varios bloqueos fueron provocados por camiones y colectivos a cargo de choferes profesionales que habitualmente transitan esa ruta, y debiera ser tarea de Transporte y Tránsito exigir a las empresas que los provean de los implementos de seguridad adecuados a lo que habitualmente ocurre en cada época invernal en esta zona. Muchos de los problemas del fin de semana, como en todos los años, podrían haberse solucionado o atemperado con una autoridad clara, bien comunicada y que coordinara de mejor manera las actividades de Vialidad o las concesionarias que despejaban rutas, con la seguridad vial.


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