Una historia conocida

Hay quienes aseguran que se ubica entre la tercera y la cuarta economía mundial. Esa es la magnitud del poder del narcotráfico en el mundo.

Un poder impune que hoy se enseñorea por las calles de la Argentina. Que mata con balas a chicos indefensos del gran Rosario. Y asesina con paco a otros tantos del conurbano bonaerense y el país.

Según la Oficina contra la Droga y el Crimen Organizado de la ONU, los narcotraficantes mueven actualmente unos 320.000 millones de dólares al año. Si fueran un país, su PBI estaría 21 en el ranking mundial, después de Suecia.

El mundo de la droga “factura” hoy el doble de lo que las seis petroleras más grandes del mundo (Exxon, Gazprom, Shell, Chevron, BP y Petrobras) ganaron en el 2008.

El Chapo Guzmán, rey de la efedrina y jefe del Cártel de Sinaloa, fue presentado hace unos años por la revista “Forbes” entre los hombres de negocios más ricos del mundo. Su fortuna cuadruplica a la de Donald Trump que –guste o no el personaje– parece haber hecho la plata trabajando legalmente. Se trata de un negocio demasiado próspero como para que cualquiera se le interponga en el camino.

En la madrugada del jueves, un incendio intencional destruyó parte del Tribunal Oral Federal Nº 3 de la localidad bonaerense de San Martín. Allí se apilan numerosas causas vinculadas con el narco.

Cuando los bomberos apagaron el fuego, encontraron en un poste de la terraza un cartel que decía: “Vidal andate de San Martín”.

Por estas horas, algunos debaten si los autores tenían que ver con el narcotráfico o si se trató de una interna de la Policía Bonaerense. ¿Cuál es la diferencia? Ninguna. La connivencia de la droga con la Policía, la Justicia y la política es moneda corriente aquí y en cualquier lugar del mundo.

El propio fiscal del caso, Paul Starc admitió: “Es impactante que se animen a esto. Uno pierde la capacidad de asombro”.

El episodio ocurrido en territorio de la gobernadora María Eugenia Vidal puede perfectamente enlazarse con el ataque que sufrió hace tres años el entonces gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, cuando balearon el frente de su domicilio particular, mientras dormía junto a su familia.

Resulta cuanto menos curioso que en todos los años de la supuesta “década ganada” ningún funcionario del anterior gobierno haya sufrido este tipo de apremios. Tendrán sus razones.

Todavía falta mucho por saber. Desde junio pasado, está detenido Ibar Pérez Corradi, sindicado como autor intelectual del Triple Crimen de General Rodríguez, que tuvo un inconfundible sello narco y el olor de las toneladas de efedrina que viajaron a las cocinas mexicanas del Chapo Guzmán desde Argentina.

Septiembre del 2008. El vicecanciller mexicano Gerónimo Gutiérrez le advertía al embajador Jorge Yoma: “No dejen que entren. Una vez que están adentro no se los sacan más”. El funcionario mexicano le entregó además una carpeta con datos puntuales sobre el avance del Cártel de Sinaloa en la Argentina. La carpeta llegó a la Casa Rosada, pero nunca hubo respuesta.

Noviembre del 2008. A partir de una investigación de la DEA, la Justicia argentina llevó a cabo el operativo Arco Iris. Secuestraron 752 kilos de cocaína. Detuvieron a una banda compuesta por ciudadanos mexicanos y colombianos. Los mexicanos habían entrado hacía apenas un mes al país. El embajador de los Estados Unidos Earl Wayne dio luego una conferencia de prensa junto al ministro de Justicia, Aníbal Fernández, quien, una vez más, hizo una demostración de obscenidad verbal: “Acá no está el Cártel de Sinaloa ni nada que se le parezca. Son dos señores con pasaporte mexicano, y nada más”, dijo. Wayne hizo mutis por el foro.

Hacia sólo tres meses, Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina habían aparecido acribillados en un descampado de General Rodríguez. El resto ya es historia conocida.


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