Cinco portales de ingreso a barrios cerrados, de la cordillera al mar

Barrio privado, country, club de campo. Palabras más o menos implican lo mismo. Para algunos vida tranquila y seguridad, para otros identidad social o segregación, según de qué lado de la valla se encuentren. Y desde donde se lo mire es un fenómeno que crece sin parar en nuestra región.

Pero no es el barrio en sí el tema de hoy sino su entrada, el portal de ingreso a esa urbanización cerrada.

Algunas veces simple barrera u oficina con funciones de control y meramente administrativas, en otras tiene un carácter simbólico relacionado con la identidad el lugar, con el marketing o con lo que significa “entrar y pertenecer”.

Aquí, cinco ejemplos de los portales de barrios de la Norpatagonia, contados por quienes los idearon, desde la cordillera al mar.

1. Pinar del Sol. En el ingreso a Bariloche por la Ruta 237 nos encontramos con un imponente pórtico de estilo francés. Cuenta el arquitecto Juan Manuel Valcárcel, hacedor del proyecto, que la idea inicial era “construir una arquitectura más tradicional, vinculada con la cultura local”, que incluyera elementos propios pero también lo que el turista busca cuando llega a una ciudad como esta. “La arquitectura tiene que ver con el lugar donde se emplaza. La idea era que el turista se encontrase con una construcción netamente andina que represente a la región”, agrega.

Bariloche se vio influenciado arquitectónicamente por la impronta francesa que le dio Alejandro Bustillo, que interactúa con un estilo patagónico montañés; de ahí la piedra, la pizarra negra, los techos inclinados, óvalos en las mansardas. Y eso es lo que quiso mostrar el ingreso a Pinar del Sol. “La imagen de la entrada viene a ser, en el fondo, una especie de homenaje a Bustillo, con una mezcla de arquitectura patagónica montañesa pero también una impronta europea que le dio un arquitecto que hace ochenta años pensó que Bariloche debía tener determinadas características formales”, destaca Valcárcel. Y eso se ve no sólo en el diseño, sino también en los materiales utilizados. Por ejemplo, el óvalo de zinc y los techos se obtuvieron de demoliciones de las embajadas de Bulgaria y de Alemania a principios del siglo pasado.

2. Chocón Medio. En el km 1.315 de la Ruta 237, una construcción de piedra y hormigón se alza solitaria en medio de la estepa y sorprende al viajero tras kilómetros de paisaje monótono. Si es llamativo durante el día, hay que verlo a la noche, iluminado en medio de la inmensa noche patagónica. Para José Buffa, uno de los arquitectos que participaron del diseño del ingreso a la villa de playas, “el viajero que pasa por la ruta lee el portal y entiende que ahí, en ese lugar, pasa algo interesante, diferente, orgánico, natural, armónico con el entorno. Sin tal vez saber de qué se trata, respira esa idea, el concepto”. “Todo el conjunto refleja con ondas las tres características principales del lugar: agua, médanos de arena y el verde de la vegetación. De esta manera el proyecto reinterpreta el isologo para transformarlo en arquitectura, dándole movimiento tridimensional y pertenencia”, sintetiza.

El portal tiene una estructura tradicional, con mucho hormigón armado para lograr vigas curvas de más de 40 metros de luz, y la elección de los materiales tiene relación directa con una necesidad de poco mantenimiento y de resistencia a las inclemencias meteorológicas de la estepa. Se usaron revestimientos elastoplástico y símil piedra fabricados en la región, a los que se suma césped sintético en la parte superior.

3. Costa Río. Ubicado en Gatica al fondo, en la ciudad de Neuquén, el ingreso a este barrio se presenta como una recreación simbólica de la ciudad. Visto desde el centro hacia el río se superponen, en distintos planos, cuatro o cinco muros, todos diferentes, que adquieren la forma de los cortes de la barda en perspectiva. “Tiene el perfil de las bardas nuestras; son los cortes y la inclinación del perfil de las bardas”, cuenta el arquitecto Claudio Mandalari, quien tuvo en sus manos el proyecto. “La idea de los dueños era hacer un portal importante, querían innovar y poner algo que no estuviera tan visto”, agrega. Y representar la naturaleza local fue la consigna. Así es que también tiene una cascada como “ un homenaje al nacimiento del río Neuquén, que es una vertiente en una roca vertical cerca de las lagunas Varvarco. Empieza a chorrear agua sobre la piedra y eso se convierte en el cauce del río. Es alucinante”, continúa Mandalari.

En una estructura de mampostería convencional y hormigón, el portal tiene unos 120 metros que incluyen sala de máquinas, galpón de herramientas, garita de vigilancia y oficinas de administración. “El techo está orientado oeste-este, por lo que el ala inclinada tiene unos anclajes muy pesados para que el viento no lo empuje para arriba, lo que requirió una estructura muy firme, mucho hormigón y mampostería pesada”, concluyó el arquitecto.

4. La Pedrera. En General Roca, al final del Paseo del Bicentenario, gaviones de piedra de tres metros y un puente con el mismo estilo enmarcan el ingreso al barrio. Entre los gaviones, una oficina de vigilancia y control y espacios de guardado completan el acceso.

La idea inicial fue aprovechar todos los recursos que diera la tierra, porque antes había en esa chacra una cantera de piedras, entonces se diseñó una estructura sencilla y económica. “Sobre la calle Lago Mascardi había unos 150 metros de franja productiva. Y después venía un pedrero, con un gran pozo de unos cuatro o cinco metros de piedras y más piedras, y para mí desde siempre fue el pedrero”, cuenta Calalo Genovesi, quien tuvo a su cargo el proyecto. Entonces el nombre y los materiales a utilizar cayeron por peso propio.

No era sólo el aprovechamiento de los elementos del lugar, sino también dar materialidad a la historia y dejar plasmado el trabajo de la familia de pioneros. Así surgió el logo del barrio. “Miguel Román quería dejar algo que identificara a su familia, un registro de sus padres, su hermana… Y en el logo hay una piedra por cada integrante de la familia. Eso es algo que muy poca gente sabe”, explica Genovesi.

5. Senderos del Antú. Río abajo en la Ruta 1, entre Viedma y El Cóndor, una estructura geométrica alta y despojada llama la atención. “El disparador inicial era que tuviese una imagen con determinada altura, porque estaba prácticamente en la nada cuando se comenzó”, cuenta Eduardo Monge, el arquitecto que imaginó este portal con la directiva de que en principio tuviera presencia pero que también fuera como un hito para el loteo. Y para su realización trabajó sobre la base del feng shui, que tiene que ver con cómo se dirige la energía.

Así, el proyecto tuvo criterios hacia la forma. El ingreso son dos techos altos, con la sensación de ir hacia el cielo: “La idea era como ir dos manos hacia el sol”, explica. Y desarrolla esa simbología desde la astrología china: “El triángulo dentro de los cinco elementos representa el fuego y, como el sol está asociado al fuego, por eso el triángulo en el portal como figura del sol”. Los demás elementos también están presentes. En la vegetación y en los techos está la madera. El metal está ejemplificado en la semicircularidad, porque la figura del círculo representa el metal, y en las vigas y estructura. La tierra está en las construcciones porque el cuadrado simula el elemento tierra, que implica estabilidad y protección a los habitantes. El recorrido de las calles en lo que es urbano sería lo que en la naturaleza es el agua, serían los ríos, como una metáfora.

“Todo converge en el río”, concluye Monge.

Estos cinco portales, cada uno en su particular estilo, llevan un significado oculto que intentamos develar de la mano de quienes los idearon.

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