Cómo se opera a 110 años del primer pozo petrolero

“Río Negro” habló con una company woman, un ingeniero jubilado y un superintendente de perforación. Una mirada desde adentro de la industria que mueve al país. Los cambios con Vaca Muerta.

CUENCA NEUQUINA

Un día como hoy, pero hace exactamente 110 años, se informaba al gobierno nacional de José Figueroa Alcorta sobre el descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia. Once años más tarde el ingeniero Enrique Cánepa replicaba el éxito en lo que luego sería el Octógono Fiscal en Neuquén. Se suele repetir que Argentina es un país con petróleo y no un territorio petrolero, pero la aparición de Vaca Muerta puso la frase en revisión una vez más.

Más allá del destino energético resultante cuando se piensa en la historia de cualquier industria, además de los gobiernos, las empresas y los gremios, lo que aparece como el hilo conductor son los trabajadores y las trabajadoras. “Río Negro” conversó con una company woman, un ingeniero retirado y un superintendente de perforación sobre las nuevas y viejas formas de operar.

Lo que primero surge es la trillada idea de la supuesta bonanza económica que garantiza trabajar en el petróleo, sin embargo, y pese a los avances tecnológicos, los consultados señalaron que poco se conoce sobre los esfuerzos y la dedicación que exige el trabajo petrolero.

María Emilia Moreno tiene 29 años y es salteña. Egresó como ingeniera en petróleo y desde 2015 trabaja en YPF. Cumple funciones en uno de los yacimientos no convencionales con mayor desarrollo, El Orejano, donde se desempeña como company woman.

“Casi no conozco Neuquén. Mi diagrama es siete por siete (una semana de trabajo por una de descanso). Voy del aeropuerto al campamento y del campamento al aeropuerto”, cuenta. Durante las jornadas de trabajo descansa en los trailers instalados en el campo. Y los días de descanso los pasa en su Tartagal natal.

Reconoce que son pocas las mujeres que trabajan en la industria, pero cree que en los últimos años van ocupando puestos que antes sólo estaban reservados para los hombres. Asegura que si bien sus compañeros “se cuidan” en las charlas cuando están con ella, no siente que la discriminen o que le falten el respeto.

El desarraigo es casi una materia obligada para los petroleros. Así lo vivió también Carlos Soraire (64) cuando, después de graduarse como ingeniero en petróleo en la UNC y hacer el servicio militar, consiguió trabajo en YPF, pero al poco tiempo lo trasladaron a Río Gallegos.

“Conocí muchos compañeros que sus hijos crecieron en las ciudades donde fueron trasladados y cuando se quisieron volver, tuvieron que hacerlo solos”, cuenta Soraire, jubilado desde hace algunos años, quien para regresar a Neuquén tuvo que renunciar.

Soraire estuvo a cargo de Producción en El Trapial y luego fue gerente de activos en Río Negro para Chevron, entre otros cargos que ocupó en su extensa carrera. “Decidí retirarme cuando vi que mis proyectos, para mejorar la producción y desarrollar los campos que tenía a cargo, no tenían espacio dentro de las prioridades, como suele ocurrir, de una compañía que mira globalmente”, cuenta.

Francisco Fernández (38) es ingeniero en petróleo, egresado de la Universidad de Cuyo, trabaja desde hace 12 años en PAE y actualmente es el responsable de la sala WAR (siglas en inglés de trabajo, acción y resultados), el sector desde donde se monitorea en forma remota el trabajo de las torres de perforación, minuto a minuto.

Coincide con Romero y Soraire al señalar que su trabajo tiene un plus: participar de la industria que mueve al mundo. La energía es un recurso estratégico para cualquier país y, al igual que otras industrias, a lo largo de la historia modificó sus modos de operar.

“La industria del petróleo lleva más de cien años en Argentina y su evolución es constante. Hoy se trabaja de una manera más segura gracias a procesos operativos rigurosos y la incorporación de tecnología”, explica.

Fernández remarca que la tecnología también sirvió para mitigar, en parte, el desarraigo. Para cubrir su cargo trabaja con un diagrama de 14 días por 14 de descanso, lo que lo obliga a quedarse en el campamento durante sus funciones. “Con la ayuda de la tecnología uno puede estar más en contacto con la familia y hacer más llevadero el día a día”, dijo.

Si bien hay coincidencias en señalar que el trabajo se humanizó con mejores condiciones en el campo y mayor seguridad, la irrupción de los no convencionales, con Vaca Muerta como referencia, obligó a intensificar algunas prácticas. De hecho se firmó una flexibilización de las condiciones laborales en busca de optimizar los tiempos en las operaciones para mejorar los costos.

Pese a la incorporación de más tecnologías y la automatización de varios de los procesos, la huella del hombre en la industria petrolera quizá no tenga otro centenario, pero sin dudas que aún puede medirse en decenas.

En números

29.000

trabajadores petroleros tiene la Cuenca Neuquina. Además existen miles de puestos indirectos en la actividad.

Datos

“Creo que el trabajo se ha humanizado. Nosotros hacíamos 10 por cuatro y en las operadoras llegaban a tener 12 por dos
de descanso”.
Carlos Alberto Soraire (64), ingeniero (UNC), jubilado de la industria petrolera.
“Es un trabajo que exige sacrificios en términos de tiempo de dedicación y distancias a recorrer diariamente”.
Francisco Fernández (38), superintendente de perforación para PAE.
“Todavía causa sorpresa. A veces entran al tráiler, me ven y me preguntan: ‘¿Está el company man?’. Yo soy, les respondo”.
María Emilia Moreno (29), company woman para
YPF en El Orejano.

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