Qué rol juega Trump en el nuevo auge de la violencia política en EE.UU.

El fin de semana estuvo marcado por la salida a la luz de grupos supremacistas que crecen al amparo del discurso del presidente norteamericano. Hubo enfrentamientos y murieron tres personas en diversos hechos. Analistas aseguran que era inevitable.

Los videos que aparecían en televisión eran estremecedores: estadounidenses pegándose entre sí con palos en las calles de una tranquila ciudad universitaria. Supremacistas blancos con antorchas, antifascistas que les hacían frente. Un lanzallamas improvisado con una lata de aerosol. Botellas de agua congeladas lanzadas como ladrillos contra las cabezas de los rivales.

Kevin Boyle, profesor de historia estadounidense en la Universidad del Noroeste, vio cómo se sucedían los acontecimientos sintiendo horror y una sensación de que, de forma casi inevitable, las tensiones raciales acumuladas durante años estallaban por fin.

“Dado nuestro contexto político, no me sorprende que hayamos llegado a este punto. No salió de la nada”, afirmó.

Historiadores y politólogos llevaban tiempo advirtiendo que la política estadounidense se había convertido en una olla a presión, llena de tensiones raciales.

La supremacía blanca siempre ha acechado en la sombra en Estados Unidos, dijo Boyle, cuyas clases se centran en la historia de la violencia racial y los derechos civiles. Después, cree el experto, el presidente Donald Trump fue elegido e hizo que estos grupos se sintieran más reforzados en su odio.

“Donald Trump les dio permiso para salir al mundo real”, dijo. “Era preocupante cuando se mantenían en esa especie de triste y pequeño mundo de sombras en el que sólo hablaban entre ellos, pero no tan profundamente peligroso como cuando sienten que pueden tomar la plaza pública”.

El caos del sábado estalló en torno al que se cree fue el mayor grupo de nacionalistas blancos reunido en una década en el país. Más de 1.000 neonazis, cabezas rapadas y miembros del Ku Klux Klan acudieron a la localidad de Charlottesville para “recuperar Estados Unidos” con una protesta contra los planes de retirar una estatua confederada. Cientos de personas acudieron para protestar contra el racismo. Ambos bandos se enfrentaron en violentos altercados en la calle.

El día se tornó mortal cuando un coche arremetió contra una multitud de manifestantes pacíficos contrarios al racismo, matando a Heather Heyer, de 32 años. Un helicóptero de la policía estatal de Virginia, desplegado en la amplia respuesta policial a la violencia, se estrelló después en un bosque a las afueras de la localidad, y los dos patrulleros que iban a bordo murieron.

La violencia crecía desde hacía meses. Comenzó el mismo día en que Trump puso su mano sobre una Biblia y juró el cargo.

“Con la victoria de Barack Obama, se hablaba mucho de este momento posrracial, y en algunos aspectos fue extraordinario”, dijo Steven Hahn, profesor de historia de la Universidad de Nueva York. “Pero el racismo despiadado no tardó mucho en aparecer. Resultó instigar una enorme cantidad de ira, y creo que Trump lo heredó tanto como lo avivó”.

“Donald Trump les dio permiso para salir al mundo
real (…) Sienten
que pueden tomar
la plaza
pública”.

Kevin Boyle, profesor de historia estadounidense en la Universidad del Noroeste

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“Donald Trump les dio permiso para salir al mundo
real (…) Sienten
que pueden tomar
la plaza
pública”.

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