El Cisne fue un gran punto de encuentro de los neuquinos

El copetín nació a fines de los 60 donde hoy termina la zona balnearia. Con bailes, metegol, pool y milanesas, se hizo un lugar en la vida cotidiana de los vecinos.

En la capital hay lugares que si bien se cerraron fueron parte de la vida cotidiana de los vecinos. Uno de estos sitios fue Copetín El Cisne, que se ubicaba al límite del balneario municipal, donde se señala actualmente el final de la zona balnearia. Fue uno de los grandes puntos de encuentros y en el período estival uno de los más concurridos.

Al visitar el lugar se puede ver solo algunos restos de las letras pintadas en el frente de la construcción que anunciaban el nombre del local. Si bien el sitio se ve descuidado no cuesta imaginar la cantidad de historias que se tejieron en un rincón que recibió a tantos neuquinos y visitantes por tantos años. Teresa Vázquez de Castillo, quien fue junto a su marido dueña del local, contó que nació a finales de los 60.

“Lo que más le gustaba a la gente que iba a ahí eran las milanesas. También se hacían hamburguesas y empanadas. Era un rubro completo. Tuvimos más de treinta años. Mi hijo nos ayudaba”, narró Teresa. Mencionó que concurrían “de todo tipo de gente pero eran todos muy respetuosos”.

Agregó que se hacían bailes. “Si querían bailar yo por ahí les ponía música en el tocadiscos y la gente bailaba. Era un patio muy grande”, señaló y añadió que “a veces cuando había fútbol yo les ponía el televisor”.

Contó que en esos años se trabajó mucho con los remeros. Indicó que funcionó el comercio en el antiguo local hasta finales de los 90. Luego se trasladó manteniendo el nombre a pocos metros de donde funcionaba antes donde permaneció hasta 2006.

Nicolás Castillo, un antiguo poblador de la zona fue uno de los que trabajó en el bar.

“A las 6 de la mañana ya se estaba limpiando el lugar, y estaba abierto hasta las 2 ó 3 de la mañana y en verano incluso un poco más”, narró Castillo al recordar sus tiempos en el local. Contó que ayudaba en la atención al público y tenían botes “donde íbamos y veníamos llevando gente”.

Dijo que tantos concurrían que por ejemplo “una camioneta llena con cajas de cigarrillo entre el viernes y domingo se vendían todas”. El bar ofrecía variados servicios y productos: “Había mesa de pool, metegol y veinticinco o treinta mesas que se hacían pocas porque se llenaban. Además había de todo para tomar”, rememoró. Castillo reconoció a su cuñada Teresa Vázquez como “el alma de la cantina” y destacó que “ella trabajo ahí incansablemente”.

Datos

“El agua era de una claridad… Los domingos se llenaba de gente y el agua se ponía marrón. Pero el lunes ya estaba claro de nuevo”,
recordó Julio Rusconi, vecino del barrio Belgrano y conocedor de El Cisne.
El local abría sus puertas al amanecer y las cerraba ya bien entrada la madrugada.

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