Los álamos de Valentina resguardan la historia de La Castellana

Está ubicada a orillas del río Limay sobre una base alta para evitar las inundaciones. Como la torre Talero, es parte del patrimonio cultural de la ciudad.

Las grandes alamedas, vestigios de antiguas chacras, resguardan en Valentina Sur una joya arquitectónica que pocos conocen: La Castellana, una casona señorial de 1929 que junto a la Torre Talero mantienen viva la historia de los primeros años de la capital neuquina. Hoy es parte del patrimonio histórico de la ciudad.

Llegar al lugar no es tarea sencilla, caminos de tierra serpenteantes, murallas de árboles desdibujan el sendero que conduce a La Castellana. Pareciera que quieren mantenerla alejada, tal vez para que no le suceda lo que le sucedió a la Torre Talero, hoy en peligro de derrumbe por el deterioro ocasionado por la falta de mantenimiento y el vandalismo.

La casona con una galería techada por delante y un gran parque rodeándola fue construida en 1929 a pedido de su propietario, Arsenio Martín, un español llegado al entonces Paraje Confluencia, proveniente de Salamanca, España.

Los archivos históricos cuentan que Martín fue uno de los principales organizadores de los festejos que se realizaron por la inauguración de la nueva capital de provincia. Años después se convirtió en el primer procurador de Neuquén. Había estudiado abogacía pero nunca los finalizó, aunque sin embargo ejerció esa profesión hasta que falleció en la década del 60.

Arsenio Martín, enamorado de la magestuosidad del río Limay compró tierras en sus orillas, en cercanías a Las Perlas, en lo que hoy es el barrio Valentina Sur. Allí encargó en 1929 la construcción de una casa familiar de fin de semana, que fue finalizada un año después. La casona se construyó sobre una base de altura para evitar que se inundara con las crecidas del río. Su propietario construyó también puentes colgantes para poder ingresar a la vivienda cuando la chacra quedara anegada por el agua.

Visitantes ilustres

Durante la vida de Don Arsenio la casona recibió ilustres visitantes. Por sus amplias salas y parques desfilaron el entonces gobernador del territorio, Enrique Pilotto y Casimiro Gómez que fue quien donó gran parte de las tierras de la zona para el desarrollo de la ciudad capital. En sus mesas también se sentaron para compartir asados personas reconocidas de la política que desde otros lugares pasaban de viaje por la ciudad.

Al fallecer su propietario, sus herederos la vendieron en la década del 80 a un privado. Con el paso de los años, las tierras que rodeaban La Castellana fueron transformándose en barrio abiertos y loteos privados. En el medio permanece incólume la casona.

En el lugar se construyeron también puentes colgantes para poder ingresar a la vivienda cuando la chacra quedara anegada por el agua.

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En el lugar se construyeron también puentes colgantes para poder ingresar a la vivienda cuando la chacra quedara anegada por el agua.

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