“Hace ocho años que el asesino de mi papá anda en el pueblo como si nada”

Luján Ávalos, la hija de Pedro, el remisero de La Angostura al que mataron de 11 puñaladas, rompió el silencio y contó cómo es vivir con el crimen de su padre impune. Los acusados fueron absueltos pero el fiscal insistirá en producir nuevas pruebas.

“El crimen quedó impune, el pueblo, el fiscal y el juez ya se olvidaron. Pero lamentablemente una familia se quedó sin un papá, un marido, un abuelo y un hermano. Eso es lo más doloroso”, dije a “Río Negro” Luján Ávalos, la hija menor de Pedro Ávalos, remisero asesinado en febrero de 2010.

El asesinato de Ávalos fue el más violento y brutal que recuerde esta pequeña comunidad. La noticia conmocionó a los vecinos, acostumbrados a ver ese tipo de hechos en los noticieros nacionales. el jueves se cumplieron 8 años del crimen.

“Asesinaron a un remisero”, sintetizaban los titulares de los diarios. Para Luján y sus hermanos, comenzaría una verdadera pesadilla que con los años se transformó en un recuerdo doloroso, una herida que no cierra por la ausencia de justicia.

“A pesar de que ya asumí que mi papá está muerto y no va a volver, cada día me duele no tenerlo, era una persona maravillosa, muy culta con la que podías charlar o preguntarle de todo. Era bondadoso, muy respetuoso, educado y simpático, querido por todo el pueblo, pero sobre todo compañero, siempre comprensivo… Me hace mucha falta”, sostiene Luján.

Cuando ocurrió el crimen ella tenía 13 años, sus hermanos Fernando y Martín 22 y 24. Además de soportar la pérdida de su padre, tuvo que enfrentar la imputación de su madre, Claudia, como presunta instigadora intelectual del crimen junto a su supuesto amante. Una historia digna de una novela policial. A eso se sumaban los rumores y conjeturas de toda una comunidad.

“Justo empezaba el secundario, imaginate cuántos cambios en mi vida! Se me había muerto mi papá, no sabía si mi mamá había matado a mi papá, no sabía si iba a quedar presa… No sé cómo pude con todo con sólo 13 años. Ahora lo pienso y es una locura”, recuerda Luján.

Ávalos era un vecino conocido, era taxista y portero del Centro de Formación Profesional, pero también había sido policía, bombero, guardafauna, inspector de Bromatología, “entre otras profesiones que brindan un bien a la comunidad, porque así era él”, enumera su hija.

Hubo tres imputados por el crimen, uno como autor material. El sospechoso había llamado a Ávalos minutos antes del crimen para, según la acusación del fiscal, citarlo en el lugar donde luego lo mató. La hipótesis de la fiscalía en aquel momento fue que la mujer del remisero y su supuesto amante habían contratado al sujeto, un changarín, para matarlo. La defensa de los tres acusados apuntaron al posible ajuste de cuentas y venta de droga.

“No sé lo que pasó, si fue un ajuste de cuentas o no, si llegó a ser así no me importa, seguramente tuvo un buen motivo ‘darle lo mejor a sus hijos y sus nietos’ yo me quedo con todos los consejos que me dio y el excelente padre que fue conmigo. Que el crimen quede impune me da mucha impotencia, ya que el asesino anda como si nada por el pueblo, duerme tranquilo, está con su familia en su casa y nosotros con la familia destruida”, dice la joven.

El acusado como autor del crimen estuvo preso y junto con los otros dos sospechosos, fue absuelto.

“Ojalá el asesino algún día pague tanto dolor que causó y sigue causando, porque la herida nunca cicatriza y su ausencia duele a cada momento. Me arruinó la vida para siempre!”, aseguró la joven.

“El caso no está cerrado, faltan cuatro años para que prescriba y tengo la esperanza de que surjan nuevas pruebas”,

dijo el fiscal jefe Fernando Rubio, a cargo de la investigación.

El crimen

A las 0:40 del 1 de febrero de 2010, Pedro Ávalos fue brutalmente asesinado de 11 puñaladas adentro de su taxi en una calle oscura y desierta del barrio Lomas del Correntoso. Sus compañeros del radio taxi escucharon por la radio el grito de auxilio.

Ávalos había recibido un llamado para hacer un viaje a Barrio Norte, luego se liberó y llamó a la base para reportar un “solicitado” con recorrido, es decir, que llevaba un pasajero a varios lados. Un compañero que esa noche estaba en la base, contó a “Río Negro” que “antes de los 5 minutos llamó por la radio, gritó que necesitaba ayuda, dijo donde estaba y también puteó”.

Después del ataque, pese a las heridas, llegó a activar la radio y pedir auxilio. Al escuchar el grito, en menos de 7 minutos, otro remisero que estaba cerca realizando un viaje fue hasta al lugar.

Encontró a Ávalos en su asiento, con el pie en el acelerador a fondo. La puerta del lado del acompañante estaba abierta.

Llamaron a la policía y a una ambulancia, pensando que se trataba de un accidente. A los pocos minutos, Ávalos ya estaba muerto. Sobre la traza de la calle no había huellas de frenada brusca o zigzagueo, por lo cual, habría llegado hasta el lugar tranquilo.

En el vehículo se encontraron $300, la billetera, la recaudación del día, el estéreo y otros elementos de valor.

La causa fue a juicio y la Cámara en Todos los Fueros de San Martín de los Andes de aquel momento absolvió a los tres acusados por considerar que no había pruebas suficientes ni grado de certeza necesaria.

La fiscalía apeló y finalmente el TSJ, en el 2013, ratificó la sentencia absolutoria.

La pista “narco”

Datos

“El caso no está cerrado, faltan cuatro años para que prescriba y tengo la esperanza de que surjan nuevas pruebas”,
La posibilidad de que el crimen estuviera vinculado al tráfico de droga partió de la misma defensa del principal imputado, quién en el juicio declaró que había llamado a Ávalos para conseguir droga. La hipótesis del ajuste de cuentas fue una línea de investigación tampoco se logró probar.
El fiscal jefe Fernando Rubio, quién estuvo a cargo de la investigación, apuntó que “seguimos la pista narco, no pudimos llegar a consolidar una prueba que nos permita llevar esa hipótesis, pero una cosa no quitaba la otra, yo creo que las dos estaban relacionadas”.
En tanto aseguró que “creo que era suficiente la prueba que reunimos para lograr la condena. Nos decepcionó el Tribunal”. Quedan cuatro años para evitar la prescripción.

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