Asomándose a la economía del 2016

Si la evolución económica del año entrante pudiera graficarse con letras, el equipo de Mauricio Macri elegiría en los papeles una ene minúscula para dibujar la trayectoria esperada de la inflación y una u para la del producto bruto interno. En otras palabras, el trío Alfonso Prat Gay-Federico Sturzenegger-Francisco Cabrera espera que la tasa inflacionaria experimente un repunte a comienzos del 2016 para luego descender, a la inversa del PBI, que tendría una declinación en la primera mitad del nuevo año y una recuperación en la segunda. Por cierto que se trata de una proyección muy provisoria. Hasta ahora sólo se conoce una parte del programa económico (el fin del cepo y casi todas las retenciones y la unificación cambiaria y consecuente devaluación del peso, junto con la suba de las tasas de interés), pero falta completar otra, tanto o más relevante y compleja de instrumentar: los ajustes de tarifas energéticas y de combustibles, así como la reducción y redireccionamiento de subsidios estatales. Este conjunto de medidas en marcha y las que resta resolver será la antesala del “acuerdo social” convocado para mediados de enero, a fin de armonizarlas con la prometida reforma del impuesto a las Ganancias retroactiva a enero y los aumentos salariales en paritarias. Previamente, el 7 del próximo mes, se conocerá la nueva lista de “precios cuidados” para una canasta de productos de consumo masivo (alimentos, bebidas, productos de limpieza y tocador) que se comprometieron a acordar hasta abril empresas proveedoras y cadenas de supermercados bajo el auspicio del gabinete económico. Además, todo este proceso deberá guiarse con índices de precios provisorios pero más confiables (basados en las estadísticas de Capital Federal y San Luis), tras el virtual desmantelamiento del Indec. Los capítulos ya conocidos del programa económico funcionaron mejor de lo que se preveía. Por un lado, el levantamiento del cepo cambiario no trajo la corrida que muchos esperaban y el dólar único llegó a perforar el piso de 13 pesos, lo cual obligó al Banco Central a recortar la fuerte suba de las tasas de interés para frenar la baja por lo menos hasta que se recomponga la demanda de los importadores, tras el fin del polémico sistema de permisos previos (DJAI) aplicado por Guillermo Moreno y su reemplazo por un sistema de licencias aceptado por la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por otro, el BCRA recuperó sus reservas brutas (a 24.800 millones de dólares) y también “poder de fuego” para intervenir en el mercado cambiario, al convertir en casi 3.100 millones de dólares parte del swap chino en yuanes. Aun así, sigue sin marcar el piso y el techo de la banda de “flotación sucia” anunciada por el ministro Prat Gay al unificar el mercado. La calma cambiaria de fin de año no podrá quedar asegurada hasta que el gobierno de Macri ponga en marcha la política de metas (decrecientes) de inflación, también anticipada por Prat Gay y que se perfila como la nueva “ancla” para alinear las expectativas cambiarias, inflacionarias y salariales. Para eso será necesario definir la política fiscal para el 2016 (gasto público, subsidios, obras de infraestructura, ajuste de salarios estatales y jubilaciones, etcétera) y también la política monetaria, para absorber el aluvión de pesos de fin de este año y prever el financiamiento del déficit presupuestario del 2016, con una mezcla de menor emisión y mayor endeudamiento interno y externo. En este último caso, a mediados de enero se iniciará formalmente la negociación de un acuerdo con los holdouts, cuyo objetivo final es colocar deuda en el exterior a tasas más razonables y sin riesgos de embargo. Incluso, no se descartaría un depósito a cuenta como muestra de buena voluntad, a cambio de que el juez Griesa reponga el stay (no innovar) que dejó sin efecto hace 18 meses, cuando el gobierno de Cristina Kirchner se negó a acatar su arbitrario fallo a favor de los fondos buitre y precipitó el actual default parcial de la deuda. A cambio del acceso al financiamiento en los mercados externos, hoy cerrados para la Argentina, el Palacio de Hacienda tendrá más margen para reducir el déficit fiscal (7% del PBI) hasta eliminarlo en un plazo de cuatro años. Mientras todos estos elementos estén “en el aire” será difícil que retrocedan muchos precios que se pasaron de revoluciones antes de la devaluación (pese a que en vísperas de Navidad aparecieron numerosas ofertas con descuentos de 30, 40 y hasta 50%) y mucho más acordar con empresarios y sindicalistas una pauta salarial para las futuras paritarias, sobre todo con la perspectiva de aumentos de tarifas y electricidad (especialmente en Capital Federal y Gran Buenos Aires) y también de combustibles, en este caso más bajos que la última suba del dólar tras la unificación cambiaria. De todo esto dependerán las proyecciones de crecimiento de la actividad, con una política económica que apunta a poner más énfasis en la inversión que en el consumo y ya ha venido liberando trabas y controles, a diferencia de la que aplicó el kirchnerismo. Así y todo, varias consultoras privadas comenzaron a difundir sus estimaciones económicas para el 2016, incluso con números tentativos. El Estudio Broda, por ejemplo, prevé una suba del 1% anual en el PBI (tras un retroceso en el primer trimestre), una inflación (de mayor a menor) del 30/32% anual y un dólar a 14,50 pesos a fin del año próximo. La consultora Ecolatina, que dirige Marco Lavagna, proyecta en cambio una leve contracción del PBI. Su argumento es que el posible repunte impulsado por las exportaciones agroindustriales y un mayor flujo de turismo externo no alcanzará a compensar la retracción del consumo interno y la inversión pública –incluso con financiamiento de organismos internacionales–, que en este caso sólo podría tomar cuerpo en el 2017. Por último, un informe del Departamento de Economía de la Universidad Austral, elaborado por Eduardo Fracchia, traza dos escenarios para el nuevo año, luego de estimar que tras el fin del cepo será más dinámica la inversión en equipos y también en construcción privada. El primer escenario (“moderado”) prevé una suba del 2% en el PBI, una inflación del 33% y un dólar a 15 pesos en diciembre. El segundo (“optimista”) eleva al 4% el crecimiento y reduce al 25% la inflación anual, sobre la base de un dólar a 13,90 pesos y tasas de interés menos elevadas. Más allá de esta disparidad de proyecciones, el nuevo año incluirá un componente de manejo político y comunicacional que el presidente Macri no podrá soslayar: cómo convencer a los agentes económicos –y a la sociedad– de que los beneficios de una política económica más racional serán a largo plazo, a la inversa de sus inevitables costos. (*) nestorscibona@gmail.com Especial para “Río Negro”

Néstor O. Scibona (*)

Mirando al sur


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios