“La risa es el mejor antídoto contra la posverdad”

El español Andrés Barba acaba de publicar “La risa caníbal” (Fiordo), un conjunto de textos en clave de ensayos que analizan el fenómeno de la risa y su capacidad de restituir el juicio crítico.

Bajo su modalidad repentina y distendida, la risa es uno de los mejores recursos para medir la predisposición de las sociedades a revisar sus tabúes y mandatos, una de las tantas habilidades que el escritor español Andrés Barba identifica en “La risa caníbal”, ensayo que reafirma el componente liberador del humor y su eficacia para contrarrestar el monopolio sentimental en tiempos de la posverdad.

La risa es a la vez un gesto incómodo y revelador que tensa los límites de la tolerancia y expone a quienes ríen al fantasma del ridículo o la incorrección sin retorno.

Aunque pueden ser trastocadas sin aviso, esas fronteras se vuelven casi impenetrables cuando la amenaza de la parodia acecha la muerte, el sexo y la religión, los tres grandes tabúes que no siempre logran sortear aquella célebre formulación de Woody Allen según la cual el humor “es tragedia más tiempo”.

Reciente ganador del Premio Herralde por su novela “República luminosa”, Barba presenta ahora “La risa caníbal. Humor, pensamiento cínico y poder” (Fiordo Editorial), un conjunto de textos que deconstruyen el fenómeno de la risa a través de un recorrido que analiza desde la reacción del líder nazi Adolf Hitler cuando vio “El gran dictador” –la película en la que es parodiado por Charles Chaplin– hasta las relaciones entre sexo y humor y los fallidos intentos por abordar desde la comicidad, hitos dramáticos como el atentado a las Torres Gemelas y el Holocausto.

“Enfrentarse a las ideas del otro significa también enfrentarse a su risa, porque la risa es en última instancia una idea”, expone Barba en esta obra que sintoniza con el clima de época y posiciona al humor como un artilugio para restituir el juicio crítico.

P- La risa es un recurso ligado a la transgresión que juega siempre con las fronteras de lo validado ¿Cómo establecer entonces sus límites?

Andrés Barba- El humor es siempre transgresión, pero transgresión reglada. El discurso de la risa es un discurso de lo liminal, siempre está jugando a cruzar el límite de lo decible. La legitimidad de ese discurso (al igual que en el mundo de la imagen podría suponer el discurso de lo pornográfico) es precisamente que no hay otro discurso que podría ocupar esa función si no la cumpliera el humor. El humor es una dialéctica de “prueba de materiales”: no sólo juega a decir lo que no se puede decir, sino que pone de manifiesto que lo que todo el mundo cree sublime puede ser, en realidad, una soberana estupidez.

P- ¿Por qué la risa es una amenaza en esta escena trazada por la posverdad?

AB- La posverdad, o como decía Sloterdijk la “cursilería trascendental” es la estrategia perfecta. Una idea se puede discutir, pero un sentimiento sólo se puede respetar. Si expongo mis ideas en términos sentimentales mis ideas se convierten en inexpugnables porque cualquier crítica es un ataque a mi dignidad personal. La risa es un soplo de aire fresco en este contexto irrespirable de la posverdad. Quien confía en la razón y en las ideas confía necesariamente en la risa. O como dijo Bergson en un rapto de lucidez: “en un mundo de inteligencias puras puede que no se llorara, pero desde luego se reiría”.

P- El atentado a las Torres Gemelas fue una divisoria de aguas en la relación de los norteamericanos con el humor, una “auténtica mutación mental” en una cultura acostumbrada a reírse de sí misma, según definís. ¿El humor claudica siempre frente a las víctimas?

AB- Las Torres Gemelas es un caso que me interesó mucho desde el principio porque a los yanquis podemos reprocharle muchas cosas pero hay que otorgarles que muy pocos países han sabido defender su derecho a la risa como la sociedad norteamericana. ¿Podría hacerse en Argentina una comedia sobre una guerra tan traumática como de las Malvinas tal y como los norteamericanos han hecho cientos de comedias sobre su traumático Vietnam? Es difícil creerlo. Y sin embargo con el atentado de las Torres Gemelas “fracasaron” estrepitosamente en todos los intentos de hacer una aproximación cómica. Algo sucedió ahí. Me pareció que desde el principio funcionó como una fábula moral: su incapacidad para activar un discurso que no fuera sentimental les acabó encerrando en un callejón sin salida en el que por supuesto la risa fue imposible.

“Enfrentarse a las ideas del otro significa también enfrentarse a su risa, porque la risa es en última instancia una idea”,

sostiene Andrés Barba.

Datos

“Enfrentarse a las ideas del otro significa también enfrentarse a su risa, porque la risa es en última instancia una idea”,

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