El verano 2017 en la mirada de los que la reman

Alejados de las afirmaciones empresarias u oficiales, quienes atienden al turista tienen su propia percepción de la temporada. ¿Cómo la evalúan?

Florencia Cide lleva tres horas sentada sobre una fría baldosa de la calle Mitre y Quaglia. Aún no vendió ninguna de las veinte bolsitas de lavanda y falta media hora para regresar a su casa, en el barrio La Cumbre. Se irá del bullicioso centro barilochense con las manos vacías. Retornará en un par de horas con la esperanza de que la venta mejore por la tarde.

No fue fácil esta temporada para Florencia. Lleva dos veranos vendiendo lavanda en la calle y la situación se complicó bastante este 2017. Asegura que el verano pasado se trabajó mejor que ahora.

Dice que estos meses fueron pocos los días que pudo vender toda la lavanda, que cultiva en su jardín. Florencia vive de una jubilación mínima, limpia casas ocasionalmente y la comercialización de lavanda “sirve para el puchero de todos los días”. “Es una entradita más”, sostiene.

Florencia vive sola porque hace unos diez años que su esposo murió. Y sus tres hijos ya no viven con ella.

Los vendedores de lavanda se multiplican por la calle Mitre. Las bolsitas cuestan entre 30 y 50 pesos. Este verano no fue fácil para los vendedores ambulantes.

Los turistas pasan. Pero nadie se detiene frente a esa mujer de rostro curtido y manos agrietadas, nacida en Cholila. “Me gusta cultivar la tierra. Mi casa se conoce por el aroma a lavanda”, afirma.

“La lavanda se usa para los placares. Es buenísima para evitar las polillas”, explica Florencia. También dice que se utilizan los tallos para hacer té. “Mientras más seca esté, mejor aroma da”, indica.

A dos cuadras, Ivana acomoda las cajas de chocolate surtido. Repasa la estantería para que no falten productos que ofrecer al público en la pequeña chocolatería de Mitre al 300. Dos chicos entran al local y la joven empleada les pregunta con amabilidad qué necesitan, “Nada, sólo entramos a mirar”, respondieron a coro los adolescentes, con típico acento de Chile.

“La gente compra lo justo y necesario”, explica Ivana. El comentario se replica, con algunos matices, en las calles del centro. La mayoría de las voces de trabajadores consultados por “DeBariloche” coinciden en que vinieron turistas esta temporada de verano 2017, pero cuidaron más que nunca el bolsillo.

Hubo que remar

Lejos de los datos de ocupación grandilocuentes de esta temporada estival que emiten organismos oficiales, la percepción en las calles del centro de esta ciudad es distinta. Hubo que remar bastante.

Enero no estuvo mal. Miles de turistas eligieron Bariloche para descansar y disfrutar de las vacaciones.

Esa cantidad de visitantes repercutió en una intensa actividad en restaurantes, confiterías, chocolaterías y hoteles. Hubo días en que la calle Mitre se transformó en una concurrida peatonal.

Pero el movimiento de compras no fue el mismo. Hubo menos gasto. La caída fue pronunciada cuando empezó febrero.

La merma de turistas que se percibe en las calles del casco céntrico es importante. También la disminución del consumo.

Un duende a pedido

“La gente cuida mucho la plata y eso que no subimos el precio de la foto”, explica Martín, que se transformó en un ícono del Centro Cívico. Todos los días él se cambia en un improvisado biombo y en pocos minutos se convierte en un duende de cuento milenario.

Lo acompaña Gonzalo, que colabora con la puesta en escena.

El personaje del duende no pasa inadvertido. Y el truco de la suspensión en el aire deja a los niños con la boca abierta. Martín añade: “Si se sacan la foto con el duende, no se sacan una foto con el perro (San Bernardo)”, que es una de las fotos emblemáticas de Bariloche.

Martín y Gonzalo dicen que esta temporada hubo que “pelear el mango”. Recuerdan que el verano pasado fue mucho peor que ahora. Y el recuerdo más cercano de una buena temporada se remonta al verano del 2015.

Carla ni lo duda. “¡Malísima la temporada!”, responde apenas escucha la pregunta. Trabaja en una confitería-restaurante del centro y se queja porque la obra de remodelación de la calle Mitre perjudica la actividad. “Los turistas vienen a comer con sus chicos y a veces se duermen y tienen que caminar siete cuadras para ir a buscar el auto porque no se puede estacionar cerca”, explica.

Pero los mayores reclamos apuntan hacia la municipalidad y la presión que ejerce sobre los locales gastronómicos. Carla no para. Tiene que levantar los platos de las mesas que atendió y seguir trabajando.

Pablo llegó hace un año a Bariloche, procedente de Córdoba. Está contento en esta ciudad. Consiguió trabajo de promotor para esta temporada y asegura que está satisfecho con lo que se trabajó hasta el momento.

“Enero fue muy bueno en relación a enero del año pasado”, opina. “Febrero no se trabajó mal, pero el clima no acompañó mucho”, indica. Pero está convencido de que, si al turista “vos lo atendés bien, se va contento y te deja propina”. Aunque admite que “hay de todo” entre los clientes.

Ivana trabaja en un local que vende golosinas de todos los colores y sabores. “Enero trabajamos bien y en febrero bajó la cantidad de gente”, indica la joven mientras llena una bolsa con caramelos multicolores. “Los chilenos compran un montón”, afirma.

Francisco se lo toma con calma. Lleva muchos años al volante de su taxi y vio pasar muchos veranos en Bariloche. Algunos fueron muy buenos y otros dejaron los bolsillos flacos.

Los turistas

Datos

85%
fue la ocupación en alojamientos turísticos en enero, según datos del Municipio.
65%
de las camas estuvieron ocupadas durante la primera quincena de febrero.

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