Lupuleros en su hora más difícil

Cuentan que, sin una decidida protección estatal, desaparecerán.

producción

El alto valor inmobiliario de la tierra es una tentación para lotear.

Leibrecht padre fundó la chacra en 1982; ahora la dirige Klaus, su hijo.

“Si esto no se resuelve ahora, el lúpulo –como cultivo tradicional de El Bolsón–, tiende a desaparecer en los próximos 5 años. Con los precios bajos que paga el monopolio Quilmes no cubrimos ni los costos y es imposible que podamos reinvertir”, advirtió Klaus Leibrecht, uno de los seis productores que quedan en la Comarca Andina. Totalizan unas 120 hectáreas que producen unas 150 toneladas de lúpulo para las cervecerías y aportan unos 15 millones de pesos anuales a la economía regional, pero a diario se ven tentados a lotear por el alto valor inmobiliario de sus tierras, o reconvertir a la fruta fina.

Ahora están esperanzados en que “salga la ley de promoción del lúpulo, que apunta al autoabastecimiento del país” (estimado en unas 1.200 toneladas anuales) impulsada por el senador Miguel Pichetto y la diputada Silvina García Larraburu.

“La promesa es que se oficialice a principios de este año, espero que sea entre febrero y marzo porque todavía estamos negociando con Quilmes, que nos sigue ofreciendo menos del costo de producción. La idea es crecer, no sólo mantenernos, porque también se puede hacer lúpulo en los valles de Río Negro y Chubut”, valoró Leibrecht.

“El lúpulo se importa casi sin aranceles. Si se modificaran esas políticas automáticamente subirían nuestros precios”, remarcó.

Al frente de la chacra “El Torreón”, en Mallín Ahogado, que fue fundada por su padre en 1982, el productor resaltó que “esto se revierte con buenos precios, que se mantengan en el tiempo y nos garantice la certeza de saber si podemos seguir invirtiendo, sacar un crédito o comprar máquinas”.

Recordó al respecto que “en el año 2007, Pichetto fue el protagonista de sentarse ante el monopolio y decirle que ‘esto se arregla ahora’. Eso nos facilitó seguir más o menos bien hasta 2010, pero a partir de allí no quisieron actualizarnos el precio, ni discutir nada. Entonces comenzaron las presiones, Quilmes hasta pagó un estudio a la Universidad del Comahue para que haga nuestros costos, pero no los tomaron en cuenta cuando vieron que daban muy altos”.

“Les explicamos que así no nos da, pero nos tratan de ineficientes y de que somos malos productores. Posiblemente sea cierto que no tenemos mucho rinde por hectárea, pero llegamos a esta realidad por tantos años de desinversión”, remarcó.

La misma empresa “nos ha ofrecido algún aporte técnico, pero lo hace para quedar bien. Para ellos todo es plata y solo les interesa bajar costos a costa nuestra”.No obstante, recordó que “durante los años que nos pagaron lo que corresponde –que fueron muy pocos– pudimos crecer. Ya en los 90 desapareció casi el 60% de las chacras productivas, que terminaron reconvirtiendo hacia otros cultivos”.

“Ahora, en los últimos tres años, empezaron a desaparecer los últimos. Sólo quedamos seis productores en toda la Comarca Andina. Pasamos de 300 hectáreas en 1992 (36 chacras), a apenas unas 120 hectáreas en la actualidad. Tenemos mucha menos cosecha porque son variedades muy viejas y las plantas no se renuevan. Tampoco invertimos en galpones, maquinaria o tecnología”, reconoció. Leibrecht recordó: “Fue Quilmes quien impulsó el desarrollo del cultivo en esta zona. Es triste que después de casi 70 años de trabajo y de haber instalado a El Bolsón como capital del lúpulo argentino, en cinco años esta producción desaparecerá si siguen fijando el precio a su antojo”.


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