Educación: dejar de mirarse el ombligo

Mirando al sur

Una enorme brecha separa la “revolución educativa” propuesta por el presidente Mauricio Macri en su último mensaje ante la Asamblea Legislativa y los magros resultados que puede mostrar la Argentina en este terreno. Pero de esto poco se habla en este año sin comienzo normal de clases en casi todo el país y en medio de otra puja salarial con los gremios docentes.

Como no hace mucho se señaló en esta columna, lo más paradójico es que el conflicto fue justificado en la “defensa de la educación pública”, cuando la realidad va en sentido contrario. Por un lado, un reciente informe del Instituto para el Desarrollo Social de la Argentina (Idesa) revela que en el período 2007/2015 la matrícula en las escuelas de gestión estatal creció en 266.000 alumnos (de nivel inicial, primario y secundario), mientras que en las de gestión privada lo hizo en 489.000. O sea que sobre un total de 755.000 nuevos alumnos, casi dos de cada tres fueron inscriptos en escuelas privadas para eludir los paros docentes.

Por otro, el Centro de Estudios de la Educación Argentina de la Universidad de Belgrano (CEA-UB) indica que en el 2015 sólo el 13,4% de los alumnos de las escuelas primarias públicas (472.000 sobre un total de 3,5 millones) accedía a la jornada escolar extendida o completa, muy lejos del objetivo de 30% fijado por dos leyes nacionales sancionadas diez años antes. En Río Negro esa proporción se eleva a casi 25%, pero hay provincias que se ubican muy por debajo del promedio, como Buenos Aires con 5,9% y, en el último puesto, Neuquén con apenas 2,1%.

El CEA-UB es dirigido por Alieto Guadagni, el exsecretario de Energía que desde hace unos años integra la Academia Nacional de Educación y en un reportaje con la radio porteña EcoMedios trazó esta semana un descarnado diagnóstico, que vale la pena rescatar para enriquecer un debate que siempre gira sobre el mismo eje sin tener en cuenta los avances en otros países. Por eso se reproducen textualmente sus principales definiciones:

• Primero, hay que tener en cuenta que somos un país en retroceso educativo. La Unesco, a través de su oficina local, hizo dos pruebas entre alumnos primarios de tercer y sexto grado en 1998 y 2013. En 1998 la Argentina salió segunda detrás de Cuba y delante del resto de los países de la región. En la última prueba no se presentó Cuba, pero la Argentina quedó 9ª detrás de Chile, Costa Rica, Uruguay, Ecuador, Perú, México, Brasil y Colombia.

• Segundo, de esos países somos el de menor número de horas de clase. Todos ellos tienen un calendario escolar mucho más extendido. Por ejemplo, Cuba, Chile y Colombia tienen más de 1.050 horas por año y nosotros tenemos por ley apenas 720, que además nunca se cumplen.

• Nunca falta un gobernador que cierra por un día 40.000 escuelas para celebrar un acontecimiento histórico importante. En el aniversario de la Batalla de Tucumán hubo un feriado impulsado por la hotelería, cuando debió haberse explicado a los niños qué significó el triunfo del general Belgrano sobre los realistas en esa provincia.

• Encima tenemos paros que cierran las escuelas y además incumplen la ley del 2006, que fijó en su artículo 1º un calendario escolar mínimo de 180 días de clase, con obligación de compensar los días perdidos en caso de incumplimiento.

• La gran pregunta es si la sociedad está de acuerdo en recuperar esos días de clase. Yo creo que no.

• Entonces es muy difícil para un gobierno mejorar la educación, porque no hay una gran demanda social en ese sentido.

• Los sectores más influyentes –que son los socioeconómicamente más altos– ya se fueron de la escuela pública. Se la dejaron a los más pobres y cada vez hay menos alumnos.

• Ahora se van los chicos de las familias pobres hacia escuelas parroquiales, comunitarias o evangélicas. No van a colegios caros: son escuelas muy humildes.

• Entre 2003 y 2015 las escuelas públicas de todo el país perdieron al 20% de los pibes de primer grado. Y en provincias del NEA (como Chaco, Corrientes, Misiones) la caída de la matrícula superó el 30%.

• Si bien este retroceso es dramático, más aún es que no se haya tomado conciencia y que se eluda este debate en el Congreso o en las legislaturas provinciales.

• El estatuto docente tiene bastante que ver. Chile tiene un cargo docente cada 21 alumnos y Colombia uno cada 24. Los chicos de esos países aprenden más que los de la Argentina, donde en promedio hay un docente cada 12 alumnos, pero no todos están al frente del aula. En Cuba o Dinamarca hay uno cada 9, pero son países líderes.

• La paradoja es que la Argentina gasta en educación más que otros países a los que les va mucho mejor porque tienen más horas de clase. Un chico cubano, chileno o colombiano que terminó cuarto grado tuvo más horas de clase que uno argentino en toda la escuela primaria.

• Hay otro problema básico, que es la formación de los docentes. Cuando uno mira a los países que salieron adelante advierte tres cosas: 1) han jerarquizado la carrera docente, que tiene nivel universitario; 2) en Ecuador, Corea o Finlandia, recibirse de docente es más difícil que de abogado o ingeniero, ya que para ingresar a la carrera se requiere más puntaje previo en la educación secundaria; 3) la contrapartida es que los mejores sueldos de la administración pública deben corresponder a esos docentes formados.

• Si nosotros queremos que el mejor capital humano juvenil que podamos acumular hacia el futuro se reoriente hacia la educación, debemos asignarle una retribución especial. Pero esa es una política de largo plazo.

• A fines de los 90, Chile adoptó la jornada extendida en escuelas primarias públicas a través de un acuerdo político entre los socialistas, la democracia cristiana y los conservadores. En diez años pudo extenderla a casi todas y por eso tiene 1.050 horas de clase.

• En Israel y Australia también hay más de 1.000 horas, pero en Finlandia 650. La diferencia es que en este país europeo los chicos reciben en sus computadoras mensajes de los maestros para encaminar en sus hogares aprendizajes junto a la familia.

• En la Argentina una cuestión clave es la ruptura de la familia y el rol de las madres. Da pena que una madre vaya a la escuela a increpar a un maestro, algo inimaginable hace 30 años.

• Aun así, ha habido algunos progresos: la evaluación censal de calidad educativa ahora se va a publicar por municipios y no sólo por provincias.

• Pero a mi juicio habría que derogar la ley que prohibe la difusión del resultado escuela por escuela. Es necesario que los padres conozcan el nivel de las escuelas públicas o privadas a las que envían a sus hijos.

• Es increíble, pero la Argentina es el único país del mundo que prohibe esa información. Uruguay la había copiado, pero el diario “El País” de Montevideo hizo un juicio amparándose en el derecho a la información y lo ganó.

En el período 2007/2015, sobre un total de 755.000 nuevos alumnos, casi dos de cada tres fueron inscriptos en escuelas privadas para eludir los paros docentes.

Un chico cubano,

chileno o colombiano que terminó cuarto grado, tuvo

más horas de

clase que uno argentino en toda la escuela primaria.

Datos

En el período 2007/2015, sobre un total de 755.000 nuevos alumnos, casi dos de cada tres fueron inscriptos en escuelas privadas para eludir los paros docentes.
Un chico cubano,
chileno o colombiano que terminó cuarto grado, tuvo
más horas de
clase que uno argentino en toda la escuela primaria.

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