Niñas madres, padres jóvenes (2)

Las redes nos han simplificado el trabajo a los periodistas. Antes, para encontrar a quien entrevistar sobre un tema determinado, como es aquí el de la maternidad adolescente, debíamos andar camino. Acercarnos a hospitales en donde hubiera niñas pariendo, por ejemplo o, algo que yo hacía bastante, buscar en la guía telefónica “centros”, “instituciones”, “fundaciones” a donde llamar por información. Pero ahora simplemente pregunto en mis redes si alguien desea contarme su historia, y las historias llegan.

Cuento esto porque cuando pregunté si alguien quería compartir su experiencia como madre adolescente, recibí la respuesta de un joven. Un varón que, mientras cursaba el colegio secundario, tuvo una novia que quedó embarazada. Y fue padre, claro. Y me pareció valiente, importante y significativo, entonces, conocer el otro lado de la moneda.

La historia es ésta:

“Hacía días que andaba con cara de susto, lo sabía, y me quedaba acostado en mi cuarto, mirando el techo. Mi vieja me preguntaba qué me pasaba, pero yo le respondía como siempre: nada. Estaba en cuarto año del secundario y ella era un par de años más grande, le faltaba poco para empezar la universidad cuando nos pusimos de novios. Y desde ahí todo empezó a ser bastante complicado. Ahora me doy cuenta de cosas que antes no, por ejemplo, que desde que empecé a salir con ella comencé a llevarme materias o que la relación, tal vez por la diferencia de edad, no era simétrica. Andábamos todo el tiempo juntos, yo la acompañaba a hacer trámites o al médico porque su familia no lo hacía y ella no quería estar sola, y a veces sentía que me quería escapar de esa relación y no sabía cómo. Incluso en un momento terminamos, estaba aliviado, pero ella me buscaba y volvimos a estar juntos. Hasta que quedó embarazada. Tanto insistía mi vieja con que me pasaba algo que terminé contándoselo. Ella me preguntó: ¿vos qué querés hacer?, y le respondí, me acuerdo perfectamente: yo me quiero quedar acá.

En ese entonces estaba terminando el secundario y pensaba seguir estudiando pero empecé a trabajar. Mi familia me apoyó siempre y aceptó a mi novia con nuestro embarazo a cuestas. Mi viejo dice que andaba siempre con cara de susto, pero qué podía hacer. El parto, por suerte, fue excelente y rápido y yo estuve ahí todo el tiempo. Nos acompañaban los abuelos, tíos del bebé, amigos. Pero yo me quedé en mi casa y ella en la suya, así que iba y venía y volví a ir, y también ella venía a quedarse a casa por unos días.

El problema era que nos peleábamos seguido, cuando eso pasaba ella no me dejaba ver al nene y hasta la echaba a mi vieja cuando ella iba de visita. Después nos arreglábamos y otra vez lo mismo hasta que los dos coincidimos en que la relación no iba y nos organizamos para poder estudiar, trabajar y cuidar al nene. Pasaron un par de años, yo pude volver a estudiar, ella se mudó a vivir sola y consiguió un buen trabajo y eso nos acomodó a los dos. Hasta que yo también pude tener mi propio departamento y ahora me llevo al nene y nos tiramos en la cama a ver dibujitos y nos matamos de risa. Lo llevo a la escuela, lo baño, hago todo lo que hace un papá que está solo.

Viendo hacia atrás me doy cuenta lo difícil que fue todo: mantener la pareja, la responsabilidad de ser padre. Todo se cortó de golpe los amigos, que ahora volvieron, por suerte, las salidas, los proyectos. Pero no es imposible y se compensa. Ser padre joven significa que necesitás ayuda de tus mayores para que estén atentos y te contengan, y tengan brazos para atajarte y atajar al ser nuevo. Sufrís en silencio, madurás de golpe pero el amor que ganás es increíble. Claro que no todo se hace sencillo, con el colegio es un tema. Me siento incómodo entre madres y padres más grandes que yo, no sé cómo relacionarme, pero lo vamos remando día a día. Vale la pena”.

Cuando una joven se embaraza no tiene escapatoria, el hijo es parte de ella, decida tenerlo o no. No sucede lo mismo con el varón que puede elegir, sin marcas en el cuerpo, si quedarse y, a la vez, puede ser parte de las decisiones pero no será quien verdaderamente decida, en primer lugar, si ese embarazo llegará a término.

Por otra parte, para algunos chicos tener un hijo afianzará su idea de masculinidad, de poder. Y para otros será una carga no contemplada. Se hace obvio que sin apoyo familiar, de la comunidad y del Estado, la tarea de criar a un hijo será entre difícil e imposible. Y de poco ayudará en ese momento, como suele suceder, culpar al varón por el embarazo no buscado.

Sabemos, sin ninguna duda, que el embarazo adolescente solo puede prevenirse con educación, acceso a la información, a los servicios médicos, y contención. Y sabemos, también, que en eso aún nos falta recorrer un camino demasiado largo. El tema es que en el medio hay vidas en riesgos, no se puede seguir mirando hacia otro lado.

Para algunos chicos tener un hijo afianzará su idea de masculinidad, de poder. Y para otros será una carga no contemplada. Sin apoyo, la tarea de criar a un hijo será muy difícil.

Datos

Para algunos chicos tener un hijo afianzará su idea de masculinidad, de poder. Y para otros será una carga no contemplada. Sin apoyo, la tarea de criar a un hijo será muy difícil.

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