Radiografía de la fe en Bariloche en tiempos de crisis

Con un contexto social propicio para la llegada de fieles, en las iglesias evangélicas o pentecostales aseguran que muchos se acercan mientras que en la Católica la mirada es más pesimista.

Reuniones de liberación, misas, celebraciones litúrgicas, rituales de sanidad interior, bautismos, grupos bíblicos, campañas misioneras, ceremonias de alabanza, encuentros de oración, centros de avivamiento.

Son términos propios de un universo que puede resultar extraño a la mayor parte de la población, pero que moviliza también a varios miles de barilochenses, quienes ya sea por influencia familiar o por una búsqueda propia han asumido distintos grados de compromiso religioso.

La crisis económica, el auge de la violencia y de la intolerancia social son factores que vuelcan a la gente hacia las distintas iglesias, según advierten pastores y sacerdotes. Mientras que “el afán por el consumo” es señalado como el principal contrapeso de la espiritualidad.

Por esa razón es difícil determinar si en el momento actual existe un crecimiento en general de la religiosidad popular o bien si, en las distintas iglesias, la tendencia dominante es a la pérdida de fieles. El diagnóstico varía según el interlocutor.

En las iglesias evangélicas o pentecostales aseguran que hay un auge y un acercamiento constante de personas “al culto”. Pero ponerle números precisos a esa supuesta primavera de fe es una tarea imposible.

En la Iglesia Católica y en otras de las llamadas “tradicionales”, la mirada es más pesimista. El sacerdote José María Lynch, párroco de San Francisco de Asís, en el barrio Ñireco, asegura que la participación en las actividades de la parroquia “está en baja”.

Consideró que “la crisis en la familia, en los matrimonios, es la antítesis de los valores del Evangelio”. Dijo también que “el mensaje de Cristo es exigente y el mundo se escapa para otro lado. La gente no tiene problemas en hacer 200 kilómetros para ir a Chile para comprar zapatillas y no hace 200 metros para dedicarle un ratito a Dios”.

Ecuménicas y “de las otras”

Lynch admitió que muchos de los que se acercan a otras iglesias “en su mayoría han sido católicos” y que son captados “mediante un proselitismo insistente, que no es evangelización”.

Dijo también que la Iglesia Católica se vincula mediante iniciativas “ecuménicas” con las iglesias que llamó tradicionales o “históricas”, como la Luterana, la Metodista, la Bautista y la Ortodoxa. Pero no con las llamadas “pentecostales” o evangélicas, con los Testigos de Jehová o con la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, conocidos también como “mormones”.

Tiempo atrás estas últimas eran definidas como “sectas”, un término peyorativo que la Iglesia Católica ahora prefiere evitar.

Una proporción importante de la población (aunque difícil de medir) dedica al menos una hora por semana a la práctica de un culto religioso. Y esa hora se estira bastante si se suman las clases de catequesis, encuentros de oración y de sanación, o las actividades solidarias promovidas desde las distintas iglesias.

Que la fe moviliza a muchos se deduce por la cantidad de templos de todos los tamaños que abundan tanto en el centro como en los distintos barrios de Bariloche, tal vez con mayor densidad en el Alto.

Según el padre Lynch, conformar una iglesia evangélica no es difícil. “Cualquiera que junta diez personas dispuestas a abonar el diezmo y concurrir a las ceremonias se constituye como pastor –observó–. Pero muchas de esas iglesias no tienen personería ni están inscriptas en el Registro de Cultos”.

Tal vez por la desconfianza sobre ese punto, algunos de los pequeños templos que abundan en los barrios se identifican con una cruz y con un cartel con el número habilitante.

En el municipio no existe un padrón de cultos y el único dato orientador es el que corresponde al Registro Nacional, que lleva la Cancillería y que tiene registradas en Bariloche un total de 110 iglesias. Sin embargo, algunos calculan que ese número se podría triplicar si se suman los espacios y lugares de encuentro religioso con distintos niveles de formalidad.

No sólo religión

El pastor Juan Carlos Wlasiuk, de la Iglesia Bautista Melipal (Pioneros y Escritores Argentinos), explica que tienen una comunidad estable “de 140 a 150 personas” y están afiliados a la Iglesia Evangélica Bautista Argentina, una red que tiene otras dos sedes en la ciudad.

Reúnen en forma semanal a un número grande de chicos para realizar juegos y manualidades, no sólo actividades religiosas. También hay grupos de “adolescentes, hombres solos, mujeres y matrimonios jóvenes”, según cuenta el pastor. Además de los encuentros de oración y la escuela bíblica, realizan campañas solidarias y buscan mantener “una relación fraternal con todas las iglesias evangélicas”.

Wlasiuk dijo que “en tiempos de crisis, de violencia, como los actuales, la gente tiende a acercarse. Hay una búsqueda espiritual”. Asegura que creen en “un Evangelio integral, que incluye la salud, lo social” y no sólo lo estrictamente religioso.

Graciela Lefimil tiene 39 años, nació en Comallo y se vinculó con la Iglesia Metodista Pentecostal de la calle Vilcapugio cuando tuvo una crisis de pareja. Desde entonces participa activamente y también invita a amigas y vecinas.

Afirma que esa iglesia, liderada por el pastor Claudio Vera, congrega a unas 400 personas cada domingo. “Es muy lindo ver el cambio que Dios puede hacer en tu vida –señala Graciela–. Uno puede tener muchas cosas, pero sin el Señor le falta algo”.

Con un planteo bastante más cerrado, Santiago Guchano atiende la puerta de la iglesia mormona de la calle Elflein y se presenta como el responsable del grupo de “historia familiar”. Mientras acompaña al cronista a recorrer las pulcras instalaciones, que a media tarde del viernes permanecen vacías, Santiago dice que el objetivo que buscan es “que la gente conozca el plan de Dios”.

En su caso, los mormones están convencidos de que Cristo “estuvo en las Américas” muchos años antes de la llegada de los europeos. “Algunos me dicen: ‘Ahí te lavan el cerebro’. Pero nada que ver –afirma–. Yo leo, aprendo, uno se da cuenta de a poco de las cosas. La gente se acerca porque necesita conocer”.

En Bariloche hay cuatro iglesias mormonas, todas iguales y muy llamativas. Son de arquitectura similar a la de una escuela, tienen altas rejas, jardines cuidados y playones deportivos que casi siempre están vacíos. El dinero para construirlas llega desde el estado de Utah (EE. UU.), donde tienen su sede central.

Judíos y ortodoxos rusos

Otras expresiones menos visibles son la Iglesia Ortodoxa Rusa, que cuenta con una capilla en Península San Pedro, y también la comunidad judía, que carece de rabinos y de un templo formal pero se reúne cada semana en Rivadavia 555 para recibir el Sabbat.

El presidente de la colectividad, Gerardo Eidilstein, dijo que no tienen un templo sino una “sede social” y que participan del rito unas veinte personas. Aunque el número se multiplica en las grandes festividades.

El sacerdote católico Juan Dieuzeide es el párroco de Nuestra Señora del Carmen, en Brown y Pasaje Gutiérrez. Admite que “cada vez hay menos chicos que toman la comunión porque sus padres no se quieren comprometer con la catequesis”.

Pero en su opinión “no hay que abrir juicios ligeros y sería necesario un estudio sociológico” para encontrar las razones de la “descristianización” de la sociedad. “Son muchos los elementos que actúan”, dice el cura.

Dieuzeide acepta que las iglesias a las que llamó “evangélicas o neocatecumenales” son las que más crecen y defiende los vínculos de los católicos con los metodistas y los luteranos, “que también han disminuido”.

Dice que la idea es confluir con ellos en un “ecumenismo” que abarque incluso a iglesias no históricas. “El mandato de Jesús es que todos sean uno y esa unidad hay que buscarla contra viento y marea”, asegura.


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