El dilema del gobierno antes de octubre: inflación versus nivel de actividad

El politólogo Rosendo Fraga, explicó hace algunos meses en su visita a la ciudad de Neuquén, que desde el regreso de la democracia, siempre que la economía mostró crecimiento en la actividad, baja en el desempleo, mejora en el salario real y baja de la inflación, el oficialismo logró imponerse en las elecciones, sean estas de medio término, o de revalidación del mandato presidencial.

Es sobre ese postulado que el gobierno trabaja para lograr antes de octubre, resultados consistentes en materia económica. Saben en la mesa chica de la gestión, que el animo del votante promedio se ve influenciado principalmente por la evolución que experimenta su situación económica en términos individuales. En pocas palabras, manda el bolsillo. Es ese, otro aspecto que Fraga resaltó en su exposición: la sensación subjetiva del votante, es especialmente significativa en una elección legislativa, donde el elector se permite ciertas “libertades” ideológicas y puede usar su voto para plebiscitar el rumbo económico.

Con ese marco, son dos las variables sobre las que el gobierno trabaja con especial atención, teniendo en cuenta que la evolución de una de ellas impacta de lleno en la performance de la otra, y que ambas son determinantes en la percepción social acerca de la economía nacional. Se trata del nivel de inflación y del nivel de actividad.

Al respecto, la gestión económica enfrenta una seria dicotomía. Es prácticamente imposible lograr al mismo tiempo una inflación cercana al 17%, acorde a lo pautado en el presupuesto nacional, y al mismo tiempo alcanzar una tasa de crecimiento del producto bruto de entre 3% y 4% como se propone el gobierno.

La ecuación es sencilla. La reducción paulatina en los niveles de inflación, solo es posible con una férrea política monetaria como la que lleva adelante el Banco Central (BCRA) de la mano de Federico Sturzenegger, la cual incluye tasas de interés altas (por encima de la pauta inflacionaria anual), y menos dinero en circulación. El efecto sobre la demanda agregada es doblemente restrictivo. En el caso de la tasa de interés, porque retrasa los planes de inversión de los empresarios, y complica el fondeo de aquellas empresas que ya están sobregiradas. En cuanto a la cantidad de dinero en circulación, porque deprime en forma directa la cantidad de transacciones, impactando de lleno en la evolución del consumo.

Si por el contrario, el gobierno apostara por una política monetaria mas laxa, relajando la pauta inflacionaria para que oscile entre el 20% y el 25% (algo que luce improbable), ello implicaría mayor presión en las rondas paritarias, para la recomposición del salario real. Por otra parte, salarios reales deprimidos, tampoco son una buena señal, si lo que verdaderamente se es espera es una recuperación del consumo, en vísperas de las elecciones. La mayoría de las estimaciones privadas serias, indican que la pérdida de poder adquisitivo durante 2016, osciló alrededor del 7%. Si la pauta oficial del 17% de inflación se cumpliera para 2017, sería necesaria una actualización salarial en torno del 24% para recuperar el poder de compra perdido el año pasado.

Con estos datos sobre la mesa, y tal como sucedió durante el primer año de gestión macrista, lo más probable es que el gobierno “mida la temperatura” de las variables en tiempo real, y defina sobre la marcha el sendero de las principales variables. En esa sintonía, es de esperar que el BCRA defina la tasa de interés de referencia en base al cumplimiento de las metas de inflación. Algo similar sucederá en la negociación paritaria. Difícilmente algún dirigente gremial se atreva a la patriada de reclamar aumentos salariales cercanos al 38% de inflación acumulada durante los 12 meses de 2016. Pero será igualmente difícil que algún sindicato del sector privado acepte livianamente el techo del 17% que intenta imponer el gobierno. La negociación llevará a una solución intermedia entre el 20% y 25%, dependiendo de cada sector.

Qué muestran los números

Cada vez que se publica una estadística, existen al menos dos formas distintas de interpretar los datos, algo que el saber popular define como “mirar el vaso lleno o el vaso vacío”. Más aun en una época donde visiones antagónicas intentan fundar sus apreciaciones acerca del rumbo económico.

Si se observa la evolución del nivel de precios, está claro que la inflación se ha reducido notablemente respecto al primer semestre de la gestión macrista. El IPC Congreso, un promedio de las principales mediciones de precios privadas, mostró en enero un crecimiento del 1,6% y un acumulado del 8,4% durante los últimos seis meses. Es con base en esa perspectiva, que en el equipo económico se entusiasman con la posibilidad de alcanzar el 17% anual. No consideran sin embargo, que en el ratio de febrero será determinante el incremento del 35% en la energía eléctrica para el área porteña, del 6% en las prepagas y del 40% en los peajes metropolitanos. El segundo mes del año, cerraría con una inflación superior al 2%. Al mismo tiempo, ya esta pautado un nuevo incremento de la tarifa eléctrica en marzo, como así también una nueva actualización del precio del gas. Lo que suceda con las tarifas de transporte desde marzo, también será determinante.

Al observar los datos que hacen al nivel de actividad, sucede algo similar. El último dato disponible del Estimador Mensual Industrial (EMI) que publica el Indec, arrojó una caída interanual del 2,3% en el mes de diciembre. Si la evolución del indicador se analiza con optimismo, siendo que en octubre la baja llegó al 8% y en noviembre al 4,1%, es correcto decir que la caída del nivel de actividad es cada vez menor. ¿Un síntoma de recuperación? Es una forma de interpretarlo. Tan cierto como que la base de comparación es baja, dada la recesión registrada en 2016, en la que la actividad industrial mostró caída en 10 de los 12 meses del año.

El panorama es muy parecido a la hora de observar el comportamiento del consumo. El relevamiento realizado por la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), estima la evolución de las ventas minoristas medidas en cantidad. En el mes de enero, las ventas cayeron un 2,5% respecto a igual mes del año anterior. La baja es mucho menor a la registrada en octubre (-8,2%), noviembre (-8,5%) y diciembre (-5,4%). Tan cierto, como que la caída registrada en el primer mes de 2017, completa un ciclo de 13 meses de baja ininterrumpida en las ventas minoristas, un claro síntoma de la pérdida de poder adquisitivo durante 2016.

Existe margen para creer que el gobierno podrá mostrar buenos resultados promediando el año. La cuantía de los mismos dependerá de la pericia para manejar las variables más sensibles, y de la capacidad política para imponer lineamientos, especialmente en torno a la discusión salarial. Una discusión cuya línea de largada está determinada por la paritaria docente a nivel nacional, y en particular, en la Provincia de Buenos Aires.

Pulso Económico

Los datos en general siguen siendo negativos, pero la caída en la actividad y el consumo es cada vez menor y hay una baja en la inflación mensual.

Datos

Datos

Los datos en general siguen siendo negativos, pero la caída en la actividad y el consumo es cada vez menor y hay una baja en la inflación mensual.
1,6%
La inflación de enero según el IPC Congreso. En el mes de febrero el ratio sería superior al 2%.
4,6%
La caída interanual de la actividad industrial durante todo el 2016, según el Indec.

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