Las diez variables clave del primer año de gestión de Mauricio Macri

Las principales variables macroeconómicas arrojan un saldo negativo al cierre del 2016. La inflación y el déficit fiscal siguen siendo los problemas más graves.

Cuando en diciembre de 2015 Mauricio Macri asumía la presidencia luego de doce años de hegemonía kirchnerista, traía bajo el brazo una tupida agenda de medidas económicas. Muchas de ellas tenían origen en la necesidad de romper el corset de un modelo basado estrictamente en el mercado interno, sin acceso a los mercados internacionales de crédito, y de bienes y servicios. Otras en cambio, tenían asidero en una visión de la realidad y la economía nacional, muy diferentes.

Los objetivos trazados para el primer año de gestión, pueden resumirse en tres ejes. El primero de ellos se resume en la frase “volver al mundo”. Un slogan que el actual mandatario utilizó a lo largo de la campaña para expresar la necesidad de recomponer la relación del país con sus socios internacionales. El segundo fue y sigue siendo la batalla contra la inflación. El tercero, reducir el abultado nivel de déficit fiscal.

Transcurrido un año, es difícil encontrar entre las principales variables de la macroeconomía, algún signo positivo de verdadera reactivación. Serán sin embargo esos mismos datos negativos, los que posibilitarán al oficialismo, mostrar un escenario de recuperación el año que viene, justo antes de la puja electoral. Sucede que todos los indicadores económicos se cuantifican de forma interanual. Un año difícil como el 2016, es una base de comparación baja para las estimaciones de 2017, lo que sin duda permitirá mostrar crecimiento en la comparación año a año.

Volver al mundo

Lejos de la frase de ocasión armada para un spot publicitario, la recomposición de las relaciones internacionales se traduce en una serie de estaciones concretas a las que se arribó con relativa comodidad, y con una apuesta que no resultó ganadora.

La salida del cepo cambiario fue el primer escalón. El flamante equipo económico tuvo éxito al establecer el libre mercado cambiario sin sobresaltos, y sin que el tipo de cambio sufra variaciones bruscas. A diferencia de lo que auguraban muchos especialistas, el precio del dólar se estacionó en torno al valor que mostraba la divisa en el mercado paralelo. Durante el año, la entrada de divisas por endeudamiento, la liquidación de las sojeras y la esterilización monetaria llevada a cabo por el Banco Central, contribuyeron a que el tipo de cambio finalice el año atrasado, habiendo perdido claramente la carrera con el nivel de precios.

Una segunda parada fue el acuerdo con los holdouts. Para Macri, cerrar ese capítulo era la llave de credibilidad para lograr el acceso al crédito y la llegada de inversiones. En efecto, tras el pago, las posibilidades de acceso a la toma de deuda, se abrieron para el país.

La llegada de inversiones sin embargo, no se concretó en la medida en que apostaba el gobierno. En especial aquellas inversiones relacionadas con el sector productivo generador de empleo genuino.

La batalla contra la inflación

La mayoría de los integrantes del actual equipo económico, adhiere a la visión monetarista de la economía. En dicha concepción, la principal causa por la que crece el nivel general de precios es la emisión de dinero que realiza el Banco Central (BCRA) para financiar los desajustes presupuestarios del fisco. Con ese cuadro teórico, la esterilización de la base monetaria mediante la sistemática colocación de letras (Lebacs), logró promediando el año, que la tasa mensual de inflación se ubique en torno al 1,5% mensual. Un “éxito” con dos caras. Podría suponerse que haber iniciado el año con una inflación anual promedio del 22% y cerrarlo con una del 35%, está en exactamente en la dirección contraria de lo que se proponía el gobierno en la materia. Pero los funcionarios prefieren no hablar de la inflación pasada y en cambio mirar hacia adelante. Se pone el énfasis en que “la peor parte del reacomodamiento de precios ya pasó”, y se destaca la tendencia a la baja que se registra mensualmente, luego de lo que significó el impacto del tarifazo.

Cierto, pero no sin efectos colaterales. En la práctica, los trabajadores medios vieron este año como se redujo el poder de compra de sus salarios. Las estimaciones más optimistas hablan de una caída de al menos el 7%. El rebote sobre los niveles de consumo es elocuente: según la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), la caída de las ventas medidas en cantidad alcanza el 8,2% en octubre y el 7% en los primeros diez meses del año.

Precisamente allí, radica en gran medida el parate en el nivel de actividad. Según el Indec, el consumo privado sigue representando tres cuartas partes de la demanda agregada. La fallida apuesta a las inversiones extranjeras y el desplome del consumo, configuraron el escenario para la recesión, que se traduce en una caída del PBI en torno al 3,4% en el tercer trimestre del año, según datos oficiales. Los especialistas estiman que 2016 cerrará con una baja de entre el 1,5% y el 2% en el nivel de actividad.

El temido ajuste

El capítulo fiscal, es el punto en que el equipo económico estuvo más lejos de lo que propios y extraños esperaban para el primer año de gestión. La crítica más fuerte al programa económico de el último tramo del gobierno kirchnerista, fue el exacerbado nivel de gasto público. En teoría, el gobierno de Cambiemos se proponía revertir esa matriz que requería la constante asistencia financiera del BCRA mediante la emisión monetaria. Se sucedieron la quita de retenciones a las exportaciones agrícolas (reducción para el caso de la soja) y mineras, la suba del mínimo no imponible de ganancias y el tarifazo energético. Pero rápidamente quedó claro que una vez más, la política estaba por encima de la eficiencia. Lejos de aplicar un ajuste feroz en el gasto, el macrismo sencillamente cambio la fuente del financiamiento. La toma de deuda reemplazó a la emisión monetaria, y el 2016 cierra con un déficit fiscal del 5% del PBI, y nueva deuda externa por más de u$s 40.000 millones.

Datos

“Estamos hoy más que nunca convencidos del rumbo que hemos tomado, y la gente lo entiende mejor que muchos dirigentes”.

Mauricio Macri,

presidente de la Nación

Argentina.

Dólar

Atraso cambiario 2016

Consumo

Menor poder adquisitivo

Inflación

Alto impacto tarifario

Desempleo

127.000 puestos menos

PBI

Una caída profunda

Salarios

7% menos que en 2015

Comercio Exterior

La vuelta al superávit

Resultado Fiscal

El gasto al rojo vivo

Tasa de Interés

Al ritmo de los precios

Deuda

Alta y creciendo

Datos

8,5%
el desempleo según el último dato oficial disponible. Durante el último año se perdieron 127.000 puestos de trabajo.
5%
La deuda pública total en relación al Producto Bruto Interno (PBI).
$ 14.407
El salario medio de los trabajadores registrados a nivel país. Se estima una caída del 7% en el poder de compra de los salarios.
“Estamos hoy más que nunca convencidos del rumbo que hemos tomado, y la gente lo entiende mejor que muchos dirigentes”.
Tras un salto del 45% luego de la salida del cepo cambiario, el tipo de cambio se estacionó en torno a los $ 15. Promediando el año, el dólar perdió terreno respecto a la inflación, y la sensación de atraso cambiario no tardó en reaparecer.
Desde la retórica, el gobierno pregona un sistema de libre flotación del dólar. Sin embargo, la enorme esterilización de la base monetaria llevada a cabo por el Banco Central (BCRA) evitó que el precio de la divisa norteamericana cayera aun por debajo de los $ 15, a raíz de la masiva entrada de dólares provenientes de la toma de deuda en dólares y la liquidación de las cerealeras. Dificultades, especialmente en torno a la competitividad de la industria nacional.
Si hay una variable afectada durante el primer año de Cambiemos en el gobierno es el nivel de compra. Según el relevamiento de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa, las ventas medidas en cantidad se desplomaron un 7% en los primeros diez meses del año, en relación al mismo periodo del 2015. El peor mes del año fue junio, en el cual las ventas cayeron un 9,8% interanual. La tendencia parecía revertirse desde julio, pero en septiembre y octubre la baja volvió a profundizarse.
Salarios por debajo de la inflación, el impacto del tarifazo y el reacomodo de precios relativos son los principales motores de la caída. Pese a ello, el consumo sigue representado tres cuartas partes de la demanda agregada.
Reducir significativamente la inflación fue la más fuerte promesa de Mauricio Macri durante la campaña electoral. Transcurrido un año, el balance arroja claroscuros.
Si se observa el vaso medio vacío, el gobierno asumió con un escenario de inflación en torno al 23% y, luego de doce meses al mando, la misma oscila alrededor de 35%.
Si se opta por el vaso medio lleno, el gobierno asumió el costo de correcciones necesarias en cuanto a la salida del cepo cambiario y la actualización de las tarifas, problemas heredados, cuya solución tuvo como corolario el salto en el nivel de precios.
En efecto, luego de las correcciones, la inflación mensual ya se ubica en torno al 1,5%.
La discusión en torno a la pérdida de puestos de trabajo ocupó la agenda durante el primer trimestre. Según datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), había en diciembre de 2015 8.096.281 puestos de trabajo registrados. La nómina se redujo hasta 7.968.686 en septiembre último. Se perdieron en el camino 127.595 puestos. A ello se suman los puestos dados de baja en el sector no registrado de la economía, de los cuales no existe una estimación confiable.
En el gobierno insisten en que no existe una crisis de empleo. Sin embargo los datos publicados por el nuevo Indec reflejan claramente un incremento del desempleo en relación a diciembre de 2015, siendo 8,5% el último registro.
Mucho se discutió sobre la validez de las estadísticas publicadas por el Indec intervenido en 2007. Fue sin embargo el nuevo Indec el que luego de revisar validó los datos del crecimiento económico hasta el diciembre del 2015, cuando el IV trimestre del año cerró con un alza del 2,3%. Ya en el nuevo escenario, la producción total de bienes y servicios se redujo un 0,4% interanual en el I trimestre de 2016, y un 3,4% en el II trimestre. Contribuyeron la fuerte caída del consumo, la escasa llegada de inversiones productivas, a las cuales el gobierno apostaba para motorizar la economía, y el impacto de la caída de la demanda y el tarifazo sobre miles de pequeñas y medianas empresas en todo el país.
Si la baja en las cantidades vendidas es el síntoma, la merma en el poder adquisitivo del salario real a lo largo del año es un buen lugar donde buscar las causas. Según datos del Ministerio de Trabajo de la Nación, el salario promedio de los trabajadores registrados era de $ 15.469 en diciembre del año pasado. En junio de este año, el salario medio ascendía a
$ 17.710, una mejora nominal del 14,4%. Pero si se contrasta la mejora salarial con la evolución del nivel de precios resulta que en el primer semestre del año se registró una inflación del 22% (según la Dir. de Estadística de Neuquén). La evolución real de los salarios es entonces una caída del 7%. La misma significa menor capacidad de consumo (o de ahorro en el mejor de los casos)
El 2015 terminó con un déficit comercial de casi $ 3.000 millones. El nuevo equipo económico apostó por la apertura. Los números le dan la derecha. Al finalizar el décimo mes del 2016 se registraba un saldo comercial favorable en
$ 1.952 millones. Lo interesante es el desglose de los datos. En lo que va del año, las ventas de productos primarios al exterior crecieron 12%, mientras que las de manufacturas agropecuarias cayeron 4%, las de manufacturas industriales un 9% y las de combustible un 20%. En cuanto a las importaciones, las compras de bienes de consumo crecieron un 9% y las de automotores un 25%, mientras que las de insumos de capital e insumos intermedios (industria) cayeron entre un 11% y un 14%.
Una de las grandes críticas al gobierno K consistió en el elevado y creciente nivel de gasto público durante los últimos ocho años en el poder, lo que significó elevados montos de emisión monetaria para financiar al fisco.
El nuevo gobierno asumió con la premisa de reducir el gasto, y llevar eficiencia a la asignación de los recursos del Estado.
Pero del dicho al hecho hay mucho trecho, especialmente en política. El equipo económico palpó de primera mano lo difícil que es reducir el gasto, sin dañar la matriz social ya golpeada por los aumentos de precios y por el tarifazo. Al finalizar el tercer trimestre del 2016, el rojo en las arcas públicas supera los $ 400.000 millones y asciende al 5% del Producto Bruto Interno (PBI).
Con la férrea decisión de domar la inflación, la ortodoxa conducción de Federico Sturzenegger al frente del Banco Central (BCRA) determinó que la tasa de interés sería la variable de ajuste. “Si baja la inflación, bajan las tasas”, se le escuchó decir en varias ocasiones al economista.
En efecto, la modalidad utilizada por el BCRA consistió en esterilizar la cantidad de dinero en circulación mediante la colocación de letras (Lebac). El principal atractivo de las mismas fue a lo largo del año, el jugoso premio que ofrecían a corto plazo y por encima de la evolución de los precios. En apenas un año, el stock de Lebac ya supera los $ 700.000 millones y es igual a la Base Monetaria total.
Más allá de las discusiones cuasi ideológicas en torno al llamado “desendeudamiento” que según el gobierno K tuvo lugar entre 2003 y 2015, existe un dato objetivo que nadie en el gobierno de Mauricio Macri parece discutir: en diciembre de 2015, el nivel de endeudamiento que ostentaba el país era bajo. El ratio utilizado por convención a nivel internacional es el de deuda/PBI. El mismo era del 42% hasta diciembre.
No se trata de un dato menor. Es precisamente al endeudamiento donde el gobierno decidió acudir para reemplazar el financiamiento que dejó de proveer el BCRA mediante la emisión. El resultado es elocuente. En sólo un año, la deuda ya representa el 57% del producto.

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