Colonia Josefa se aferra a la idea del resurgimiento de su época dorada

Fue un área productiva pujante del Valle Medio, a la que incluso llegaban pequeños barcos por el río Negro, pero con la construcción de la represa de El Chocón las condiciones del curso de agua cambiaron y sus pobladores comenzaron a dejar el lugar.

postal profunda

A Colonia Josefa le queda la escuela, una decena de chacras desperdigadas en el campo y una rica historia. Para algunos puede parecer poco, pero para sus habitantes es todo un mundo, porque éste es el lugar que han elegido y se niegan a abandonar.

“Hoy deben quedar 8 familias” sostuvo Cristina Hodola, directora de la escuela. “Se trata de personas grandes, porque los jóvenes se han ido yendo a las ciudades principalmente”, indicó la docente que llegó el año pasado al establecimiento.

“Este fue un importante asentamiento, luego la realidad del país hizo lo suyo y de a poco los lugareños fueron buscando otros rumbos. Casi todos fueron emigrando a los centros urbanos”, cuentan los que conocieron el lugar en su época de esplendor.

Colonia Josefa nació el 12 de octubre de 1902, cuando un grupo de inmigrantes comenzó a edificar su lugar en el mundo y llevó a la zona a la elite productiva en los años 40.

El río en ese entonces era navegable y en las tierras de la colonia se producía una importante cantidad de toneladas de alfalfa. Por esa vía recibían los materiales y elementos que les eran necesarios para edificar o producir.

Actualmente el edificio de lo que era el almacén de ramos generales está en pie. Al igual que otras construcciones de principios del siglo pasado.

“Mi casa es muy antigua. Tiene paredes de 45 centímetros” sostuvo Javier Lopéz, uno de los pocos que han elegido quedarse en este sitio. Tiene 75 años, su familia es oriunda del lugar. El creció, se fue, y finalmente hace décadas decidió volver.

“Yo conocí los barquitos chiquitos que traían las cosas a Colonia Josefa. No sé que cantidad de gente llegó a vivir, pero era muchísima. Había un almacén de ramos generales, que tenía carnicería, panadería, de todo y se juntaba la gente ahí”, cuenta Javier.

A la escuela, fundada en la década del veinte, asisten ahora tan sólo 2 alumnos.

Los chicos estaban durante una o dos semanas en la escuela donde convivían como una gran familia. Finalmente, en el 2012 la escuela cambio su régimen y con ello perdió gran parte de la matrícula. “En ese momento había 40 chicos. Y ahora van a otros lugares, porque venían desde todos los puntos del Valle Medio”, graficó Hodola. “La escuela sigue siendo el núcleo. Uno llama a reunión y vienen todos los vecinos y se está horas hablando” señaló.

“Esperamos que ahora, que se hizo el tendido eléctrico y hay nuevas posibilidades de producción y otras condiciones de vida, comiencen a llegar más familias. Ya hay rumores de que se va a producir cebollas, y eso implica que también lleguen nenes con sus papás que llegan a trabajar” dijo.

Colonia Josefa sigue manteniendo su propia identidad a pesar del tiempo y de la poca cantidad de pobladores. El nombre del lugar es en homenaje a la hija del fundador Mauricio Mayer, oficial del Ejército, que llegó al lugar a principios de siglo. La falta de políticas de desarrollo, sumado a que el río dejó de ser navegable con la inauguración de “El Chocón”, le dieron a Colonia Josefa un golpe casi de muerte. Y lentamente el esplendor se fue perdiendo. La represa provocó el cambio de régimen del río Negro lo que llevó a la sequía de sus brazos fértiles en las zonas de inundaciones donde se sembraba alfalfa. Esta situación provocó la migración de los habitantes a zonas más productivas. Pero aún los pobladores siguen creyendo en el lugar. El año pasado para el aniversario unas 100 personas se juntaron en la escuela. Y ya se piensa en la nueva fiesta. Es uno de los pocos momentos donde los sueños del resurgimiento de Colonia Josefa vuelven a revolotear por el lugar.

Tras las huellas

del hombre milenario

El grupo universitario en plena tarea en noviembre pasado.

“Esto es suelo virgen en muchos sitios”, dice el profesor de gimnasia, Pablo Mozzicafreddo, mientras señala la inmensidad de campos que rodean la escuela 51.

Sus palabras son una sentencia concreta, real. Por caso, en noviembre del año pasado, alumnos de la Universidad Nacional de La Plata, junto a Daniel Cabaza, director del museo paleontológico de Lamarque, realizaron tareas científicas en tierras de la Colonia en búsqueda de huellas de los primeros hombres que pisaron la zona.

Hasta el sitio llegaron más de 40 personas, que -además- les mostraron a chicos de las escuelas primarias de Lamarque y de Colonia Josefa el trabajo de investigación a campo.

Allí, Luciano Prates, licenciado en Antropología y docente de la Facultad de Ciencias Naturales dependiente de la UNLP, señaló “elegimos este sitio porque es un lugar arqueológico, acá existió una ocupación humana, probablemente entre mil y dos mil años atrás, que tuvieron su campamento acá al lado de la laguna. Entonces es un lugar excelente para que los chicos excaven, pero además el lugar resulta muy cómodo para la logística, porque está cerca de Lamarque y del museo, que es donde nosotros siempre hacemos base.”

“Los chicos vienen a practicar, pero también se investiga. Justamente estamos investigando este lugar, incluso va a formar parte de la tesis doctoral de uno de los alumnos, que tiene una beca del Conicet”, remarcó Prates.

La voz de la calle

Opinan sus pobladores

Datos

“Es mi primer trabajo en educación y lo agarré porque es Colonia. Este lugar es maravilloso”.
Pablo Mozzicafreddo, profesor
“Yo conocí los barquitos chiquitos que traían las cosas a la colonia. No sé qué cantidad de gente llegó a vivir, pero era mucha”. Javier López, poblador
“La escuela sigue siendo el núcleo. Uno llama a reunión y vienen todos los vecinos y se está horas hablando”.
Cristina Hodola, docente

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