El almacén de barrio recupera protagonismo

Aun cuando la venta “al fiado” haya pasado a la historia, los mismos propietarios destacan lo que parece ser un cambio de hábitos. El consumidor valora, según ellos, el trato directo, la ubicación, los horarios acomodados y los productos frescos .

Hay cambios en los hábitos de consumo. La caída de los ingresos familiares, la inflación y el incremento de los impuestos y servicios hacen que el cuidado del bolsillo llegue a los alimentos. Por eso una tendencia que crece es la compra en el mercado de barrio.

El comercio de venta de alimentos es tal vez el rubro que más se ramifica en la ciudad. No hay barrio en Bariloche que no tenga un minimercado, un almacén, una despensa, una proveeduría o un súper de dimensiones chicas. Se estima que supera los 350 comercios de este tipo.

Los “bolicheros” como se llaman en la jerga mercantil, entre quienes se dedican al rubro de almacén, entienden que en Bariloche se traduce un tendencia nacional: cada vez más gente va al negocio del barrio.

¿Los motivos? Son varios. “La confianza con el cliente es importante, uno lo ve todos los días y se crea un vínculo; otro punto es que la gente va al negocio y compra lo necesario del día porque ve que los precios son iguales y en algunos casos más bajos que en el supermercado; y además por la calidad del producto fresco, ahí está la diferencia también”, aseguró Omar Alegría, propietario de La Bombonera, el emblemático minimercado que tiene 48 años de historia en el barrio El Mallín.

“Hay también una fidelidad por el trato directo, en nuestro caso cerramos los domingos para descansar y vemos que la gente demuestra lealtad porque espera al lunes para ir a comprar, por una cuestión de cercanía y por el trato hacia el cliente”, agregó Martín Varela del supermercado Grupo 2000 que está desde hace 14 años en Pioneros y 20 de Junio.

También los comerciantes destacan que hubo un cambio en el vínculo con las distribuidoras que antes no llegaban a tener un trato directo con los pequeños comerciantes y hoy “nos bajan las promociones y nosotros las trasladamos al cliente para abaratar los precios, esa es una estrategia que tenemos muchos y que nos sirve”, remarcó Rubén Blanco de la Proveeduría Barrial que funciona desde hace 12 años en el barrio Ada María Elflein.

La compra del día

El horario pico de los minimercados es cercano a la hora de las comidas. Desde las 11 o 12 del mediodía hasta las 14 y repunta nuevamente a partir de las 20. La tendencia se genera porque en función de controlar mejor los gastos familiares, los clientes van al mercado cuando definen qué van a cocinar para el almuerzo o la cena. “Antes entraba un cliente a las 10 de la mañana y se llevaba de todo un poco, ahora ingresa con un pedido específico, compra lo justo y necesario”, admitió Blanco que observó que “la situación está muy difícil”.

“En números la venta bajó pero generamos una clientela de confianza que nos costó pero fuimos sumando servicios como la pollería que son un atractivo y nos genera clientes fieles”, destacó Germán Soto de la Despensa y Pollería Clarita que está desde hace 7 años en el acceso al barrio Omega.

En el caso de Jorge Reyes, que desde 1996 se hizo cargo del histórico Mercado Tito Saifid en Mitre al 1500, “trabajo más con la gente que está de paso cuando vuelve a su casa que con clientes fijos. La gente pasa tarde y al ver abierto entra, por eso atiendo hasta las 23”, contó el hombre de la despensa que data de los años ‘50 donde todavía hay un teléfono semipúblico en su interior.

El fin de la libreta

A pesar de que ahora con la exigencia de instalar el cobro por débido algunos advierten un repunte en las ventas, muchos clientes siguen a la espera de que se reactive la libreta de fiar, algo poco probable para los minimercados y almacenes actuales que deben cubrir altos costos impositivos, cargas laborales y seguros por lo que también necesitan “cuidar el mango”.

“Se terminó la libreta que había antes donde el cliente venía con su libreta, mi papá (antecesor del comercio) le anotaba la compra y a fin de mes venían a pagar todo junto. Ahora es imposible, lo tuvimos que cortar, no tenemos cuenta corriente”, reconoció Alegría.

Para Germán Soto el fiado “se redujo a 3 o 4 clientes” que son los más fieles, conocidos y responsables, porque ante la crisis que afecta a todos no se puede financiar la compra.

En la mayoría de los casos los mercados lucen carteles que indican que no se fía y algunos -como en la Proveeduría Barrial- cargan de ingenio y mensajes directos: “con qué cara me pedís fiado si cuando tenés dinero comprás en otro lado”, reza el cartel verde colgado arriba de la caja registradora del local.

La cantidad

Fotos Alfredo Leiva

La familia detrás

La alarma por la llegada de Walmart se diluyó

Datos

350
es el número de almacenes, minimercados y súper chicos que hay en la ciudad según una estimación de mínima.
“La única manera para subsistir es trabajar con la familia, son muchas horas en el negocio”, reconoció Omar que admite que muchas veces el comerciante descuida a su familia. “Yo empecé a cerrar los domingos cuando mi hija de 4 años me preguntó un día cuándo se iba a poder ir a vivir conmigo al negocio. Ahí hice un click”, señaló Rubén.
En el caso de Martín, proviene de familia de comerciantes. Su padre tiene su propio supermercado del Grupo 2000 en el Gran Buenos Aires desde hace 35 años y recuerda de chico haber pasado varias horas ayudando a acomodar botellas antes de salir a andar en bicicleta por el barrio. Ahora afronta los desafíos de su propio comercio junto a su esposa Romina.
Los pequeños comerciantes extienden además sus lazos con los empleados, ya que solo tienen un puñado y en algunos casos, están en el negocio desde antes de su llegada como Rolando Bobadilla que lleva 41 años detrás de la carnicería de La Bombonera, antes de que Omar se haga cargo del comercio que creó su padre y su tío.
El desembarco de la cadena Walmart en Bariloche, con el formato Changomás, generó una importante movilización en 2009, que llevó incluso a realizar un referéndum para definir su llegada. Un estudio del grupo Nutriente Sur y Centro de Estudios Regionales determinó entonces que se corría el riesgo de cierre de 240 comercios (no solo barriales) y la pérdida de empleo de 700 personas.
El apocalíptico panorama finalmente se diluyó. “Antes de la llegada de Changomás habíamos sufrido un golpe grande por las cadenas de supermercados, había una baja desde hacía 20 años, el consumidor se volcaba a las cadenas de grandes superficies pero con los vaivenes económicos eso fue cambiando y desde hace unos 4 o 5 años se revirtió”, admitió Omar Alegría integrante de la Cámara de Comercio y referente de la comisión interna de minimercados, autoservicios y carnicerías.
Un hábito que también se expande es la compra en el mayorista donde las familias acuden al menos una vez al mes para realizar la “compra grande” en busca de ofertas o descuentos que se realizan por cantidad.

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios