“No nos queda otra que tomar esa agua”

Cómo viven hoy las familias de Colonia Juliá y Echarren que entre marzo y abril recibieron más de 350 mm de lluvia. Muchos funcionarios los visitaron, pero todavía hay promesas sin cumplir.

Pasaron 100 días y el agua, la humedad y el salitre sobre las paredes de las viviendas son el fiel reflejo de las catastróficas consecuencias que dejó la fuerte tormenta de lluvia que azotó al barrio “Esperanza”, ubicado a unos 20 kilómetros del casco urbano en la colonia frutícola de Juliá y Echarren.

En el lugar los vecinos siguen esperando desilusionados algunas de las tantas promesas realizadas por un variado número de funcionarios provinciales y nacionales.

En la comarca de Río Colorado y La Adela se vieron seriamente perjudicados entre la última semana de marzo y la primera de abril, cuando cayeron unos 350 milímetros; prácticamente el total de lluvias que se registra por año.

El barrio más afectado fue “Esperanza”, que cuenta con alrededor de 35 familias, en general trabajadores rurales jornaleros, quienes por causa de la falta de mantenimiento y limpieza en los sistemas de riego y desagües del sector frutícola quedaron totalmente bajo agua durante dos semanas.

“Río Negro” volvió al lugar para escuchar a los vecinos, que no ocultaron el dolor por las pérdidas materiales que sufrieron. Y a pesar de las promesas recibidas, siguen sin tener repuestas.

“Nadie hizo nada al final. Estamos acá, lamentándonos por los muebles perdidos y las casas, en las que ya empiezan a verse los daños por la humedad. Cuando fuimos noticia vinieron de todos los partidos políticos, prometieron, hicieron relevamientos, pero hasta ahora no pasó nada”, señaló Gustavo Sáez.

El vecindario convivió por quince días con el agua, mezclado con las aguas servidas de los pozos ciegos dentro de las viviendas, que en algunos casos llegaron a tener una elevación que llegó a los 70 centímetros.

Los habitantes del barrio reconocieron la asistencia de la comuna, con colchones, y los aportes hechos por la población de Río Colorado, con alimentos y ropa, aunque aún esperan que se cumplan las promesas de los gobernantes.

Además, los integrantes de la junta vecinal denuncian que fue muy precaria la limpieza de los sistemas de desagües y drenajes, que fueron los principales causales de que la zona frutícola quedara bajo agua.

“Limpiaron por arribita y en algunos sectores donde la gente pasa y lo ve. Pero no lo hicieron en todos lados. Además, no le dieron las profundidades que deben tener. Eso quiere decir que el problema es el mismo que hace tres meses: si llueve fuerte más de 50 milímetros nos volvemos a quedar bajo agua. Una vergüenza”, se lamentó Juan Pérez, titular de la junta vecinal.

Durante la recorrida de “Río Negro” se pudo observar que las pérdidas para los vecinos fueron cuantiosas. Los muebles de madera, roperos, bajo mesadas, escritorios, mesas, sillas, puertas placas, algunas ventanas, camas… todo se perdió.

“Todo lo que era de madera fue a parar a las estufas, porque cuando bajó el agua, todo quedó destruido”, señaló una de las mujeres.

También a simple vista se pueden ver las filtraciones en las viviendas, pisos que comenzaron a resquebrajarse y aberturas de chapas o electrodomésticos que quedaron obsoletos.

Según señalan los vecinos, distintos organismos oficiales llegaron hasta el barrio para realizar un relevamiento de la situación, donde comprometieron la llegada de los elementos perdidos, al igual que materiales de construcción para reparar las casas. “Hasta acá no llegó nada y cuando llamamos para ver qué pasa, nos responden que ya van a llegar”, dijo Gustavo.

La desesperación

en cartas

“Río Negro” tuvo acceso algunos desesperados pedidos escritos por madres de familia que fueron destinados a los funcionarios. Natalia Cabrera, madre de cuatro pequeños, escribió de puño y letra la lista de los daños: “Soy una de las damnificadas de la inundación, mis pérdidas fueron casi totales”, resumió.

Otro reclamo similar por escrito fue realizado por Victoria Fuentes, madre de dos niños pequeños.

“Este barrio es de peones y se nos hace muy difícil comprar agua envasada. No nos queda otra que arriesgarnos y tomar esa agua”.

Juan Pérez, titular

de la junta vecinal.

El barrio no cuenta con una red de agua potable y las familias se abastecen de perforaciones para el consumo diario de sus casas, que tiene un clorador.

También desde la comuna abastecen con un camión cisterna a varios tanques que se encuentran distribuidos en distintos puntos del barrio.

Sin embargo, los vecinos dudan de la calidad del agua.

Desde hace un tiempo el equipo que se utiliza para clorar el agua que llegan a las viviendas está fuera de servicio, lo que causa preocupación en la comunidad, ya que existen archivos oficiales que reconocen que las perforaciones contienen bacterias coliformes y con altos valores de sales, por contaminación en las napas. “Ningún funcionario municipal o provincial nos dio repuesta sobre el arreglo del equipo. Este barrio sufrió mucho y se nos hace imposible reunir el dinero necesario para arreglar el sistema”, dijo Pérez.

Datos

“Este barrio es de peones y se nos hace muy difícil comprar agua envasada. No nos queda otra que arriesgarnos y tomar esa agua”.

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