Juan de Garay, un pueblo abandonado que revive los domingos

El último habitante tiene 86 años. Vive en Río Colorado y viaja una vez a la semana. Fue un pueblo con 200 habitantes, hasta que el cambio de trazo de la Ruta 22 lo fue desconectando.

La imagen se repite cada domingo con el mismo protagonista. Con 86 años a cuestas, Ricardo Collar fue el último residente del paraje Juan de Garay. Todos los domingos llega desde Río Colorado en su camioneta para quitar los yuyos y decorar el cementerio. Aquí descansan los restos de sus familiares, amigos y vecinos.

El pueblo se formó alrededor de la estación de tren, a 42 kilómetros de Río Colorado, en el departamento de Pichi Mahuida. Se conectaba por la vieja ruta 22 de ripio. Luego, en la década del `60, la traza se trasladó a 40 km de allí y fue asfaltada, para convertirse en la recta más larga de Sudamérica”, desde Choele hasta Río Colorado. Para Juan De Garay significó el principio del fin.

Entre pinos y eucaliptus, aún se conservan las ruinas de las casas y comercios que le dieron vida al lugar.

El óxido se apoderó de los tanques de agua. Abastecían a las locomotoras a vapor y también a los pobladores.

El edificio de la estación luce bastante bien, pese al abandono y los vándalos. Fue construido en 1899.

La palanca para el cambio de vías recibió una mano de pintura. Al fondo, la casa tiene un peor presente.

Los viejos vagones quedaron congelados en medio de un monte que avanza.

Las huellas del tiempo y del rudo clima patagónico dejaron sus marcas en Garay, que se detuvo a en los `60.

Don Collar vive hoy en Río Colorado, pero nació y pasó gran parte de su vida en el paraje. Allí estudió, trabajó desde muy chico e hizo amigos. Tuvo sus buenos momentos “y de los otros”, expresó a “Río Negro”.

El hombre aún realiza tareas en un campo de La Pampa y regresa a Río Colorado, para descansar y disfrutar junto a su hija Fabiana y sus nietos. Pero como si fuera una obligación, cada domingo conduce su camioneta durante más de una hora hasta el cementerio de Juan de Garay.

No faltan las caminatas por algunos lugares de Garay que le traen recuerdos de su juventud.

“Me tocó ir viendo como de a poco el pueblo se fue muriendo. Sólo mis padres se quedaron allí, hasta que los fui a buscar. En Garay ya no quedaba nada por hacer.

El padre de Ricardo fue carrero y mercachifle, propietario de una chata de carga y encargado de trasladar los lienzos de lana que se producían en los tiempos de esquila. Se cargaban en la estación, con destino al Mercado Victoria de Bahía Blanca.

Con el aporte de los datos históricos brindados por Diego Zurueta y el testimonio de Collar, este diario puedo aproximarse al pasado: Garay fue un pujante pueblo ganadero, mayormente de ovinos. Llegó a tener poco más de 200 habitantes, comercios, la escuela pública Nº 182 y el club deportivo Juventud Unida. Sus jugadores utilizaban una camiseta similar a la de River Plate.

Aquí existió un comercio de ramos generales, de propiedad de Juana Alberdi de Lamot, que posteriormente se trasladó hasta cercanías de la estación del ferrocarril Sud, construida entre los años 1898 y 1899. La Compañía del Sud instaló un molino y una bomba de agua junto al río, para abastecer locomotoras y sus motores a vapor. Lenta pero progresivamente, alrededor de la estación creció un pueblo rural.

El caserío fue posta obligada del constante tránsito, por comercio o turismo, que tenía como destino a Bariloche.

Frente a la estación se estableció también una pequeña Fonda y Almacén de Ramos Generales, originalmente propiedad de Edwin Grunstein, de nacionalidad alemana. Contaba con cuatro habitaciones de hospedaje y servicio de despacho de combustible.

No era raro ver pasar a muchos turistas, sobre todo alemanes, que conversaban con Edwin en su lengua natal, se hospedaban y luego seguían viaje.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el comercio fue vendido. Grunstein se trasladó a Bariloche, estableció allí su comercio y fue uno de los socios fundadores de la Cámara de Comercio.

Como muchos pueblos del interior, hoy Juan de Garay es tan sólo vestigios y recuerdos.

postal profunda

“Me tocó ir viendo de a poco cómo el pueblo se fue muriendo. Quedaban mis padres. Me los traje, ya no quedaba nada por hacer”.
Ricardo Collar (86 años), nació y pasó gran parte de su vida en el pueblo.

El único elector y el

último baile popular

En 1995 se realizaron elecciones presidenciales, la estación estaba intacta y allí se instaló una mesa electoral. Sólo votó Alberto Armando Laffitte. El resto de los que figuraban en el padrón habían fallecido.

Un afiche recuerda el último baile que se desarrollo en Juan de Garay. Fue el 6 de diciembre de 1952, a beneficio a la comisión de damas y amigos de la Escuela 182.

Juventud Unida. Así se llamó el club que tuvo el pueblo. La casaca era similar a la de River.

La falsa promesa del Almirante Isaac Rojas

En el año 1955 se produjo en el país la llamada Revolución Libertadora, que provocó la destitución de Perón, y la instalación de una nueva Junta de Gobierno Militar.

Uno de los brazos activos de esa Junta fue el Almirante Isaac Rojas, quien tuvo una decidida presencia en Río Colorado y todo el departamento de influencia, ya que supervisó personalmente no sólo la reconstrucción del pueblo luego del bombardeo sufrido en Septiembre de ese año, sino también el control de las obras del proyectado Dique Salto Andersen.

En uno de sus viajes, acompañado por una comitiva oficial, y ya de regreso desde Pichi Mahuida y Salto Andersen, se detuvo en la Fonda Almacén de Juan de Garay.

Según cuenta don Ricardo Collar, pidió un vaso de ginebra Globo

Allí sentado, muchos parroquianos de la localidad aprovecharon para expresarle el malestar y la preocupación existente con los estudios que se estaban realizando, y que significaban el nuevo trazado de la actual Ruta Nacional Nº 22, que de concretarse significarían la muerte de todos los pueblos existentes en su cercanía., entre ellos el de Juan de Garay.

Allí, antes de marcharse y de estrechar la mano de todos los presentes, el Almirante Rojas les hizo una promesa: “No se preocupen mis amigos, en cuanto llegue a Buenos Aires de un plumazo corrijo esto”.

La promesa quedó en la nada.

Para el año 1956 el nuevo trazado de la ruta Nº 22 se fue concretando, muy lejos de Juan de Garay.


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