Fuera de los libros, las bibliotecas cuentan sus propias historias

Aunque el libro parece ir camino hacia la extinción con el avance de las nuevas tecnologías, no sucede lo mismo con el destino de las bibliotecas populares, que se han vuelto lugares de contención para las personas que viven en los barrios y zonas periféricas locales. Es que la oferta de las instituciones de esas características incluyen otras propuestas, que hacen de espacio de socialización para gente de todas las edades.

“Acá la ocupación es permanente, la biblioteca nunca está vacía. Sirve como espacio de contención. Los chicos vienen a dibujar, a hacer la tarea, a tomar mates”, contó Marisa Alberdi, bibliotecaria de la “Lucía Epullan”, de Villa Obrera.

Allí, las actividades son variadas. Desde un taller de “Dibujo y aventuras”, a cargo del roquense Chelo Candia, hasta uno para los amantes del Ajedrez, ambos organizados a través de convenios con la municipalidad.

A ellos también se suman espacios de juegos teatrales, idiomas, escritura creativa y humorismo y literatura, mientras que también hay ayuda en técnicas de estudio para los escolares.

Y las vacaciones de invierno no son excusa para detener los compromisos. Por el contrario, hace cuatro años que en ese edificio se organizan jornadas alusivas durante una semana, donde también aporta su granito de arena el centro de jubilados Michay.

Algo parecido sucede con la biblioteca “Casa de Amigos”, de Stefenelli. Ese resulta ser el punto de encuentro de muchos jóvenes y adultos en esa zona de la ciudad, quienes eligen entre las muchas propuestas las clases de Tai Chi, gimnasia aeróbica y zumba, aunque hay muchas más. Y hay iniciativas hasta para los chicos más desenvueltos, quienes se prenden con la producción de la radio abierta que se emite allí.

“Este es un espacio del barrio, del que los vecinos se han apropiado. Estamos abiertos a la comunidad, y queremos ofrecer oportunidades y propuestas de construcción colectiva”, relató Alberto Cúmeo, quien cumple con las tareas de cuidado en las instalaciones.

Esa apertura incluye la colaboración con las salitas médicas, en distintos barrios locales, donde desde la institución acompañan las visitas con los profesionales de salud, a la par de una biblioteca viajera para que los pacientes pequeños se entretengan.

Las imágenes se repiten en “Crecer” de Aeroclub, donde se presta el espacio para que unos quince adultos mayores puedan estudiar, junto con otras prácticas como espacios de enseñanza. “La biblioteca se tiene que abrir a la sociedad de alguna manera, por eso estamos dispuestos para ofrecer otras actividades”, concluyó Pablo Guaiquimil, bibliotecario en esa institución.

“Estamos abiertos a la comunidad, y queremos ofrecer oportunidades y propuestas de construcción colectiva”

Alberto Cúmeo. Bibliotecario en “Casa de amigos”, de Stefenelli.

“La biblioteca se tiene que abrir a la sociedad de alguna manera, por eso estamos dispuestos a ofrecer otras actividades”.

Pablo Guaiquimil.

Bibliotecario en “Crecer”,

de Aeroclub.

“(…) La biblioteca nunca está vacía. Sirve como espacio de contención (…) Vienen a dibujar, a hacer la tarea, a tomar mates”.

Marisa Alberdi. Bibliotecaria en “Lucía Epullán”, de Villa Obrera.

En Roca hay más de seis bibliotecas populares, que se construyen y aprovechan como espacios para colaborar con la comunidad.

Andrés maripe