Matías Bilurón: de los shows en una confitería de Roca al mundo

Es músico y productor. Comenzó su carrera musical en Roca, pero hoy brilla en México, donde vive desde 2011. Alcanzó reconocimiento con el grupo “Marconi”, pero apuesta a un 2018 como solista.

Matías Bilurón es un sinónimo de persistencia. Nacido afuera pero criado en Roca, siente esta ciudad como propia. En parte, porque su carrera comenzó aquí, en la confitería El Molino, mismo lugar donde hoy se sienta ante el micrófono y se muestra relajado y dispuesto a repasar su vida.

“Comencé a los 13. Conocía a Fernando Bello, un emblemático DJ de la noche roquense. En ese entonces, gané un karaoke en Punta Zero; y en ese momento Fernando era DJ en tertulias. Entonces me lleva a cantar a una y estaba el Menduco Araujo, otra persona muy conocida. Era profesor de música y tenía un grupo que se llamaba León, y me invitaron a cantar con ellos. Entonces empecé a cantar ahí, a recorrer toda la zona del Valle. Como experiencia, la verdad fue una cosa increíble”, rememora Matías.

Desde allí, su carrera fue en ascenso. A los 16, ganó una audición de Musimundo y grabó su CD. Eso lo llevó a Córdoba. Y el quiebre llegó a los 19, en Neuquén.

“Fui a cantar al Casino Magic. Ahí se presentaba Valeria Lynch, en la globa. Termina de hacer el show y van a comer al restaurant del hotel, donde yo estaba haciendo mi show. Me escuchó, me mandó a llamar a la mesa, que para mi fue un flash, y me invitó a que vaya a estudiar a su escuela de comedia musical en Buenos Aires”, explica el músico.

En Buenos Aires hizo base, como él mismo expresa, pero después de mucho trabajar decidió buscar nuevos horizontes: “ En 2011, un día me decidí a probar suerte en México. Por estas cosas de la vida, allá había un integrante del proyecto en el que estoy que era argentino y había estudiado conmigo en Córdoba. Me avisa de la audición, y a los dos meses y medio de llegar a México, firmo con Warner”.

Esa decisión cambió todo. Llegó Marconi, las giras, compartir escenarios con otros artistas de renombre mundial. Reconocimiento, oportunidades. Todo en tierra mexicana. Pero para 2018, Matías decidió dar un nuevo giro.

“Decidí junto a dos productores italiano y mexicano que están en Los Ángeles, producir mi disco. No va a ser de 12 canciones, va a ser un EP de 5 temas, acompañado por Warner”. Este año también tendrá otro gran regalo: será padre. Y está preparado para afrontar todo: “Hay varios desafíos. Por lo pronto, pido salud. Eso es lo más importante”, explica.

Vuelve seguido a Roca. Una vez por año. “Me gustaría venir más seguido, pero cambian los tiempos y las relaciones”, dice. Cada retorno sirve porque, como él afirma, “acá te sentís mejor. Uno vuelve a ser uno acá. Tu entorno también te construye”.

Matías no olvida de donde salió. Eso si, tampoco frena. Siempre sigue pisando el acelerador.

Nacido en Sierra Grande, se crío en Roca, donde comenzó con su carrera musical con tan sólo 13 años. A los 16, partió a Córdoba, y desde allí emigró a Buenos Aires, su última parada previa a México, donde hoy vive.

Matías formó parte durante seis años y medio de Marconi, una banda de gran repercusión en Centroamérica y que cuenta con casi 100 mil seguidores en su cuenta de Facebook. Hoy, apuesta a un 2018 con nuevos desafíos: su carrera como solista, al mismo tiempo que sigue como productor musical.

¿Cuál es el consejo para los que inician?

“El camino es el mismo desde siempre. Lo que cambió fue el sistema de difusión. Antes era más difícil. Si no eras bueno, no grababas, no estabas al alcance de ciertos productores. Hoy, si no tenés cierta cantidad de seguidores en redes sociales, no te firman. Pero hoy también te podés desarrollar como artista sin tener disqueras.

El mejor consejo sería no sacar nunca la pata del acelerador, porque es una carrera de persistencia. Van a encontrarse muchas más veces con un no que con un si. Hay que creer en uno mismo. No hay que detenerse, ni siquiera en un buen momento. Siempre hay cosas por hacer y sueños por cumplir”.

Dos lugares, dos momentos especiales

“Premios Juventud. Ahí cantamos en el American Airlines. El momento en que se levanta la pantalla de LED, y ver el estadio lleno… fue pensar “loco, si se puede”. Y lo disfruté mucho”.

“Mi primera fiesta del estudiante, en el 97. Fue mi primer escenario “importante”. Ahí me di cuenta que había un camino lindo por recorrer, que no era joda”.


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