A puro pulmón enseñan a navegar a jóvenes en el Lácar

En la costa del lago en San Martín funciona la escuela de optimist en los meses de enero y febrero, para chicos de entre 5 y 13 años que aprenden los secretos de las embarcaciones de vela ligeras.

El viento, a veces, amontona compromiso y generosidad. Hay ráfagas en esta ciudad que son verdaderamente solidarias. Desde hace cuatro años, un grupo de niños provenientes de distintas realidades económicas se reúne en la playa del lago Lácar donde funciona una escuela de optimist bajo las premisas de inclusión social y respeto por la naturaleza.

Este verano, unos 30 chicos de entre 5 y 13 años compartieron la pasión de navegar y aprendieron a ser menos prejuiciosos.

“Uno de los encantos de esta disciplina es lo que la diferencia de la mayoría de los deportes, en los que gana el que se lleva todo por delante. Aquí, en cambio, lo más importante es el respeto”, explicó Cristina Barres, la principal promotora de estos encuentros realizados a pulmón.

“Hay una falsa creencia sobre la navegación, que es una actividad para millonarios. Aquí, con esfuerzo y perseverancia intentamos derribar ese mito”, agregó en diálogo con este diario.

Las clases que ofrece ad honorem son tres días a la semana durante enero y febrero. Los chicos que no pueden pagar concurren y participan de las actividades al igual que los chicos de las familias que pueden aportar recursos y lo hacen para sostener la actividad.

“Los que pueden colaboran con 800 pesos para solventar todos los gastos involucrados, sobre todo para arreglar las cosas que se van rompiendo, pero también para comprar salvavidas, sogas, cabos”, contó Barres.

Un número importante de los chicos que concurren a la escuela son miembros de las comunidades mapuche de Trompul y Pil Pil.

Equipamiento disponible

En total, la escuela cuenta con 5 embarcaciones donadas y un gomón a motor que pone a disposición uno de los padres involucrados, mediante el cual se brinda apoyo en el agua.

El optimist es una clase internacional de embarcación de vela ligera reconocida por la Federación Internacional de Vela, enfocada para niños de entre seis y quince años.

Los niños aprenden a armar su barco, es decir, atan la vela al mástil y la botavara, y luego la calzan en la carlinga. En el lago, hacen piernas y bordes en sintonía con el viento, y mediante el ruido del agua en el timón determinan si están navegando de manera correcta

Incluso, se dan clases donde se tumban las embarcaciones a propósito para enseñar a darlas vuelta otra vez, parándose encima de la orza (esa especie de quillote rebatible), de modo que el barco vuelva a adrizar.

“Uno de los encantos de esta disciplina es lo que la diferencia de la mayoría de los deportes. Aquí lo más importante es el respeto”,

explicó la principal promotora de la actividad, Cristina Barres.

Datos

“Uno de los encantos de esta disciplina es lo que la diferencia de la mayoría de los deportes. Aquí lo más importante es el respeto”,

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