Alfabeticón

Redacción

Por Redacción

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La escritura reproduce en parte, y solo en parte, el lenguaje oral. Escribimos de un modo parecido a como hablamos, pero, como tantas veces, lo que tapa el cuello destapa los pies. ¿Cuál sería el cuerpo a abrigar, en este caso? La comunicación interpersonal, informal, la de todos los días con quienes tenemos confianza. Los emoticones son, por etimología, íconos emocionales. Si de algo estamos seguros, es que pertenecen al ámbito de la comunicación escrita. Los íconos se encuentran en un lugar intermedio entre la letra y el dibujo. Ni tan abstractos y convencionales como la primera ni tan figurativos ni subjetivos como el segundo. Son una clase particular de signo que, con solo mirarlo, nos transmite algún significado. Puede ser más o menos preciso, pero algo entendemos, nos llevamos alguna idea de lo que significa. Algo que lleva más tiempo de aprendizaje cuando se trata de palabras. Y aun así, la escritura necesita varios recursos –los modalizadores, por ejemplo- para transmitir todo lo que acompaña a la voz, es decir, los tonos, gestos, ademanes. Inevitables elementos de la comunicación informal para que el otro entienda que se trata de un chiste, de una ironía, de que todo lo que digo tiene que ser entendido exactamente al revés, que se lo estoy diciendo guiñando un ojo. Y es entonces que aparece el emoticón pertinente.
Como todo lenguaje, cuanto más se usa, más se complejiza. De los primeros tres o cuatro íconos que expresaban estados de ánimo básicos, hoy contamos con todo un abecedario. Y con diferentes funciones, ya no solo la de modalizar. Y con debates acerca de si enriquecen o empobrecen la comunicación entre las personas.

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