El “efecto embudo” complicó la salida de los fieles

¿Cómo pasar un pomelo por un orificio del tamaño de una uva? Esa es la pregunta que los organizadores del evento de Temuco no pudieron responder.

La organización, desde temprano parecía funcionar con una precisión de ingeniería. Si bien la gente ingresó con demasiada anticipación, a nadie parecía molestarle ese hecho y todos se mantuvieron estoicos ante el frío de la noche.

Para que estén un poco mejor, en cada una de las parcelas que se habían dispuesto grandes tanques de agua fría y potable para que la gente tenga para beber. Los cestos de basura grandes permitían dividir los residuos entre plásticos o papeles.

En la larga columna de baños químicos instalados en el predio, casi no había que hacer cola.

Francisco llegó puntual, apenas pasadas las 10.

Dio la misa y al pasar una hora y media desde su llegada se marcó, sin ser visto. Algunos se quedaron por unos minutos parados en las vallas, pero al comprobar que no pasaría por allí se prepararon para salir del predio.

Pero esa tarea, se volvió más que complicada. Los 150 asistentes debieron salir por un camino estrecho, bajo un sol del mediodía que quemaba.

Las aperturas de las primeras vallas, provocaban un efecto embudo y los cuerpos quedaban estancados.

Esto hizo que deban caminar, durante tres horas, los tres o cuatro kilómetros que los separaban del lugar hasta dónde podían llegar los micros o autos.

En una hora, apenas se habían recorrido los primeros 500 metros.

Luego se tomó un poco más de ritmo, pero siguió lento.

A su vez, los carabineros, desviaban a la gente y les hacían el camino más largo.

Pero mansos, los chilenos lo toleraban con escasas protestas, a pesar de las horas de vigilia, del frío que se convirtió en calor y del hambre.

“¿Qué dijo Francisco?”, le preguntaba en tono de reproche una anciana a un joven ofuscado que quería salir corriendo de allí. Y sola se respondía “que tenemos que ser pacientes” y demostraba que la fe no es para cualquiera.


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