La autoridad de los guías y la importancia del factor mental

Los guías definen quién sube y quién no a la cumbre y sus decisiones apuntan en un sentido: la seguridad.

En las primeras cinco horas de trekking hasta el refugio los líderes de los grupos se dan cuenta de cómo está preparado cada integrante del grupo. Más allá de lo físico, a veces las cosas pasan por lo mental. “Es un cincuenta por ciento físico y un cincuenta por ciento cabeza. Hay gente que está superentrenada, maratonistas incluso, que no hacen cumbre porque su cabeza les juega en contra”, explica Diego Durán, guía de montaña.

El amanecer es un momento crítico, por el sueño, por el frío y porque son 3.000 metros de altura. “De golpe algunos se preguntan ¿qué hago acá? Esto no es lo de la foto, tengo sueño y frío, y ‘detonan’”, cuenta Durán.

Hasta ese momento el ascenso fue de noche. “Te levantaste a las dos de la mañana, desayunaste y hacés una actividad física de madrugada. A veces el organismo no entiende”, cuentan los entrenadores. A algunos les da mareos, a otros nauseas y a otros sólo sueño. Como es recurrente que suceda, los especialistas aconsejan no preocuparse y dejar que pase. Después de unos 15 minutos, las cosas vuelven a la normalidad.

“Podés ir recontraentrenado pero ese puede no ser tu día, o no dormiste bien la noche anterior y eso te afecta”, explica Mariana Cívicos.

“Cualquier problema que pase a más de 3.000 metros puede tardar mucho en ser atendido. Se hacen los primero auxilios, pero si es una fractura o algo por estilo se demora mucho y es muy costoso. Además requiere de muchas personas”, precisa.

En los ascensos se trata de priorizar al grupo. Si una persona está mal se busca que la mayor cantidad de miembros del grupo llegue a la cumbre. El que no está en condiciones se debe quedar en el refugio.

“El día del ascenso a la cumbre el guía pregunta a la salida del refugio si están todos bien y ahí es cuando cada uno debe ser honesto, porque sino perjudica al grupo”, explica Gustavo Monteseirin.