Las cenizas volcánicas y sus efectos sobre el suelo

Dos expertos de la región explican cómo los suelos andinos se han ido formando sobre cenizas volcánicas, que contienen nutrientes para la vegetación. Distinta es la situación de la Línea Sur.

“Lluvias” de cenizas volcánicas han estado presentes en la región patagónica durante millones de años. Así lo atestiguan rocas sedimentarias y suelos actuales y enterrados de los últimos 10.000 años desarrollados sobre los llamados materiales piroclásticos, palabra que es una combinación de “pyro” o fuego con “clastic” o hecho de varias piezas. Piroclástico se refiere a cualquier roca volcánica despedida al aire debido a una actividad volcánica. Una erupción piroclástica es una erupción en la que la mayoría de la actividad del volcán incluye explosiones. El depósito piroclástico es el material que se ha ido depositando a lo largo de la erupción en el suelo. Como producto de las erupciones los volcanes pueden generar distintos episodios; la expulsión de los materiales piroclásticos, la emisión de gases y de lava (roca fundida o magma), que se derrama sobre la superficie de la tierra y solidifica sobre ella. En algunos casos se presentan todos los fenómenos y en otros domina la eyección de piroclastos. Estos clastos, según su tamaño, reciben distintos nombres: a los de mayor tamaño, de 6,4 centímetros hasta 5 metros, y angulosos se los denomina “bloques volcánicos” y si son redondeados, “bombas volcánicas”; de menor tamaño, de 2 milímetros hasta 6,4 centímetros y livianos (flotan en el agua), “pumicita”; medianamente pesados, “cineritas”, y “lapilli” los más pesados. Aquellos de tamaño similar a las arenas, de 0,06 hasta 2 milímetros, son las llamadas “cenizas volcánicas”. Por último se halla el “polvo volcánico”, con dimensiones menores a 0,06 milímetros. Cuando los materiales son expulsados a la atmósfera, a través del cráter o fisuras, solidifican rápidamente y comienza su deposición. Los de mayor tamaño lo harán más cerca del lugar de emisión y los más finos a mayor distancia, dependiendo de la altura de la columna eruptiva y de la dirección de los vientos. ¿Y qué ha ocurrido en la Patagonia donde existen depósitos de piroclastos? Las fuentes de estos materiales son los volcanes existentes en la cordillera de los Andes, de los cuales Chile reconoce 500 considerados geológicamente activos y unos 60 con registro eruptivo histórico dentro de los últimos 450 años, que suman más de 300 erupciones. Los vientos, usualmente del oeste, han transportado y depositado los materiales en la región patagónica. Así lo revelan diversos estudios de suelos realizados en la región que describen la existencia de depósitos piroclásticos pos-glaciales que actúan como materiales originarios de suelos en la Patagonia Andina. Uno de los primeros que estudiaron el fenómeno fue Vaïno Aüer en la década del cuarenta. Posteriormente Haroldo Laya, en 1977, describió y estimó la edad de los depósitos piroclásticos en el suroeste de la provincia del Neuquén. Otros estudios sobre mineralogía de suelos desarrollados sobre cenizas volcánicas en Río Negro y Neuquén fueron llevados a cabo por técnicos de INTA Bariloche y por los autores de esta nota. La figura 1 muestra la dispersión areal de piroclastos en la provincia del Neuquén y detalla la distribución e intensidad de los depósitos, que se corresponde con zonas donde la lluvia es suficiente para “retener” la ceniza y permitir que se acumule. Algunas evidencias de la magnitud de estos depósitos se muestran en la imagen 1, obtenida en 1985 sobre la ruta de los 7 Lagos, a escasos kilómetros de Villa La Angostura. La imagen revela la existencia de cuatro eventos de deposiciones de material piroclástico de magnitud, ocurridos en los últimos 10.000 años. También evidencia que entre cada depósito de materiales debe haber existido un período de estabilidad, juntamente con condiciones de temperatura y humedad, que permitió el establecimiento de la vegetación y por ende el desarrollo de suelos, con una importante acumulación de materia orgánica, apreciable en la imagen por la coloración oscura y comprobable mediante análisis químicos. En la imagen se observa un suelo actual bajo bosque y con sotobosque de caña colihue y tres niveles de suelos enterrados, teniendo cada suelo como límite inferior los materiales más gruesos (lapilli y pumicita, en este caso de coloración clara) y por encima el material más fino (las cenizas volcánicas), con importante acumulación de materia orgánica. ¿Qué son las cenizas volcánicas? Son minerales y fragmentos de minerales, por lo cual forman parte de lo que se denomina tierra fina del suelo. El componente principal de las cenizas volcánicas es el vidrio volcánico. Como todo mineral, contiene elementos químicos, principalmente silicio, aluminio y en menor proporción hierro, magnesio, calcio, sodio y potasio, varios de los cuales son nutrientes para las plantas. Otros minerales acompañan al vidrio volcánico, dependiendo de las características del magma de cada erupción. De aquí deriva el concepto del aporte de las cenizas volcánicas a la fertilización, pero para que estos elementos químicos queden disponibles para las plantas deben darse varias condiciones climáticas, principalmente precipitaciones y un período de tiempo para que estos minerales se alteren y liberen los nutrientes. A modo de ejemplo, se ha observado que las cenizas volcánicas de 1960 presentes en varios sectores de la región andina están en este proceso de liberación de nutrientes. ¿Y qué sucede en los lugares más alejados de los centros volcánicos, como el caso del Alto Valle de Río Negro y Neuquén? En esta oportunidad, por la erupción del volcán Puyehue hemos observado una escasa a mínima presencia de material piroclástico de tamaño que se corresponde con la arena muy fina y en otros casos de menor tamaño, según los resultados publicados en diarios regionales. Lógicamente, en dicha región, zona árida, los materiales tendrán distinto comportamiento según el lugar de deposición. Así, si lo hacen sobre el piso del Valle, bajo riego y con vegetación, los materiales depositados quedarán entrampados en la vegetación y paulatinamente se irán incorporando al suelo. Sobre la “meseta”, con escasa vegetación y sin agua, quedarán depositados sobre la superficie y ante corrientes de aire los vientos los transportarán y seguramente los tendremos en suspensión por un período corto de tiempo. No obstante, en estudios de los autores (no publicados) sobre mineralogía de suelos del piso del Alto Valle se ha identificado en la fracción arena un alto porcentaje de vidrios volcánicos que pueden tener su origen en los materiales transportados por las aguas de ríos, sin que se descarten posibles aportes eólicos de erupciones anteriores. Distinta es la situación en el sur de la provincia de Río Negro y bajo condiciones de aridez dado que la deposición ha sido más espesa, por lo cual los campos de pastoreo y los mallines se cubren de cenizas y polvo volcánico que tapan la escasa vegetación e impiden la alimentación para el ganado, además de desgastar su dentadura por el efecto erosivo de la ceniza mezclada con el alimento. Seguramente las cenizas se quedarán por un mayor tiempo, dependiendo, entre otros factores, del manto acumulado y de las condiciones climáticas, y causando serios daños a la sociedad en su conjunto. Respecto de la zona andina, los recientes depósitos, según la prensa regional, alcanzan valores de 10 hasta 30 ó 40 centímetros, dependiendo del lugar de deposición, influyendo en esto la pendiente y orientación de las laderas y otros accidentes geográficos. Según una de la clasificaciones de suelos mundialmente aceptada se considera nuevo material del suelo a aquel que es depositado sobre la superficie con espesores que van desde 30 hasta 50 centímetros. Con estas características, sería factible que en algunos lugares de la zona andina se pueda hablar de la formación de un nuevo suelo y en otros el material será incorporado al suelo actual. Paralelamente, los suelos formados sobre materiales piroclásticos y bajo condiciones de humedad, excepto en regiones áridas, dan origen a suelos denominados Andosoles, los cuales existen en la Patagonia en una extensa franja paralela al borde con la cordillera de los Andes. En la provincia del Neuquén dichos suelos ocupan aproximadamente 1.600.000 hectáreas. Se destacan entre sus propiedades la elevada superficie específica y capacidad de retención de agua, su baja densidad aparente y su elevada capacidad de retención de fosfatos. Poseen alta aptitud para el uso forestal. El bosque nativo y la mayoría de las forestaciones implantadas en la provincia del Neuquén están localizadas sobre este tipo de suelos. Entendemos que en el contexto actual la dimensión de la erupción del volcán Puyehue ha ocasionado numerosos daños a la población y a la actividad económica de varios sectores de la sociedad. Desde el Área Suelos nuestra intención es divulgar que estos fenómenos han estado presentes desde muchos años atrás y que gran parte de la economía regional andina se desarrolla sobre suelos formados sobre cenizas volcánicas que garantizan la magnitud del bosque nativo de esa zona. (*) Profesores del Área Suelos de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Comahue

Alicia Apcarian y Jorge A. Irisarri (*)

ERUPCIÓN DEL volcán PUYEHUE


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